Por Gabriela Ortega, @gabrielaortegaj Socióloga y consultora política 

Acabamos de vivir el año electoral más agitado en el continente africano, sin embargo, ¿por qué se ha escrito tan poco al respecto? A lo mejor porque los patrones antidemocráticos del continente (fraudes, boicots, llamamientos a golpes de estado, etc.), hacen prever que el escenario político se mantendrá igual, o simplemente una cuestión de agenda setting que ha sido ocupada por el brexit, referéndums fallidos y elecciones en EE. UU.

Por clasificar las elecciones llevadas a cabo en África, según la reacción de los actores que compiten, podríamos hablar de tres tipos:

1. Elecciones democráticas: la parte derrotada reconoce la victoria de su opositor. Países con elecciones que ya sea mediante continuismo o cambio se dieron en entornos más pacíficos que en sufragios anteriores y que concluyeron con el reconocimiento de los resultados finales por parte del candidato vencido.

2. Elecciones autoritarias: la parte derrotada no reconoce la victoria de su opositor por distintos motivos, en la mayoría de ocasiones por reelecciones cuestionables donde el partido vencido tacha los resultados de fraudulentos debido a la gran cantidad de años que lleva el oficialismo en el poder.

3. Elecciones antidemocráticas: es una derivación de la segunda categoría ya que la parte derrotada no reconoce los resultados preliminares (primera vuelta) o alguna parte del proceso electoral, y programa un boicot que consiste en retirarse como alternativa, dejando la victoria libre a su opositor y posicionándose como rival, en la mayoría de casos llamando a la violencia a sus adeptos.

Empecemos por mencionar los países africanos que celebraron elecciones en 2016: Benín, Cabo Verde, Comoras, Guinea Ecuatorial, Gabón, Gambia, Ghana, Marruecos, Níger, República Centroafricana, República del Congo, Santo Tomé y Príncipe, Somalia, Túnez, Uganda, Yibuti, Zanzíbar y Zambia. El 33% de los países del continente Africano convocado a las urnas, nada menos que dieciocho países.
El 44% de los países que vivieron elecciones en el continente africano se encuentran en la primera categoría. Es decir, sin mayores incidentes se han elegido ejecutivos con prácticas democráticas; por ende, es un primer síntoma de la consolidación de los valores de autonomía en el continente. Los países en esta categoría son: Túnez, Ghana (considerados referentes en consolidación democrática); además, el archipiélago de Cabo Verde, la República Centroafricana, Yibuti, Benín y el archipiélago de Comoras (aunque el Tribunal Constitucional ordenó repetir las elecciones en 13 colegios electorales de una de las islas).

Zambia y Uganda están en la segunda categoría ya que, en el primer caso, el partido oficialista se ha proclamado ganador en primera vuelta con el candidato que asumió el poder por la muerte del anterior presidente; en el caso de Uganda será la quinta legislatura del oficialismo que gobierna desde 1986 (alguna organización internacional ha rechazado enviar observadores porque no hay garantías de que se cumplan los mínimos de transparencia electoral). En ambos países la oposición tacha las elecciones de fraudulentas y no reconoce los resultados; sin embargo, en el caso de Gambia, el candidato opositor al gobierno ganó las elecciones y es el oficialismo el que no reconoce los resultados. En este mismo grupo se encuentra la República del Congo que debe celebrar elecciones este año, pero el Tribunal Constitucional ya ha insinuado que actual presidente, Joseph Kabila, permanecerá en el cargo “siguiendo el principio de continuidad del Estado”; aunque este escenario, según varios expertos, puede generar un riesgo mayor de inestabilidad.

El archipiélago de Santo Tomé y Príncipe, Gabón, Guinea Ecuatorial, Somalia (celebra elecciones a finales de diciembre, pero ya ha habido renuncias de candidaturas por rechazo al sistema electoral), Zanzíbar y Níger se ubican en la tercera categoría ya que formaron un boicot por distintos motivos que ha dado como resultado la consolidación del partido de gobierno con más del 80% de los votos.

Este tercer grupo aúna el 33% de los países que celebraron elecciones en 2016, lo cual no significaría un alto porcentaje por sí solo, pero que sumado a la segunda categoría donde las elecciones no terminan de ser democráticas, elevamos al 55% la cantidad de países que en el continente no celebraron sufragios presidenciales con garantías democráticas; es decir, no se puede afirmar un cambio de paradigma en el continente aunque los países que han logrado celebrar elecciones en ámbito de libertad y autonomía merecen ser destacados.

Deberemos esperar, al menos, cuatro años más para que vuelva a producirse un escenario de tanto cambio electoral y político en África y volvernos a preguntar si algo ha cambiado en el continente.

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