Florencia Paz

@FlorPazok

Politóloga por la Universidad Nacional de Rosario (Argentina) y Máster en Comunicación Política y Corporativa por la Universidad de Navarra.

Consultora en Ideograma.

En épocas de crisis, la ciudadanía encuentra en la expresión artística el vehículo para llamar la atención y transmitir mensajes profundos. El objetivo es hacer oír sus demandas, lograr la transformación social y/o el cambio político.

Hoy, por ejemplo, vemos diferentes acciones creativas que reclaman por el alto al fuego y apoyan la paz en Palestina. En Madrid, recientemente, el colectivo artístico Redretro intervino los nombres de las estaciones de Metro subvirtiendo su significado. Así fue como La Granja se convirtió en La Franja, Las Suertes en Las Muertes, o, Tribunal en Netanyahu al Tribunal. Esta organización se caracteriza por realizar acciones disruptivas en los sistemas de transporte público de diferentes partes del mundo. La intervención fue una acción coral que incluyó a otras estaciones de metro del mundo. En Ciudad de México, la estación La Raza se convirtió en Gaza. Todo esto en la semana en la que se celebraba el Día Internacional de Solidaridad con el pueblo Palestino. Redretro bautizó estas acciones como ‘Operación Leviatán’ y en las redes sociales se pudo seguir a través del hashtag #OpLeviatán.

En Madrid, recientemente, el colectivo artístico Redretro intervino los nombres de las estaciones de Metro subvirtiendo su significado

También, hemos visto a personas de todo el mundo utilizar imágenes de sandías y emojis para mostrar solidaridad con las y los palestinos. Los colores de la fruta coinciden con la bandera palestina y algunos activistas la utilizan para sortear la censura en línea. Según un estudio de Human Rights Watch (HRW), las políticas de moderación de Instagram han «censurado o suprimido indebidamente» más de 1.000 cuentas de «contenido pacífico» en favor de Palestina.

Muchas veces una palabra, una pintada, una intervención o un objeto son capaces de llamar la atención para transmitir un mensaje con fuerte contenido semántico.

Hace tiempo que vemos con mayor frecuencia un nuevo activismo que visibiliza sus demandas, reclamos y denuncias a través de la combinación de activismo político y arte

Si bien en el mundo continúan realizándose las tradicionales protestas con pancartas y lemas, hace tiempo que vemos con mayor frecuencia un nuevo activismo que visibiliza sus demandas, reclamos y denuncias a través de la combinación de activismo político y arte.

La década de las protestas

Según el estudio World Protests. A Study of Key Issues in the 21st Century, en los último 15 años la cifra de movimientos de protesta en todo el mundo se ha multiplicado por tres.

La última década nos trajo protestas simultáneas en diferentes países: oriente-occidente; norte-sur; y en distintos s­istemas políticos. El 2019 fue considerado por la mayoría de los think tanks internacionales y los medios de comunicación globales, como el año de las protestas. En distintas calles del mundo, desde Chil­e a Hong Kong, la ciudadanía se congregaba para reclamar demandas que variaban en sus lemas y objetivos. El 2020 fue el año de la pandemia, pero eso no impidió que las protestas siguieran desarrollándose. De hecho, el Global Protest Tracker registró más manifestaciones en 2020 que en 2019. Estas protestas cerraron un período de movilizaciones que se inició con las revoluciones de la Primavera Árabe en Egipto, el 15-M en España y el movimiento Occupy Wall Street en Estados Unidos.

Es un activismo de naturaleza disruptiva, con una energía contagiosa y extraordinariamente movilizadora, que utiliza el cuerpo como medio para la disidencia y la tecnología para potenciar la voz

Si bien cada uno de estos estallidos tuvo características diferentes y únicas, reflejaban problemas más de fondo. Una sociedad altamente inflamable y emocional frustrada con los gobiernos porque no dan respuesta a sus reclamos y demandas. También, la desconfianza con el sistema democrático y sistemas políticos. The Economist hace tiempo que destaca en sus informes un deterioro progresivo en la percepción de la democracia. Esta tendencia es lo que ha motivado a que muchos analistas, como el politólogo Larry Diamond, hablen de “recesión democrática”. Y a que otros, como Anne Applebaum, autora de Twilight of Democracy, adviertan de que el mundo democrático está “envejecido, frío y cansado”. Es decir, una crisis de representación largamente acumulada, el deterioro de las instituciones democráticas y el crecimiento de la desigualdad, consolidaron el hartazgo y la desconfianza en una sociedad que vio legitimado su impulso de movilizarse y protestar. 

Este activismo también se caracteriza por el componente joven, especialmente, millennials (1981-1999) y centennials (1999-2005)

En este contexto, dentro de los movimientos sociales y de protesta se fue moldeando un activismo político y social diferente al que conocíamos hasta el momento. Es un activismo de naturaleza disruptiva, con una energía contagiosa y extraordinariamente movilizadora, que utiliza el cuerpo como medio para la disidencia y la tecnología para potenciar la voz. Este activismo combina el espacio público y las redes sociales. Además, propone un nuevo tipo de organización, en red, orgánica, descentralizada, que se aleja de la estructura jerárquica tradicional. Tiene un fuerte impacto local, pero con dimensión mundial, transnacional, y en él la creatividad y los contenidos priman por sobre cualquier otra consideración.

Este activismo también se caracteriza por el componente joven, especialmente, millennials (1981-1999) y centennials (1999-2005). Cada vez más, las y los jóvenes toman el protagonismo para poner en agenda algunas de las causas políticas que más les preocupan: el cambio climático, la igualdad, las brechas de género, socioeconómicas, derechos migrantes, etc. Si bien la política tradicional no los convoca, no hay un rechazo a lo político; son jóvenes politizados que participan en espacios de activismo. Son ellos y ellas, con sus iniciativas, manifestaciones y protestas, con la organización de movimientos en todo el mundo, quienes hoy están participando de manera activa en la vida pública. Sus lemas no están protagonizados por una organización. No hay banderas organizativas ni partidarias. El protagonismo es coral, no dirigido.

ARTivismo, un encuentro entre el arte y el activismo

Recientemente, una playa de Barcelona amaneció con cientos de prendas de ropa y zapatos reposando sobre la arena fría y húmeda. La escena estaba acompañada por dos embarcaciones a orillas del mar estropeadas. Con motivo del 75 aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos, la organización Open Arms realizó esta acción para visibilizar las más de 2.600 vidas perdidas ese año en el Mediterráneo. También, recordar que detrás de las cifras existe­n historias individuales y familias destruidas que merecen que sus derechos sean protegidos.

Estos activismos usan la plasticidad estética de las artes para despertar, señalar, conmover y movilizar. De ahí, la palabra ARTivismo (arte + activismo)

En el último tiempo, las acciones creativas de protesta las encontramos en las movilizaciones vinculadas al ecologismo ambiental, al feminismo, por los derechos LGTBI+, derechos inmigrantes, antirracistas, antixenófobos, entre otros. Estos movimientos se nutren explorando un activismo con nuevo repertorio de acción. En el libro ARTivismo. El poder de los lenguajes artísticos para la comunicación política y el activismo, Antoni Gutiérrez-Rubí sostiene que estos activismos usan la plasticidad estética de las artes (escénicas, literarias, plásticas, entre otras) para despertar, señalar, conmover y movilizar. De ahí, la palabra ARTivismo (arte + activismo). El uso de lenguajes artísticos tiene la capacidad de despertar, señalar conmover y movilizar a las personas. El ARTivismo hace de la protesta una reivindicación creativa. Es decir, no es solo una reivindicación de ideas, sino que también tiene una dimensión creativa.

Además, el ARTivismo nutre a la causa política. Por un lado, permite hacer pedagogía. Es decir, brinda al movimiento social herramientas pedagógicas para explicar lo que quiere defender. Por ejemplo, en los movimientos medioambientales esto es especialmente efectivo al momento de levantar la voz contra el cambio climático. También estimula el pensamiento crítico, ya que, en muchos casos, invita a reflexiones éticas y filosóficas o que promueven un cambio cultural, como el feminismo. Y, por otro lado, ayudan a construir comunidad en torno a la causa. El ARTivismo es participativo, son acciones que se piensan en red, en el colectivo, y de las que también son parte los que miran, acompañan y difunden.

Siguiendo a Gutiérrez-Rubí, el ARTivismo tiene cinco características:

1. Es festivo. En muchas ocasiones, las prácticas artivistas son divertidas. Pretenden provocar una risa creativa, alegría, que es, a la vez, una denuncia. En 2019, cuando se celebró la COP-25 en Madrid, activistas de Extinction Rebellion convirtieron una de las calles principales de la ciudad, la Gran Vía, en una fiesta improvisada y en una gran protesta. Banderas con imágenes de animales y pancartas coloridas con mensajes como ‘This is change’ (Esto es cambio); ‘Climate and ecological emergency’ (Emergencia climática y ecológica); ‘Care’ (Cuidados); ‘Now or never’ (Ahora o nunca), portadas en las manos de los y las manifestantes, como dibujadas en sus cuerpos, dieron color al evento. En tanto, la música y los bailes amenizaban las calles del centro de la ciudad. La denominaron ‘discodesobediencia’ porque el objetivo era protestar con música y baile.

2. Es coral. Son movimientos ciudadanos en todo el mundo que se empoderan y muestran que quieren decidir, influir, actuar… a través de una gran capacidad de coordinación, comunicación y visibilización.

3. Es on/off. Acciones que se piensan en red, se desarrollan en el espacio público, se expanden online y generan vínculos, relaciones, alianzas transnacionales y transgresoras. De las calles a las redes y de las redes a las calles.

4. Es híbrido. Muchos leguajes, muchos formatos, muchas intervenciones. El Artivismo es imperfecto e híbrido. Se disuelve las fronteras tradicionales de los protagonismos estéticos o artísticos. Los protagonistas son personas que usan el lenguaje artístico.

5. Es glocal. Intervenciones locales fuertemente conectadas o inspiradas con experiencias internacionales de vocación global.

ARTivismo y compol

En 2021, en Chile la campaña presidencial de Gabriel Boric tuvo como símbolo un árbol. Un ícono que no fue ideado desde el equipo de campaña, sino desde la espontaneidad ciudadana. Luego de ver a Boric en un spot subido a un emblemático árbol de Punta Arenas, su ciudad natal, empezaron a surgir desde la sociedad cientos de imágenes y expresiones artísticas con Boric y el árbol. Eran muestras de apoyo al candidato con extremada creatividad. La ciudanía encontró una identificación generalizada con este elemento y así se inició una campaña que empezó a florecer fuera de los márgenes del comando. El equipo de campaña ‘perdió’ el control de la misma, que quedó en manos de la ciudadanía. Y ahí radicó el éxito. Esta campaña descentralizada, de creatividad ciudadana e­spontánea, recordó a la de Manuela Carmena a la alcaldía de Madrid en 2015, a la de Bernie Sanders para las primarias demócratas de 2016 o la de Andrés Manuel López Obrador para la presidencia de México en 2018.

También, el apoyo (o boicot) a las campañas electorales puede surgir desde las comunidades de interés o fandoms. En 2020 vimos cómo la comunidad K-pop de Estados Unidos boicoteó un mitin de Donald Trump. Y, en la última elección presidencial en Argentina, las y los swifties se posicionaron políticamente y con una brutal activación digital llamaron a no votar por Javier Milei.

El ARTivismo puede mostrar un nuevo itinerario para la renovación de la política, a través de la reinvención de la comunicación

Gutiérrez-Rubí señala que, en un mundo desconfiado, con gran desinterés por la política tradicional y las instituciones políticas, se necesitan nuevas formas de comunicación que llamen la atención e impacten en la ciudadanía. Y apunta que el deterioro de la política democrática puede tener que ver, en parte, con el deterioro del lenguaje. En este sentido, el ARTivismo puede mostrar un nuevo itinerario para la renovación de la política, a través de la reinvención de la comunicación.

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