Entrevista a Xavier Casals, doctor en historia especializado en el estudio de la extrema derecha

Xavier Casals es doctor en Historia por la Universidad de Barcelona. Su tesis analizó la evolución del neonazismo español y fue publicada en 1995 con el título Neonazis en España. De las audiciones wagnerianas a los skinheads (1966-1995). Desde entonces, ha centrado la mayoría de sus trabajos en la evolución de la extrema derecha en Europa Occidental desde la posguerra hasta el presente. Actualmente estudia las dinámicas de cambio político en España y la eclosión de tendencias populistas, como refleja su último libro El pueblo contra el parlamento. El nuevo populismo en España, 1989-2013. En su faceta como divulgador, Xavier Casals es autor de un interesante blog sobre extremismos y democracia: http://xaviercasals.wordpress.com

Por Sandra Bravo

¿Qué convierte a una ideología en extrema?

En general, su posición en el arco político, en la medida en que su discurso lleva al extremo o radicaliza los postulados de otros partidos. Si es de derecha, es de extrema derecha y si es de izquierda, de extrema izquierda. Es un maximalismo y, en el caso de la extrema derecha, fundamentalmente sería un discurso muy centrado en la defensa de la identidad, una identidad que se percibe como amena­zada, y en la protesta contra el establishment. Estas son las dos grandes banderas de lo que sería la extrema derecha en términos genéricos.

En un análisis en su blog comentaba que no se puede confundir la nueva derecha populista con el neofascismo. ¿Qué los diferencia?

Es una cuestión compleja. En algunos casos puede que sea muy difícil distinguir fronteras nítidas, pero las podemos ver si miramos el Frente Nacional en Francia y Amanecer Dorado en Grecia. El Frente Nacional, dirigido ahora por Marine Le Pen, a diferencia de la etapa en que estaba dirigido por Jean Marie Le Pen, aspira a dejar de ser una formación antisistema para convertirse en un partido de gobierno; por simplificarlo de algún modo, a reemplazar a lo que era la derecha conservadora. Sin embargo, si miramos hacia Grecia, Amanecer Dorado es un partido de fi­liación neofascista, con milicia, que incluso ha sido vinculado a un asesinato, que ha proclamado su rechazo a la democracia de modo explícito, que además tiene un discurso contra la inmigración radical y acentuado. Por tanto, hay muchos tipos de partidos. En este sentido habría una derecha que oficialmente proclama su respeto por el funcionamiento democrático, como el Frente Nacional, y ha­bría otra, mucho más radical de tradición neofascista, que parece emerger tanto en el caso de Amanecer Dorado, como en el de Nuestra Eslovaquia, partido de filiación neonazi que en la región eslovaca de Banská Bystrica ganó las elecciones regionales del pasado noviembre con el 55,5% de los votos.

¿Qué está ocurriendo con la crisis económica? Que los partidos de derecha pueden quedar erosionados y dejar lugar a partidos mucho más radicales y de protesta. Los partidos de extrema derecha no suelen emerger de modo único en su sistema político, sino que tienden a hacer eclosión cuando hay un cambio general en el sistema de partidos. Por ejemplo, los partidos de derecha populista en los años 80 y 90 hicieron eclosión al mismo tiempo que la izquierda ecologista o los ecologistas libertarios. Es decir, los viejos partidos se desgastaron y dejaron espacio para nuevas formaciones, tanto a la derecha como a la izquierda. Los nuevos partidos surgen, en buena medida, porque los grandes partidos tradicionales no son capaces de recoger las demandas sociales que existen. En este sentido, los partidos de esta derecha populista surgen en un contexto de crisis de confianza ciudadana. Resumiendo: no es que la extrema derecha genere una crisis del sistema, es la crisis del sistema la que ofrece posibilidades de ascenso a la extrema derecha.

Algunos sondeos apuntan a que la extrema derecha podría conseguir en mayo 90 diputados de los 764 del Parlamento Europeo. ¿Cree que será así y, en tal caso, que consecuencias cree que tendrá?

Creo que conseguirán unos buenos resultados y que tendrá una consecuencia muy importante, que el discurso antieuropeísta ganará centralidad. Es decir, ahora es un discurso marginal, pero cada vez se oye con mayor intensidad. Tras elecciones de mayo puede no sólo que tenga un grupo propio, sino que incluso tenga dos. Esto implicará una oposición a determinadas leyes o propuestas de ley que tendrá poderosos altavoces. En este sentido, creo que los responsables políticos de la Unión Europea deberían revisar cómo han gestionado la crisis, en el sentido en que la Europa social ha quedado en un segundo plano tras la Europa de los mercados. Por simplificar, la Unión Europea se ha proyectado como un singular cobrador del frac que cobraba los rescates a los países pobres y pasaba factura a los países ricos para que rescataran a los pobres. Es francamente poco atractivo y estimulante para los ciudadanos apoyar a una Unión Europea que quizá haya tenido un papel decisivo en estabilizar la crisis, pero que su proyección ha distado mucho de ser la de una Unión Europea al servicio de los ciudadanos.

Dentro de la extrema derecha europea, ¿destaca algún país, algún líder o algún partido que influya en el comportamiento del resto?

Influyen más los que consiguen mejores resultados electorales, por motivos obvios: son los que muestran un camino a seguir. En estos momentos, según un sondeo pu­blicado por Le Monde, un 34% de los franceses está de acuerdo con las ideas de Marine Le Pen. Por tanto, Marine Le Pen es un ejemplo para partidos que quieren crecer y abandonar posiciones antisistema. Al mismo tiempo, Amanecer Dorado puede tener eco en círculos minoritarios de la extrema derecha, como puede ser en determinados sectores de España; porque muestra cómo un partido marginal llega a obtener una presencia institucional importante en poco tiempo.

Lo que marca el camino es el éxito que tienen los distintos partidos y, sobre todo, los temas con los que consiguen este éxito electoral. Para entendernos, en los años 80 fue Jean Marie Le Pen el que puso una nueva bandera a la extrema derecha: la inmigración y el orden público. Hasta entonces era la nostalgia del pasado o lo que se denomina chauvinismo del bienestar, que es la defensa de la prioridad de los autóctonos en recibir las prestaciones del Estado de Bienestar. Ahora vemos como, por ejemplo, por una parte emergen discursos islamófobos, que asocian globalmente el Islam a una religión de conquista, sin diferenciar entre los distintos sectores que puede haber en la comunidad musulmana; pero también vemos cómo esa islamofobia puede generar un paradójico giro de estos partidos de extrema derecha. ¿En qué sentido? En que al presentar al Islam como amenaza de las minorías homosexuales o feministas, pueden dirigirse a sectores sobre los que antes tenían un escaso atractivo.

En su blog mencionaba que la extrema derecha europea se fortifica en sus refe­rentes históricos mientras que en España las iniciativas de extrema derecha que han tenido cierto éxito electoral (PxC, E2000) evitan identificarse con ellos. Hablaba del peso de la “vieja memoria”. ¿Nuestra memoria pesa más o menos que la de otros países?

Los partidos de la derecha populista que consiguen buenos resultados electorales son partidos que se desvinculan del pasado, partidos que no se pro­claman generalmente de genealogías históricas y que, simplificando, miran hacia el futuro. Estos partidos son partidos de protesta y defensa de la identidad nacional, que aglutinan un electorado transversal que puede ser muy amplio. Colectivos que pueden ser minorías pueden extenderse a un electorado de protesta, tanto a un antiguo electorado de derechas como de izquierdas. Por ejemplo, el Partido Popular de Austria (FPÖ) o el Frente Nacional francés han sido los partidos con mayor voto obrero. Las nuevas formaciones de extrema derecha se dirigen a un electorado muy amplio, que a menudo o en un elevado porcentaje se declara ninista, ni de derechas ni de izquierdas, y por tanto tienen un nicho de crecimiento. Además, en el caso de España, a la mayor parte del electorado las referencias del franquismo y la gue­rra civil le son muy lejanas. Por consi­guiente, movilizar este electorado a partir del recuerdo o la nostalgia de un régimen que la mayor parte del mismo no ha conocido es complicado.
¿No pasaría lo mismo en otros países de Europa?

Si miramos la geografía de Europa Occi­dental y Europa Oriental tiene unas dinámicas distintas, los paí­ses que han experimentado un desa­rrollo más lento y difícil de la extrema derecha han sido los que tuvieron dictaduras anticomunistas: Portugal, España y Grecia. Si reflexionamos sobre la cuestión, nos damos cuenta de que en Portugal, a pesar de la dura crisis económica, la extrema derecha tiene unos resultados insignificantes. En España está territorializada y además con unos resultados solo a nivel local. Y en Grecia no ha conseguido una presencia institucional importante hasta hace prácticamente una década, e incluso ha conocido una mutación: ha perdido protagonismo lo que sería una derecha populista homologable a Europa, como era LAOS, y en cambio ha emergido una extrema derecha de ascensión neofascista (Amanecer Dorado). Por tanto, estos países que han conocido dictaduras anticomunistas durante la Guerra Fría es posible que conozcan unos desarrollos singulares de sus respectivas extremas derechas. Y también ofrecen otro elemento de reflexión: crisis económica no implica automáticamente crecimiento de la extrema derecha. Si miramos Portugal o España, el ejemplo en este sentido es diáfano.

En el caso de España, ¿qué significaría la entrada de Vox en unas eleccio­nes generales? Es un partido que se sitúa a la derecha del PP pero, ¿podríamos clasificarlo de extrema derecha? ¿Guarda similitudes con los partidos de extrema derecha europeos?

En el caso de Vox, por ahora, es un partido que se sitúa a la derecha del Partido Popular, es un partido que puede satelizar sin que ello implique que sea de extrema derecha a un electo­rado ultranacionalista, católico… pero también puede convertirse aunque no disponemos de ningún sondeo y tampoco sabemos si Vox logrará captar más adhesiones de dirigentes significados del PP en una derecha a la derecha del PP que aglutine un voto de protesta de sus electores descontentos con las políticas económicas, te­rritoriales y penitenciarias. En este sentido, y yendo al campo de las especulaciones, sobre las cuales tenemos escasos elementos para hacer juicios concluyentes por lo tanto cualquier hipótesis ha de ser provisional, se observa una tendencia hacia un mapa político en España con tres ejes.

Haciendo una simplificación casi caricaturesca podríamos tener dos grandes partidos, que serían el PP y el PSOE, que seguirían la ortodoxia de las políticas económicas de Bruselas; por otro lado, a su izquierda y a su derecha pueden aparecer otros partidos contrarios a esas políticas, pero además tendríamos otro eje que sería el de partidos tradicionales y nuevos partidos. Si nos fijamos, están emergiendo una serie de nuevos partidos que, a pesar de sus grandes dife­rencias ideológicas que pueden situarles en polos opuestos, presentan ciertas caracte­rísticas comunes. En general, hacen bandera tanto de la protesta contra el establishment como de la defensa de una identidad amenazada, sea esta nacionalista periférica, española o regionalista, como el caso del Foro Asturias Ciudadano. Son partidos que rechazan definirse como tales; buscan denominaciones transversales: Ciutadans, que además escogió como segunda marca para presentarse a los comicios españoles Mo­vimiento Ciudadano; Plataforma per Catalunya, Vox, que es el ejemplo más claro y remite a vox populi, vox Dei en cierto sentido; Unión, Progreso y Democracia, Compromís, Equo… Las nuevas formaciones pretenden no solo distinguirse de los partidos tradicionales en la denominación y en buscar un electorado transversal, sino sobre todo en apelar a valores: compromiso, unión, progreso y democracia… y presentarse como movimientos cívicos. Es decir, ante unos partidos desacreditados, se alzan, metafóricamente, expresiones de la sociedad civil con forma de partido.

Un tanto paradójico criticar a los partidos políticos desde un partido político, aunque sea con otra denominación…

Los partidos tradicionales parecen estar agotando su tiempo político. Emerge una nueva forma de hacer política que se sitúa en una órbita distinta. Ya no tenemos definiciones ideológicas tradicionales socialdemocracia, democracia cristiana, libe­ralismo… sino valores, identidad y protesta antiestablishment. En el fondo, late un ansia de democracia directa y participativa mucho mayor de la que tenemos, que refleja este deseo de trasladar la plaza electrónica a la plaza pública. Es decir, si en Internet es posible una democracia directa y participativa que en buena medida es lo que trató de plasmar en las plazas el movimiento del 15-M por qué no es posible en la política. En este sentido, el sistema parlamentario, concretamente en España nacido en el postfranquismo, da síntomas de evidente agotamiento. Crisis de los partidos tradicionales, pero también desconfianza hacia el sistema y las insti­tuciones, desde el Senado hasta los organismos judiciales, pasando por la Corona.

Estamos ante una decadencia de las viejas instituciones y la emergencia de una nueva forma de hacer política más vinculada a las redes sociales, que busca una conexión más directa y a menudo emocional con el elec­torado, con unos mensajes más contundentes. Una nueva política que intenta reflejar una democracia más horizontal y participativa, mientras que los partidos tradicionales muestran todavía un funcionamiento jerárquico, vertical, con grandes dificultades para adoptar medidas como las listas abiertas o reformar los sistemas electorales. Por consiguiente, auguro que en el próximo ciclo electoral en sentido amplio elecciones locales, generales y posiblemente en distintos Parlamentos autonómicos veremos cómo en España asistimos a una caída muy importante y, eventualmente, al principio de su desintegración.

¿La extrema derecha es por tanto más directa y emocional en su mensaje que otros partidos?

Como analista y estudioso de la extre­ma derecha me gustaría destacar que, muy a menudo, los medios de comunicación o los análisis amplifican el mensaje de la extrema derecha, pero se echa en falta un análisis no solo de cuál es su mensaje, sino de cómo lo transmiten. Del mismo modo que se analizan mucho las campañas electo­rales de los grandes partidos, en el caso de la extrema derecha, sobre todo en España, no abundan las reflexiones de cuáles han sido su iconografía, sus carteles, sus lemas… A menudo se nos resume su mensaje diciéndonos que es un mensaje xenófobo, un mensaje antiestablishment, pero a veces es poco clarificador y se echa en falta una reflexión más a fondo sobre cómo transmiten este mensaje.

Existe la percepción de que la extrema derecha transmite un mensaje sobre las esencias de la nación, cuando en realidad la extrema derecha se apoya en la cotidianidad, es decir, no es un nacionalismo esencialista. Te están diciendo: tú perderás prestaciones del Estado de bienestar; tú verás cómo tu sueldo pierde capacidad adquisitiva; tú verás cómo tu cultura tradicional se diluye. Es decir, no te habla de entelequias, de las esencias de la nación, sino al contrario, te habla de tu reali­dad cotidiana y se dirige a unos votantes, sobre todo en las periferias de las grandes ciudades, que ven cómo su barrio se ha convertido en suburbio. A menudo se cree que la extrema derecha es esencialista en sentido caricaturesco, que reclama una nación idealizada, pero no podemos olvidar que la extrema derecha busca movilizar un electorado con mensajes cercanos, muy materiales y cotidianos. Todavía se cree que, poniendo el ejemplo de Francia, el Frente Nacional apela a Juana de Arco, cuando en realidad lo que dicen es que en lugar de polenta habrá cuscús, que cuando vayas a la seguridad social serás el último, que tu sueldo bajará por la competencia de los precios, etc. En este sentido, echo de menos esta reflexión de cómo se transmite el mensaje de la extrema derecha, porque el mensaje se puede resumir de muchas formas, pero es muy interesante observar cómo se vehi­cula.

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