Desde el año 2000, el mapa presidencial en América Latina ha experimentado fuertes cambios. El surgimiento de nuevos líderes —al margen de los partidos tradicionales en algunos casos, vinculados a ellos pero con un peso mayor del líder que del partido en otros— hace necesario explicar qué nuevos elementos entran en la ecuación que lleva a un candidato a ganar una elección en América Latina. Ello aun reconociendo que los partidos políticos siguen teniendo su relevancia, especialmente en algunos países de los que el caso mexicano es buen ejemplo.

Joan Navarro, Socio y Vicepresidente de A­­­­suntos Públicos en Llorente & Cuenca España.
Manuel de la Fuente, Llorente & Cuenca España.
Ava Gómez-Daza,, Universidad de Salamanca.

El ascenso de presidentes tan particulares como Evo Morales, Hugo Chávez, Lula, Rafael Correa o el derrocado Fernando Lugo —por citar solo algunos, cada uno con sus diferencias— ha de hacernos reflexionar sobre qué nuevos parámetros importan a la hora de conseguir el éxito electoral, pues los hechos avalan la hipótesis de que la concepción tradicional del candidato a presidente ha experimentado una importante renovación, materializada en el surgimiento de nuevos líderes que no se pueden asociar con las élites tradicionales sino que, en todo caso, o bien no son parte de la élite, o bien son parte de “nuevas élites”. A conti­nuación te mostramos un pequeño informe que puede ser de útil para explicar los diferentes lide­razgos en América Latina.

Viejos problemas que explican nuevos es­­ce­narios

En un informe elaborado por el equipo de Asuntos Públicos de Llorente & Cuenca en colaboración con el Espacio de Cultura Científica de la Universidad de Salamanca se toman en cuenta diversos factores que contribuyen a explicar la situación actual. En primer lugar, se destaca la existencia durante décadas de partidos altamente jerarquizados, poco permeables a las demandas ciudadanas y muy vinculados a las élites tradicionales de las sociedades latinoamericanas. La década de los 90 trajo consigo intentos de renovación de estas anquilosadas estructuras partidistas, pero acabaron en sonados fracasos. La mirada cortoplacista de los dirigentes, muchos de los cuales seguían ganando elecciones pese a todo, no supo apreciar ningún incentivo para la apertura y la transparencia en los partidos políticos.

En segundo lugar, el enorme contraste social existente en la región, cuya desigualdad fue —y sigue siendo— uno de los principales problemas, motivo de creciente inestabilidad política y económica. El índice de GINI, utilizado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) para medir la desigualdad muestra que hay una serie de países que incrementaron su desigualdad en el periodo que va de finales de los 90 a la década del 2000. Son los casos de Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras y República Dominicana. Esto, unido a que en los 90 las políticas neoliberales se mostraron incapaces de propiciar mejoras en el nivel de vida de las clases populares, propició el giro político en la región, haciendo llegar al poder a gobiernos de izquierda en un buen número de países.

En tercer lugar, sobre la base de este contexto, se produce el surgimiento de nuevos actores, dotados de una gran capacidad de liderazgo, que han roto con las estructuras partidistas tradicionales y que han surgido de procesos de gran movilización entre las clases populares de sus respectivos países.

Nuevas características para el éxito electoral

En el informe se analizan cuáles son las ca­racterísticas que más han contribuido en el periodo que va de 2000 a 2012 a convertir en presidentes a los candidatos latinoamericanos. Se llega a la conclusión de que, en el contexto descrito, factores que tradicionalmente ayudaban en el éxito electoral de los candidatos —por ejemplo, la pertenencia a un partido tradicional, la elevada formación o el origen social— han perdido su efecto positivo, dando lugar a la aparición de un elemento de personalización de la política, donde el liderazgo se ha convertido en un factor muy importante, que permite a ciertos candidatos superar sus déficits en esas otras características que históricamente han ayudado al éxito electoral.

Se observa que en el periodo analizado hay tres variables con gran influencia en el éxito de un candidato: vencer en primera vuelta, poseer el apoyo del presidente saliente y carecer de estudios universitarios. La primera únicamente viene a confirmar que en los países que poseen sistema de ballotage la segunda vuelta tiende a confirmar el resultado de la primera. El apoyo del saliente otorga cierta importancia a los padrinazgos, que se han dado en varios países, especialmente en el último periodo, hacia candidatas mujeres: son, por ejemplo, los casos de Oscar Arias y su apoyo a Laura Chinchilla en Costa Rica, Lula y su apoyo a Dilma Rousseff en Brasil o el fallecido Néstor Kirchner y su apoyo a Cristina Fernández en Argentina. Pero de las tres variables citadas, la tercera es la más singular: de acuerdo al mo­delo construido, tener un nivel educativo universitario ha reducido el porcentaje de votos en un 7% en el periodo analizado. Poseer un menor nivel educativo es, sin lugar a dudas, una desventaja. Por ello, si entendiésemos una elección presidencial como una carrera donde generalmente compiten dos candidatos con opciones de éxito, este resultado implica que candidatos carismáticos, que partían de posiciones de desventaja en la parrilla de salida con respecto a sus oponentes, han sido capaces de superar estas desventajas y posicionarse por delante de sus rivales. Ahí es donde hemos de poner en valor la capacidad de liderazgo.

En el informe no se obvia la peculiaridad del periodo analizado. Asimismo, la experiencia de los partidos tradicionales latinoamericanos, hoy muchos en descomposición, se presenta como un serio aviso de los efectos de la desafección política, ocasionada por estructuras partidistas opacas, excesivamente je­r­­arquizadas y poco transparentes. Va­rios de los últimos procesos electorales muestran que se ha dado un proceso de identificación de sectores de población, antaño excluidos de la vida política, con un nuevo tipo de líder que utiliza en su beneficio elementos vinculados al carisma y al liderazgo. Este hecho abre un nuevo eje de estudio y de acción en la implementación de las campañas electorales en la región.

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