Pedro Ruiz
En la fotografía política hay un punto de equilibrio difícil: ser invisible sin desaparecer. Amparo García lo ha encontrado. Con veinticuatro años, ha conseguido algo que solo los elegidos logran tan pronto: dotar a una institución de una identidad visual propia, coherente, respirable. Desde el Ayuntamiento de Málaga, donde coordina la fotografía y la edición gráfica —también de vídeo— y donde es además la fotógrafa del alcalde, Paco de la Torre, Amparo trabaja con una precisión que se nota más cuando no se nota.
El pasado 8 de noviembre recibió el Premio ACOP 2025 a la Mejor Fotografía Política, un reconocimiento que consolida su nombre en un ámbito que empieza, por fin, a visibilizar a quienes están detrás del relato visual del poder. Este texto no es un perfil biográfico ni una entrevista. Es un intento de contar —desde el oficio— qué hay detrás de una mirada que ordena y da sentido a la política municipal: qué estilo tiene, qué significa para ella la fotografía política y cómo ha conseguido, con una cámara y mucho criterio, rejuvenecer la imagen pública de un alcalde veterano sin traicionarlo.

La importancia de una mirada joven
Cuando uno revisa los archivos fotográficos de la política local en España, se encuentra con un paisaje bastante uniforme: poses de protocolo, fondos institucionales, sonrisas medidas, encuadres previsibles. En ese contexto, la llegada de alguien como Amparo García supone un cambio de tono.
Amparo pertenece a una generación que ha crecido viendo política en las pantallas pequeñas: no solo en informativos, también en redes, en relatos visuales más cercanos, menos rígidos. Esa educación visual se nota cuando la ves trabajar. No entiende la fotografía política como una serie de ‘fotos de acto’, sino como un hilo que cose días, gestos y decisiones.
Y ahí encaja la figura de Paco de la Torre. Un alcalde con trayectoria larga muy reconocible y una imagen pública consolidada, suele arrastrar también ciertos clichés visuales: el busto parlante, la inauguración, el apretón de manos. Amparo ha ido desmontando ese repertorio sin faltar al respeto a su recorrido. Lo ha hecho acercándole al presente visual, sin disfrazarlo de algo que no es.
Su juventud —no solo de edad, también de mirada— le ha permitido jugar con algo muy delicado: rejuvenecer la imagen del alcalde desde el respeto. Lo vemos en planos más cercanos, en escenas cotidianas, en paseos por la ciudad donde la cámara no solo ve a un cargo, sino a una persona en movimiento. No le cambia, le actualiza ante los ojos de la ciudadanía.

La política desde dentro: narrar sin entrometerse
“Hay que contar sin molestar”, dice Amparo, mientras termina de revisar una selección de imágenes tras un pleno. La frase resume una ética de trabajo.
Su día arranca con la agenda del Ayuntamiento, pero no se limita a mirar actos: lee el día como una historia posible. Dónde está el alcalde, con quién se reúne, qué actividad tiene la ciudad, qué momentos pueden ayudar a explicar mejor la gestión municipal. No es solo cubrir: es anticipar qué necesitará luego comunicación, redes, prensa, archivo… y también qué imagen de Paco de la Torre quiere construir a largo plazo.
“Hay que contar sin molestar”
Fotografiar a un alcalde que lleva tantos años en el cargo exige una delicadeza especial. La repetición es un riesgo: los actos se parecen, los espacios se repiten, los gestos se vuelven previsibles. Amparo combate esa monotonía desde lo pequeño: cambia el punto de vista, busca un reflejo en un cristal, se queda medio paso atrás para incluir a vecinos en el encuadre, se acerca a unas manos que cogen un plano o un documento.
En esas decisiones se juega algo más que la estética: cómo se percibe hoy a un líder veterano. Si solo se le mostrara en atriles, parecería anclado en un tiempo pasado. Si solo se le fotografiara en visitas amables, correría el riesgo de parecer decorativo. El equilibrio que ella construye lo mantiene en su sitio: como figura de experiencia, sí, pero en diálogo con una ciudad que cambia.
A todo eso se suma su rol de editora visual del Ayuntamiento también para vídeo. Que la misma persona coordine la imagen fija y la imagen en movimiento garantiza que, cuando el alcalde aparece en un resumen audiovisual o en una pieza corta para redes, lo haga con el mismo tono visual con el que lo vemos en una fotografía publicada en prensa. No es casualidad: es mirada unificada.
La editora invisible: construir relato sin protagonismo
Hay fotógrafos que confían su trabajo a la chispa del momento. Disparan, entregan y alguien más decide. Amparo no trabaja así. Ella dispara pensando ya en cómo va a editar.

Su escritorio mental tiene siempre varias capas: lo que necesita la nota de prensa, lo que pide una publicación en redes, lo que será útil dentro de seis meses para un balance de gestión o una exposición. Esa visión de conjunto es la que diferencia a quien hace fotos de quien construye relato visual.
Con Paco de la Torre lo vemos a diario. No es lo mismo elegir una foto del alcalde en el centro de la imagen, rodeado de banderas y logotipos, que escoger un plano en el que se le ve escuchando a un comerciante del barrio, inclinado hacia él. Ambos son reales, ambos se dan. La diferencia está en cuál se prioriza. Amparo tiende a optar por la que lo muestra en relación con la ciudad, con su equipo, con la gente.
Esa decisión editorial, repetida en el tiempo, va rejuveneciendo su figura pública. No porque lo haga parecer más joven físicamente, sino porque lo presenta como alguien en movimiento, atento, conectado con su entorno. No es el alcalde inmóvil; es el alcalde que sigue recorriendo su ciudad.
Todo esto lo hace sin ponerse en primera línea. Su nombre no aparece al pie de las notas ni se explica cada vez que se publica una imagen. Su protagonismo es otro: estar en la sala donde se decide qué se enseña y cómo.
Luz de Málaga: transparencia y verdad
Trabajar en Málaga es trabajar con una luz traicionera. Lo sabe cualquiera que haya intentado fotografiar a pleno sol en el paseo marítimo o en una calle estrecha del centro. La luz rebota, se endurece, marca sombras difíciles.
Amparo convive con esa luz a diario. Podría optar por neutralizarla, forzar rellenos, buscar sombras exageradas. Pero elige otra cosa: domarla sin negarla. Si el alcalde está al sol, se ve al sol. Si el despacho tiene fluorescentes fríos, no los disfraza de luz de atardecer. Hay ajuste, pero no hay impostura.
Esa decisión técnica se lee también como una decisión política. La imagen institucional no juega a ser otra cosa: se muestra como es. La luz de Málaga no se edulcora, se acepta y se organiza visualmente. La fotografía política de Amparo transmite una sensación de transparencia: no porque enseñe todo, sino porque lo que enseña parece verdad.
En la fotografía con la que ganó el Premio ACOP 2025, esa luz vuelve a ser protagonista. No hace falta un gran gesto ni una gran escena: basta un momento de trabajo, el rostro del alcalde bañado por un halo de luz, la luz del amanecer asomándose al plano. De nuevo, nada heroico. Pero sí profundamente político: se ve el trabajo, la espera de quien lleva tanto dirigiendo una ciudad y que es conocido por todos los que allí viven. Otra imagen ‘robada’, no un posado. Y eso, en una sola imagen, habla más muchas veces que cualquier campaña.

Fotógrafa y editora de vídeo: una cabeza que piensa en secuencias
Amparo no solo hace fotos. También edita vídeo. Y eso, en su forma de entender la comunicación política, es clave.
Pensar en vídeo le ha enseñado a pensar en ritmos, no solo en instantes. Cuando cubre un acto con el alcalde, no busca únicamente ‘la foto buena’, sino un conjunto de momentos que puedan convertirse en una secuencia coherente, ya sea en una pieza de un minuto o en un resumen más largo.
Por ejemplo, en una visita de barrio: puede empezar con un plano general del alcalde llegando a la plaza, seguir con una foto en la que escucha a una vecina, culminar con una imagen de grupo. En vídeo, esos pasos se convierten en escenas enlazadas. En fotografía, en una pequeña narración en tres imágenes. La lógica es la misma.
Esta doble mirada —fotografía y vídeo— también ayuda a que la imagen pública de Paco de la Torre sea coherente en cualquier soporte. Lo veas en un corte de vídeo, en una foto de prensa o en un carrusel de redes, reconoces al mismo alcalde: mismo tono, mismo gesto, misma relación con la ciudad.
El estilo Amparo García: naturalidad y aire
Definir el estilo de alguien siempre es arriesgado, pero hay rasgos que se repiten.
En el caso de Amparo, diría que su fotografía se sostiene sobre tres patas: naturalidad, limpieza y aire.
Naturalidad, porque sus imágenes no parecen forzadas. Incluso en los retratos más formales de Paco de la Torre hay algo en la postura, en la mirada o en el entorno que huye de la rigidez. El alcalde no aparece disfrazado de otra cosa; sino como lo que es, pero en su mejor versión posible: atento, sereno, presente.
Limpieza, porque sus encuadres son claros. Poca distracción, poco ruido. La acción principal se entiende rápidamente. Eso ayuda a que las fotografías funcionen bien tanto en prensa como en un móvil.
Y aire, porque no tiene miedo al espacio vacío. Deja respirar las escenas. En muchas fotos del alcalde con vecinos, por ejemplo, hay aire por arriba o por los lados. Se ve la calle, el cielo, contexto.
Fotografía política como servicio público

A veces olvidamos que, en una institución, la fotografía no es solo una herramienta de comunicación: también es una forma de servicio público. El archivo que construye hoy un gabinete dirá mucho mañana de cómo se gobernó.
Amparo entiende la fotografía política exactamente así: como un puente entre lo que ocurre en los despachos y lo que la gente puede ver de ello. Su labor no se limita al clic, sino al archivado, al pie de foto, a la ordenación.
En el caso del alcalde, ese archivo tendrá un día un valor enorme. Las imágenes que hoy se producen y editan con cuidado serán, en el futuro, la materia visual con la que se contará la etapa De la Torre en Málaga.
La idea de servicio aparece también en su forma de entender el tiempo. No publica por publicar. Hay días en que decide no subir cierta imagen, no porque sea mala, sino porque no aporta al relato o rompe un tono necesario. Esa capacidad de renunciar también es parte del oficio.
Una generación que mira distinto
El reconocimiento de ACOP a Amparo García llega en un momento simbólico: una generación de fotógrafas y fotógrafos jóvenes comienza a hacerse cargo de la imagen del poder en distintas instituciones.
Ellas y ellos han crecido con otro tipo de referentes visuales, han trabajado con cámaras digitales desde el principio, han aprendido a pensar a la vez en un formato para web, otro para redes, otro para archivo. Y, sobre todo, miran a los cargos públicos con menos reverencia formal y más curiosidad humana.
La foto que gana un premio importa. Pero quizá importa más la constancia: año tras año, construir una imagen de la institución y de su alcalde que no se agote en la pose, sino que invite a pensar que la política sigue siendo un trabajo diario, lleno de gestos pequeños.
Epílogo: una mirada que cuida al alcalde, a la ciudad y a quien mira
Cuando uno recorre con calma las fotografías de Amparo García ve algo más que un catálogo de actos y visitas. Ve una ciudad, un alcalde y un equipo que se mueven, escuchan, se equivocan, aciertan, gestionan. Y ve a alguien detrás que ha decidido que eso merece ser contado con respeto.
Al final, en la fotografía política todo se resume en una pregunta: ¿a quién cuida esta imagen? En el caso de Amparo, la respuesta es triple: cuida al protagonista, cuida a la institución y cuida a quien mira. No hay espectáculo gratuito, no hay gestos impostados. Hay oficio, sensibilidad y una clara conciencia de que su trabajo será, dentro de unos años, parte de la memoria visual de la ciudad.
Ese es, quizá, el mayor elogio que se le puede hacer a una fotógrafa política: que sus imágenes, sin gritar, sean capaces de sostener un relato completo. Y que, cuando uno cierre el archivo de la etapa De la Torre, pueda reconocer en esas fotos no solo a un alcalde, sino a una mirada joven que supo acompañarlo hasta el final de su recorrido.