Por MarÍa Fernanda González, PhD en Ciencia Política Universidad de la Soborna. Miembro del Institut des Amériques (Paris)
A tan solo cinco semanas de la primera vuelta de la elección presidencial en Francia, los análisis constatan una situación inédita en el marco de la campaña electoral. Dos de los principales opcionados a la primera magistratura de Francia, el independiente Emmanuel Macron y la ultra derechista Marine Le Pen, compiten por fuera de los partidos tradicionales.
Para el reconocido intelectual del Collège de France, Pierre Rosanvallon, la crisis democrática en Francia se vislumbra en la campaña a través de la “progresión de una cultura populista”, la caída de los partidos tradicionales y el déficit programático que ha tenido la campaña hasta ahora. El debate no se funda en el campo programático e ideológico. No existe según él “un principio de representación de una clase social o un movimiento histórico”. El interés de los electores ha girado más en torno a la identificación con los líderes, que con un programa de ideas o un proyecto de sociedad.
La crisis: una puerta para la llegada de la extrema derecha
Varios estudios publicados sobre el Frente Nacional, liderado por Marine Le Pen, coinciden en que el partido fundado por su padre en 1972 ha evolucionado. Marine Le Pen ha dejado atrás la visión xenófoba de su mentor, no comparte la crítica a las batallas ganadas por las feministas o su visión pesimista de la sociedad. Desde 2002, la candidata ha declarado la barbarie del nazismo y dejó de lado temas de sociedad como la condena al aborto y la homosexualidad, banderas históricas de su padre. Su discurso más reformador, mantiene un sócalo duro en el nacionalismo extremo en donde prevalece el temor a los inmigrantes y la necesidad de realizar una regulación de las fronteras. Los nuevos fantasmas de su discurso se encuentran en la lucha contra la finanza internacional, la globalización y la pertenencia a la Unión Europea.
El proyecto de Marine Le Pen tiene cabida en el noreste y sureste del país. Allí la presencia del Estado ha sido precaria, el desempleo juvenil es más alto que en el resto del país y la sociedad ha sido golpeada por la inmigración clandestina. La crisis económica no es el único factor. El desinterés por los partidos tradicionales es un hecho. Varios estudios demuestran cómo buena parte de ex militantes del partido comunista votarían Frente Nacional.
Partidos tradicionales en crisis
Los líderes de izquierda Benoît Hamon, del Partido Socialista y Jean Luc Mélenchon del movimiento Francia Insumisa, han desarrollado una campaña crítica frente al actual gobierno socialista. Pese a ello, existen diferencias y posturas ideológicas entre los dos candidatos, que impiden una visión unitaria para la primera vuelta. Mientras Hamon quiere darle oxígeno a una Europa en crisis, Mélenchon se destaca por sus posiciones antieuropeas. Por su parte, Hamon ha levantado un gran debate sobre la creación de un ingreso universal. Con el apoyo del escritor bestseller Thomas Piketty, el candidato del Partido Socialista insiste en la idea de generar una distribución de la riqueza a través de una reforma socio fiscal importante. Para Mélenchon la bandera económica apunta sobre todo al aumento del salario mínimo para generar un mayor consumo en las clases populares.
¿Hacia un relevo generacional?
François Fillon, líder de centro derecha de Los Republicanos, y ex primer ministro del gobierno Sarkozy, era el más opcionado para suceder a François Hollande. Sin embargo, el escándalo de corrupción, por los empleos ficticios de su esposa y sus hijos con dineros públicos, lo ha llevado a un tercer nivel en las encuestas. Este escenario ha abierto la puerta a una figura nueva: Emmanuel Macron, líder del movimiento En Marcha. Macron se perfila hoy como la nueva opción de la política francesa y quien podría dejar atrás la tradición de los presidentes de la Quinta República que inició con el General De Gaulle. Su extrema juventud, su participación en la contienda electoral fuera de los partidos y su propuesta de dejar de lado la ruptura ideológica izquierda-derecha, hacen del candidato una figura nueva que podría reformar el escenario político francés.
Entre sus calificaciones, se destaca una hoja de vida de excelencia en el ámbito académico. Estudió en el colegio público más reputado de Francia, el Henri IV, realizó un máster en filosofía en la emblemática universidad de mayo del 68, Nanterre, y realizó estudios en Science Po en la Escuela Nacional de Administración, símbolos académicos de los políticos franceses. Pasó por cargos públicos de renombre: inspector de las finanzas, secretario general del Eliseo y ministro de Economía. Algunos periodistas comparan su trayectoria con el antiguo presidente Valérie Giscard D´Estaing quien también dirigió los impuestos, fue ministro de Economía y participó en la campaña por fuera del partido, como un hombre de centro. Macron juega la carta del ni-ni. Dice ser de izquierda, pero saca del debate la ruptura ideológica. Para el intelectual Marcel Gauchet, es un gran error pues la ruptura ideológica tiene sentido en Francia y es un elemento pertinente del debate político francés. Macron ha conseguido en poco tiempo el apoyo de los centristas a través del líder François Bayrou, de importantes empresarios como Pierre Bergé, accionista de Le Monde, y de importantes líderes de izquierda como Daniel Cohn-Bendit.
Como lo expone Cohn-Bendit, la propuesta política de En Marcha, es realista y combina ambición y moderación. Para Cohn-Bendit, si bien su programa es progresista es necesario, sin embargo, reforzar y consolidar parte de las propuestas políticas.
A pocos días de la primera vuelta las preferencias de los candidatos no se han consolidado. La situación jurídica de Fillon y Le Pen, así como la incertidumbre con Macron, un candidato joven y calificado en algunos ambientes como “crudo”, dificultan una definición electoral en Francia.
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