Por Pablo Vázquez Sande, @vazquezsande Profesor de Comunicación Organizacional en la Universidad de Santiago de Compostela

Uno de los principales requisitos para que el desempeño de una actividad u oficio pueda ser considerado una profesión reside en la existencia de una formación académica reglada que garantice la adquisición de conocimientos y habilidades específicas. En ese sentido, no podremos dar por concluida la profesionalización de la comunicación política hasta que no se produzca dicha realidad en nuestro campo.

Por ello, este artículo analiza los planes de estudio de los grados de Periodismo que ofrecen las universidades españolas y, más específicamente, las guías docentes de las asignaturas vinculadas a la comunicación política, con el objetivo de conocer ya no solo cuál es el nivel de implantación de esta materia sino también qué parámetros priman desde el punto de vista formal y del contenido.

Antes de nada, se hace preciso tomar en consideración dos referencias contextuales que inciden notablemente sobre el objeto de estudio. Por una parte, las estadísticas de ocupación de los periodistas que, como refleja el Informe de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM) de 2015, recogen el auge de la comunicación corporativa como destino laboral del 43% de estos profesionales (y, más concretamente, el 21,1% que desempeñan sus funciones en “partido político, institución y ONG”) .

Por la otra, el diseño de la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA), planteado en el Libro Blanco de los Estudios de Comunicación hace ya una década, contempla para los titulados en Periodismo dos perfiles profesionales muy relacionados con la comunicación política: redactor o responsable de prensa o comunicación institucional; e investigador, docente o consultor de comunicación (figura en auge en nuestro campo).

Sombras

Ante esta situación, la primera sombra se observa al detectar que solo se pueden aprender este tipo de contenidos en poco más de la mitad de los 38 grados de Periodismo españoles. En concreto, el mapa universitario nacional incluye asignaturas de este tipo a lo largo de 21 grados, lo que implica que los periodistas españoles salidos del resto de facultades de nuestro país (un significativo 44,7% de los centros) no habrán cursado, con total seguridad, formación específica alguna en comunicación política.

Si a este factor se le añade la elevada opcionalidad con la que se incluyen estas asignaturas en los planes de estudio (circunstancia que se produce en dos de cada tres casos), se incrementa notablemente la probabilidad de que los periodistas culminen sus estudios sin haber recibido formación en comunicación política. De hecho, el análisis conjunto de ambas variables (la presencia o ausencia de materias de este tipo y la consideración que se les asigna de obligatorias u optativas) nos permite concluir que solo los egresados de uno de cada cinco grados de Periodismo en España habrán tenido que cursar con total certeza alguna asignatura específica de esta área.

En cuanto al perfil de los centros donde se imparten, no se constatan diferencias significativas según su titularidad pública o privada, si bien las universidades sostenidas con fondos públicos parecen mostrar una mayor inclinación a la hora de incorporar estos contenidos, ya que el 57,1% de las facultades públicas cuentan con al menos una materia en comunicación política frente al 42,9% de las entidades privadas. Estas cifras suponen que en torno a un 60% de los grados públicos de Periodismo españoles incluyen programas de este tipo, frente al 50% de los de las universidades privadas.

Tampoco se registran variaciones reseñables en lo relativo a la carga lectiva que tienen asignada, ya que al 75% de las asignaturas de comunicación política les han sido otorgados seis créditos ECTS (European Credit Transfer System), lo que implica un trabajo del alumno de entre 150 y 180 horas, a razón de 25 ó 30 horas por crédito computado. El 25% restante se corresponde con materias con menor peso académico: 4,5 créditos (8,3%), cuatro créditos (4,2%) y tres créditos (12,5%).

También se comprueba una fuerte hegemonía si aludimos a la ubicación de este tipo de asignaturas en el itinerario formativo, ya que la tendencia es claramente a aparecer al final de los planes de estudios de los grados de Periodismo: el 91,8% de ellas han de cursarse forzosamente en el segundo ciclo y, más específicamente, el 50% de ellas solo se ofrecen en el último curso. Paralelamente, hay que añadir que en este último curso se pueden estudiar también el 21% de las asignaturas previstas para el segundo ciclo y otra que se plantea para segundo, tercero y cuarto cursos.

En cuanto a la denominación que reciben, predominan aquellas con la designación genérica “Comunicación Política” (45,8% de los casos), condición que permite un amplísimo abanico de posibilidades a la hora de elaborar el temario. Por el contrario, en otras ocasiones esta variedad se restringe al vincularla a otras disciplinas o ramas específicas: ocurre con la asociación con la opinión pública (16,7%) o con el ámbito electoral (20,8%), mientras que en el resto de opciones el nombre hace referencia a otras cuestiones, como la esfera territorial (“Comunicación Política Internacional”), el componente estratégico (“Communication Strategy in Politics”), el refuerzo de la relación entre la información y la comunicación (“Información y Comunicación Política”) o la orientación al campo institucional (“Comunicación Política e Institucional”).

Como es lógico, esta diversidad de enfoques encierra una heterogeneidad programática que impide el establecimiento de una taxonomía temática en la medida en que las coincidencias son relativas. No en vano, las concepciones de estas asignaturas varían sensiblemente desde las que se orientan fundamentalmente a una visión histórica de la disciplina hasta las que se vinculan estrechamente a aspectos como la opinión pública, pasando por las que se vertebran en torno a una aproximación sincrónica.

Todo ello nos genera el siguiente “retrato robot” de las asignaturas de comunicación política en los grados de Periodismo españoles: aparecen con mayor frecuencia en universidades públicas, casi siempre en el segundo ciclo de sus planes de estudios, con una carga lectiva habitual de 6 ECTS, mayoritariamente presentan la consideración de optativas y su denominación más repetida es la genérica “Comunicación Política”.

Paralelamente, también hemos realizado una aproximación prospectiva a las guías docentes de las asignaturas de la rama de la comunicación corporativa, institucional, empresarial y organizacional, con la finalidad de apreciar si brindan un tratamiento diferenciado a la Comunicación Política. Sin embargo, solo cuatro de los 33 documentos que hemos podido abordar contemplan al menos un tema específicamente consagrado a nuestra disciplina: sucede en los casos de las materias “Información Institucional” (Universidad Carlos III), “Comunicación Empresarial e Institucional” (Universidad Camilo José Cela), “Comunicación Comercial, Corporativa e Institucional” (Universidad del País Vasco) y “Dirección de la Comunicación Pública” (Universidad del País Vasco).

Por otra parte, no deja de resultar llamativo el parámetro del departamento al que se adscriben los profesores de estas asignaturas, ya que en ningún caso hemos podido detectar uno específico de Comunicación Política. Si bien es cierto que en la Universidad de Navarra se indica la pertenencia de los docentes al área de Comunicación Pública, en el resto de ocasiones proceden de otras variopintas: Filología Catalana y Comunicación, Ciencias Sociales y Humanas, Periodismo o Teoría de los Lenguajes y Ciencias de la Comunicación, por citar solo algunos ejemplos.

Luces

Sin embargo, frente a estas sombras también alumbran algunos claros, especialmente procedentes de los niveles educativos superiores. Así, el Registro de Universidades, Centros y Títulos (RUCT) del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte recoge siete programas de máster con las palabras clave “Comunicación Política” (aunque inicialmente figuran nueve, uno de ellos está duplicado y otro en fase de extinción), fundamentalmente en centros privados – al contrario de lo que acontecía en la etapa de grado – y con programas igualmente caracterizados por la heterogeneidad programática. Sirva como ejemplo de ello que algunos conceden gran peso específico al marketing aplicado, mientras que otros lo obvian; algunos se concentran en la ciencia política, mientras que otros no incluyen contenidos al respecto; y algunos atienden a la comunicación electoral, mientras que otros la ignoran por completo.

Otro elemento que invita al optimismo es la implantación de un programa de Doctorado en este ámbito. Tomando como referencia nuevamente la base de datos del RUCT, el Consejo de Ministros aprobó en su sesión del 12 de marzo de 2010 la creación del Programa Oficial de Doctorado en Política, Comunicación y Cultura en la Universidad Complutense de Madrid, lo cual no es óbice para que en numerosas ocasiones la producción de tesis doctorales se haya continuado realizando al amparo de otros programas menos especializados.

Asimismo, se han ido dando pasos que arrojan luz sobre este escenario, con menciones como la de Comunicación Institucional en el grado de Periodismo de la Universidad Camilo José Cela, alcanzable después de superar cuatro materias; con títulos como el de experto en Comunicación y Marketing Político en la Universidad Cardenal Herrera CEU, que el alumno obtiene tras cursar 14 asignaturas especializadas; o, ya en los albores del curso académico 2016-2017, el diseño de la mención en Comunicación Política y Corporativa, con cinco materias específicas, en el recientemente creado grado en Comunicación de la Universidad Camilo José Cela.

Conclusión

En síntesis, el panorama universitario español dibuja un escenario en el que los esfuerzos por dotar a los periodistas de educación específica en comunicación política se centran, fundamentalmente, en etapas educativas posteriores (máster y doctorado) en las que no se adentran todos los egresados en Periodismo. Para paliar esta situación convendría, además de reducir la opcionalidad con la que se presentan actualmente estos contenidos, implementar más horas de formación, bien en forma de más asignaturas propias o bien incorporando la comunicación política como tema en el seno de alguna de las materias consignadas a la comunicación corporativa.

Solo así estaremos en condiciones de garantizar que los periodistas españoles cuentan con una base académica sólida a la hora de desempeñar su trabajo en el ámbito de la comunicación política, de modo que la Universidad responda no solo a las demandas laborales recogidas en los sucesivos informes de la APM sino también a las exigencias que la propia ANECA ha planteado hace una década al respecto.

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1 A estas cifras cabría añadir un porcentaje nada despreciable de quienes aseguran trabajar en una “empresa pública” (13,2%), un organismo de la administración pública (24,2%) y una agencia de comunicación (10%). Se añade esta puntualización porque las fronteras entre la comunicación política y la pública-institucional no siempre se preservan en la práctica al no guardar las distancias procedimentales por la que aboga la teoría; y, por otro lado, porque la frecuencia con que los partidos políticos recurren a agencias de comunicación también sugiere que estos profesionales habrán tomado contacto con la comunicación política.

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