Enrique V. Iglesias. Ex Secretario General de la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB).

Economista, político, experto internacionalista y escritor uruguayo de origen español. Fue Secretario Técnico de la Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico (1960-1967), Presidente del Banco Central del Uruguay (1967-1968), Secretario ejecutivo de la CEPAL (1972-1985), Ministro de Relaciones Exteriores de Uruguay (1985-1988), Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, BID, (1988-2005).

Fue el primer Secretario General Iberoamericano, ocupó el cargo desde el año 2005 permaneciendo ocho años (dos mandatos) en dicho puesto.
Como patrono del Centro Internacional de Gobierno y Marketing Político (CIGMAP) de la Universidad Camilo José Cela de Madrid, Enrique V. Iglesias participó de las jornadas del Título de “Especialista en Gestión de Gobierno y Campañas Electorales” donde se reunieron varios expresidentes de Gobierno, Ministros y periodistas de renombrada profesionalidad.

La entrevista fue realizada en dichas jornadas por Sergio Martín, director del programa “La Noche” en el canal 24 horas de Radio Televisión Española (RTVE).

Por Sergio Martín, director de “La Noche” en 24 horas de RTVE – @SergioMartinTVE

Señor Iglesias, es inevitable que comen­cemos la conversación con una pregunta que estoy seguro que no le han formulado nunca: ¿para qué sirven las Cumbres?

Me la hicieron muchas veces. Yo creo que es lógico que la gente se lo pregunte, porque hay muchas Cumbres. Hace veinte o treinta años eran muy poquitas, hoy hay todos los días una Cumbre. Yo creo que sirven en primer término para que la gente se mire a los ojos. Cosa que es muy importante. Una cosa es hablar por teléfono, otra cosa es escribirse una carta y otra cosa poder compartir una conversación y conocerse, creo que eso tiene un mérito muy grande.

La otra razón importante es que obliga un poco a mirar el estado de situación de las relaciones entre países. Es una forma de identificar lo que une y puede originar, por tanto, la acción.

¿Podemos cambiar la estructura de las cumbres? Es posible, yo creo que el mundo no va a seguir así, que en algún momento vamos a tener que cambiar. Con los métodos digitales que hay ahora, uno podrá tener cumbres a través de otros sistemas.

¿Hay redundancias? Sí, las hay. Hay repeticiones también. Muchas veces se reúnen en exceso de formalismo y poca entrada en sustancia. Todo eso es real, pero yo creo que en balance algo queda positivo. Y si no se debe quedar la forma actual, busquemos una forma que las haga más potables, en buen uso del tiempo.

En su opinión: ¿Qué es esto de nuevas formas de hacer política?

Bueno, se habla mucho de los mecanismos de participación, pero ¿qué son los meca­nismos de participación? ¿Qué se hace para instrumentalizar la participación? Eso es una cosa que está en marcha, es decir, ahí hay algo para hacer juntos. Yo creo que en esta manera todavía no hemos llegado a mecanismos que den cuerpo a eso que es participación. Por supuesto, el voto es la participación final, pero ¿y antes de eso cómo hacemos para darle a la política el carácter participativo que hoy en día está reclamando las generaciones jóvenes? ¿Quiénes participan? ¿Cómo participan? Es ahí donde, yo creo, que el trabajo está por hacer. A mi modo de ver queda mucho por hacer.

Porque la cuestión es si es un verdadero cambio de fondo, estructural o sencillamente estético, cosmético. Es decir, hay quien en términos de “bueno pues si los ciudadanos quieren que nos relacionemos con ellos de una forma distinta, pues hagámoslo. Si hay que estar en Twitter, pues se está en Twitter. Si hay que estar en Facebook, pues se está en Facebook” ¿Es solamente eso? ¿O los ciudadanos están demandando algo más?

Mire, yo lo que creo es que en el fondo -es una visión como ciudadano-, lo que uno de verdad esperaría de la política es gene­ración de confianza. La confianza es la base de la economía y es la base de la convivencia social. Yo creo que en este momento estamos con la vorágine de los cambios que están teniendo lugar en materia de política. El hecho de que nobody is in command, es decir, que todo el mundo hace lo que quiere, es una realidad nueva. Yo creo que ahí tenemos que tener consciencia de que el sector político tiene que reaccionar adaptándose a esa nueva realidad para de alguna forma representarla y conducirla.

Tecnología y globalización son dos cosas que han transformado la vida moderna y eso, yo creo, que es lo que realmente debe golpear las puertas de la política para que los políticos puedan entender cómo administrar esa realidad.

En su opinión: ¿qué es lo que une a los países iberoamericanos? Latinoamérica, España, Portugal, ¿cuál es la principal cuestión que tenemos que tomarnos muy en serio? ¿El ecosistema, la economía, los ciudadanos, la política…?

Usted me pregunta qué es lo que une en mi experiencia a partir de la Secretaría…es la cultura, son las lenguas, son las maneras de ver la vida, son los valores, son los princi­pios. Eso es lo auténticamente iberoamericano, sobre eso construimos relaciones económicas y relaciones políticas, pero lo que da unidad a este grupo de 22 naciones que comparten historia, controvertida la historia pero es la historia a la que pertenecemos, es la base cultural, la base lingüística…

El Presidente que ha estado más días en los últimos diez años en América Latina, no es el Presidente de España, no es el Presidente de Estados Unidos, no es el Presidente de ningún país europeo Es el Presidente de China, quien ha estado días enteros en la región! Ese tipo de presencia -no creo que sea porque no tienen interés en la región-, es porque han sabido cuidar la relación.

España debería mirar un poquito más de cerca lo que es la relación. Se lo dije una vez a un Presidente: “Mire, la relación con América Latina en mi experiencia es así, 50% es cariño y 50% son intereses compartidos, pero lo primero es muy importante, porque la base, lo que une a esta sociedad, es eso. Es decir, pensamos con las mismas categorías, tenemos las mismas maneras de ver el mundo…y eso es un capital inmenso, que no tiene ninguna otra sociedad”. La relación de Iberoamérica con América Latina no existe ni siquiera la Unión Europea porque Portugal se entiende mucho mejor con Honduras que con Letonia. Es decir, esa relación se basa en una realidad que se asienta en valores centenarios que tienen un capital que hay que potenciar.

¿Cómo España mira al otro lado del Atlán­tico? ¿No cree que ahí puede haber un poco de hipocresía por parte de los dirigentes españoles que durante tantos años no han mirado, o con ese cariño o con esa consciencia de lo que tenemos en común al otro lado del Atlántico y ahora de repente, porque los necesitamos, ahora sí miramos?

El sector privado lo ha tenido muy claro. El sector privado cuando en el año noventa, todo el mundo mira a la apertura de Asia y se fue en bloque hacia Asia, los empresarios españoles, con un poquito más de prudencia, se fueron a América Latina y abrieron un espacio que hoy no lo podrían hacer. La cuota que tiene hoy la empresa española en la banca, en los servicios, en las infraestructuras no la hubieran podido hacer ahora, tienen una posición instalada. Los empresarios lo vieron bien claro.

En Uruguay se recuerda una histórica visita del Rey Juan Carlos que fue un precipitante de un fenómeno social que término con la dictadura. Había mayor presencia que la que tenemos hoy. Yo creo, y lo he dicho públicamente, que España tiene un activo inmenso al tener cerca 600 millones de personas que tienen una relación muy especial, controversial, con problemas…pero es una relación única en el planeta, no hay otra (refiriéndose a América Latina).

¿Cómo ve en este momento esas espe­ranzadoras nuevas relaciones entre Estados Unidos y Cuba?

¡Muy importante! Son cincuenta años de error de Estados Unidos, de haber aislado en esta forma a Cuba. Yo creo que es importante que se haya abierto esa relación y supongo que de ahí partirá el avance hacia lo que todo el mundo quiere.

Yo creo que es importante y abre un campo que ya no será esta especie de antiamericanismo que ha habido durante cincuenta años como núcleo del tema de las relaciones de América Latina con los Estados Unidos. Este escenario abre las puertas a nuevas formas de cooperación con EE. UU., que hay que alimentar.

Las relaciones cobran cada vez más importancia en un mundo que se está fragmen­tando, que está pasando a trabajar en moléculas en lugar de átomos. Este mundo que tenemos por delante, implica tener a Estados Unidos con una relación mucho más intensa como la que ya tienen once países. Once países ya tienen tratado de libre comercio con EE. UU., nos falta el Atlántico, vamos a tener que llegar a eso. Para ese propósito lo que acaba de pasar con Cuba ha sido útil porque abre la puerta. Una puerta que va a cambiar a Cuba, más tarde o más temprano, pero que también va a facilitar un diálogo más creativo que el que tenemos con EE. UU.

 

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