Por Pepe Martínez, @pepemar88, consultor político y escritor de discursos.

El problema de las campañas electorales, es que ofrecen un mapa del paraíso que acostumbra ser falso.

Es la hermosa poesía electoral, que contradice pronto la dura prosa del gobierno -la metáfora es de Felipe González, que dominó ambas-.

La historia de la democracia es la historia de la decepción entre lo que prometió ser y lo que finalmente fue.

Esta ontología, lejos de ser pesimista, es un reflejo del optimismo intrínseco del ciudadano, que es capaz de ilusionarse en cada nuevo ciclo electoral, creyendo que un mundo mejor es todavía posible.
La victoria el pasado octubre de Jair Bolsonaro, repite este viejo esquema.

Después de casi quince años de gobierno progresista, Bolsonaro fue capaz de tomar el pulso a una sociedad cansada de la corrupción, la inseguridad y el relato hegemónico del socialismo, ofreciendo una alternativa radical pero creíble, que apelaba directamente al alma conservadora del país.
La receta milagrosa de Bolsonaro no es nueva: libertad económica, conservadurismo social. La vieja piedra filosofal de la derecha. Pero parece haber conectado con una amplia mayoría de brasileños que dejó de creer en las promesas del socialismo, fracasado en su cruzada de sacar al país más rico de Latinoamérica de la pobreza.

El discurso de toma de posesión es el último de la campaña y el primero del gobierno. Bolsonaro se propuso definir en él su receta para Brasil y lo hizo en apenas ocho minutos y cinco frases contundentes.

Cinco frases que perduraran en la frágil memoria colectiva, como el Brasil que soñó Bolsonaro.

1. «Esta es nuestra bandera, que jamás será roja»

Bolsonaro prometió «liberarse del socialismo, de la inversión de valores y de lo políticamente correcto” y “combatir de la ideología de género”.

Su gran tema de campaña, y la idea fuerza que vertebró todo su discurso: combatir el relato hegemónico del socialismo, la ideología que permea todas las capas de la sociedad y la administración, y que -a través el tamiz simplificador del populismo- es la culpable de todos los males del Brasil moderno.

2. «El ciudadano de bien merece disponer de los medios para
defenderse»

“Luchar contra la criminalidad, reforzar las fuerzas armadas”, “Dotar al ciudadano de las armas para que puede defenderse”. Fuego para combatir el fuego. Su receta para acabar con la criminalidad, en el país con más homicidios del mundo, pasa por poner en valor el ejército y facilitar el acceso a las armas a los ciudadanos.

3. «Acabar con la mayor crisis ética, moral y política de la historia de Brasil»

La victoria del Partido Social Liberal no se entiende sin el Caso Petrobras, el mayor escándalo de corrupción en la historia de Brasil. Bolsonaro es un producto de la indignación ante esa corrupción, que supuso el último clavo en el ataúd de la credibilidad del PT. Su desconexión definitiva con el pueblo.

4. «Reafirmo el compromiso de construir una sociedad sin discriminación o división»

El peor enemigo de Bolsonaro, es él mismo. Sus comentarios homófobos, sexistas y racistas, perfilaron un candidato sin pelos en la lengua, que inflama pasiones y cosecha titulares. Un perfil óptimo para un candidato, pero mucho menos para un presidente.

Por eso comenzó a construir su nueva imagen pública, apelando a la unidad, a acabar con la discriminación y reforzando su imagen social con la extraordinaria intervención, en lenguaje de signos, de su mujer.

5. «Brasil por encima de todo. Dios por encima de todos»

Familia, Patria, Dios. El corazón del ideario conservador. Un ideario que supone la columna vertebral del relato de Ordem e Progresso de Bolsonaro. Una vuelta a la esencia del alma tradicional de Brasil, sobre la que sustenta su relato –casi mesiánico- de lo que debe hacerse para cambiar el país.

Los discursos de toma de posesión son siempre un desafío. El antiguo candidato, es ahora presidente. Debe ser capaz de cerrar las heridas de la campaña, sin renunciar al relato que le hizo ganarla. Moderarse, sin perder su esencia. Ser el presidente de todos, sin traicionar a los suyos.
Comenzar a traducir la poesía, en prosa.

Bolsonaro lo consiguió. Sin renunciar al discurso contundente y radical que lo llevó al Planalto, resultó creíble, honesto y presidencial.

El pueblo de Brasil confió en él y eligió su mapa del paraíso.

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