Las denominadas jornadas de junio – la oleada de protestas que estalló en Brasil en junio de 2013 – no ha cuajado en un movimiento estructurado. Pero sí ha propiciado el surgimiento de centenares de colectivos, redes y movimientos nuevos ensamblados en gritos y mensajes comunes.

Bernardo Gutiérrez, Fundador de la red de innovación FuturaMedia.net

20 de junio de 2013. La ciudad de Recife, capital del estado nordestino de Pernambuco, está en masa tomando las calles. Brasil entero ocupaba las calles hacía días. Pero el 20 de junio fue el primer día que esta urbe de 3,7 millones del área metropolitana se unió a las protestas generalizadas que sacudían el gigante sudamericano. The New York Times aprovechó esa gigantesca manifestación de Recife del día veinte – más de un millón de personas – para intentar resumir lo que estaba pasando en Brasil con una fotografía aérea interactiva, The Signs of the Brazilian Protest.

El montaje –clickando en cada fotografía aparece el mensaje en inglés– es un verdadero collage del imaginario que explotó a partir de las protestas del Movimiento Passe Livre de Brasil. Carteles plurales, transversales, espontáneos, contradictorios. Y también es una metáfora perfecta de la nueva era que arrancó en Brasil tras las jornadas de junio. En la foto no hay carteles/banderas de sindicatos, de partidos políticos o mo­vimientos sociales clásicos. Apenas un grito coral y conectado que explota en micro-gritos. Algunos de los mensajes tenían que ver con las demandas de la mejora del transporte público del Movimiento Passe Livre de las primeras manifestaciones (comenzaron el día 6 de junio): “Por una vida sin catracas” (por una vida sin torniquetes), “Si la tarifa no baja, la ciudad va a parar”. Pero la gran ma­yoría de los lemas no estaban relacionados con el transporte. Vale la pena reproducir algunos: “Basta de ladrones”, “Somos los hijos de la revolución, somos el futuro de la nación” o “10% del PIB para educación”. Los medios de comunicación intentaron identificar los lemas con ideologías concretas, con luchas de la izquierda o de la derecha. Muchos medios, liderados por el lobby más conservador, intentaron definir los mensajes como anti-gobierno.

Sin embargo, la realidad de #junio2013 fue infinitamente más compleja. Y los gritos fueron, son y serán mucho más inclasificables. En las calles de Brasil se han podido ver carteles como “Todavía no tengo frase para llenar este cartel”, “En este cartel caben todos los gritos”, “Salimos de Facebook” o “Perdonen las molestias, estamos cambiando el país”. En un país poco dado a protestar en las calles, empuñar un cartel vacío en el que cabe todo revela un cambio de actitud vital. Y afilar gritos que cuestionen incluso la bandera y símbolos nacionales de Brasil, en un lugar en el que ser nacionalista no es pa­trimonio único de la derecha, es una osadía iné­dita en la historia. El “orden y progreso” –de origen positivista– de la bandera de Brasil se transforma en “orden en progreso”. O directamente en “desorden y progreso”.

¿Pero cómo se ha producido la mutación de los mensajes iniciales, muy centrados en la mejora del transporte público? ¿Cómo se ensanchó el campo semántico de las manifestaciones del Passe Livre hacia un espectro indignado tan amplio? ¿Qué ha quedado del grito coral e indignado de junio de 2013? ¿Se puede hacer alguna analogía con las revueltas del 15M, Occupy Wall Street o #YoSoy132 (México)?

Remezcla, mass media y performance

La secuencia violencia policial–indignación –empoderamiento explica buena parte de la evolución de los mensajes en las revueltas de Brasil. En los estudios elaborados por el núcleo Interagentes (São Paulo) a partir de big data de redes sociales existe un punto de mutación: la manifestación del día 13 de junio de São Paulo. Tras la exagerada represión policial de la jornada, la explosión de la indignación invadió todas las redes sociales. Los medios de comunicación brasileños usaban hasta entonces la palabra “vándalo” sistemáticamente para definir a los manifestantes. Gracias a vídeos como el que mostraba a un policía rompiendo el propio vidrio de su coche (uno de los virales de las revueltas), la indignación comenzó a construir un nuevo imaginario. Millones de ciudadanos comenzaron, todos a una, a autocalificarse como vándalos. Los vándalos empoderados se veían reflejados en el canal de You Tube VândalosNews. Las personas colocaban como su nombre o apellido en las redes sociales las palabras vândalo o baderneiro (otro término despectivo usado por los medios). Y surgieron cientos de perfiles en las redes (identidades colectivas) con estos vocablos.

El proceso fue muy similar al ocurrido en el surgimiento del #DirenGezi de Estambul. La represión policial en la plaza Taksin hizo brotar la indignación. Y cuando los medios llamaron a los manifestantes “chapullers” (vándalos), la indignación se transformó en empoderamiento. El movimiento se autoproclamó el chapulling movement y creó la çapul.tv. Pero la prueba más incontes­table de la secuencia violencia policial – indignación – empoderamiento es el estudio Emociones 15M, del Colectivo Outliers, que revela que los tuits de la gestación del 15M español tienen el doble de carga emocional de lo normal. Tras el desalojo de la primera noche de la Acampada Sol y el desprecio de los medios, la indignación y el empodera­miento son las dos emociones más presentes.

Remix

“¿Acaso la mejor subversión no es la de alterar los código en vez de destruirlos?”, escribía el pensador francés Roland Barthes a finales de los años setenta. Tras estudiar algunas prácticas de los situacionistas, sobre todo el détourment (“desvío” o “inversión” en francés), Barthes entrevió el potencial de las alteraciones de los códigos del sistema y los remixes de logos capitalistas que desembocarían en los años ochenta en el denominado culture jamming. La resignificación de símbolos y la desconstrucción de mensajes, tan presentes em las jornadas de junio, han sido de vital importancia en la historia contemporánea de Brasil. El poema visual Coca Cola (1957) del brasileño Décio Pignatari es todo un icono mundial. El Tropicalismo, del canibalismo sonoro de Gilberto Gil a la des­trucción de fronteras formales de Hélio Oiti­cica, también despedazaba códigos. Pero Brasil tiene la remezcla en la mismísima raíz de su narrativa. El Manifiesto Antropó­fago de Mario de Andrad (1928), un elogio superlativo del sincretismo y mestizaje de culturas, es una de las piedras angulares del ima­ginario del país. Por eso, toda la tradición, técnicas y deseos de alterar ese mensaje oficial llamado realidad explotaron durante las jornadas de junio de forma natural. Remezcla o muerte, parecía ser la consigna.

Una de las mayores peculiaridades de las revueltas de Brasil fue que los mensajes o hashtags que más circularon en las redes sociales nacieron en la publicidad. Dos de las etiquetas más fuertes, #VemPraRua y #OGiganteAcordou, nacieron en dos anuncios de publicidad. La remezcla-en-red hizo el resto. #VemPraRua, que significa ‘ven a la calle’, fue la canción del anuncio que Fiat lanzó para la Copa de las Confederaciones de la FIFA celebrada en junio. Su ritmo pegadizo y sus frases contundentes (“Ven a la calle, porque la calle es la mayor tribuna de Brasil”) transformaron el #VemPraRua en la banda sonora de las primeras manifestaciones. Los manifestantes cantaban primero “vem pra rua, vem, vem contra o aumento” (en referencia a la subida del transporte público) y luego “vem pra rua, vem, contra o Governo”.

Pero rápidamente el remix político se radicalizó. Anonymous revoluciono el #VemPraRua. Los usuarios crearon versiones satíricas del anuncio, llenas de violencia policial y anticonsumismo. El mismísimo Pelé grabó un vídeo para que los brasileños se “olvidaran de la confusión de las manifestaciones”. Y la remezcla casi inmediata Discurso corrigido de Pelé puso las cosas en su sitio: “Brasileños, vamos a apoyar todas estas manifestaciones, es nuestro país”. Pelé – un símbolo del neoliberalismo brasileño – también fue el protagonista de la remezcla Chuck Norris se revolta con Pelé, que concluye con una patada contundente contra el televisor que transmite su discurso.

Sin embargo, la remezcla o resignificaciones de mensajes tuvieron lugar también en las calles. En São Paulo, activistas rebautizaron con un cartel el puente Octavio Frias (uno de los fundadores del diario Folha de São Paulo) como puente Vladimir Herzog (periodista asesinado por la dictadura). En Rio de Janeiro, el Coletivo Projetação recorre las calles proyectando frases insurgentes, como “Globo Sonega” (Globo defrauda a Hacienda) o“mientras te explotan, tú gritas gol”.

Movimientos, colectivos, redes

En el texto El meme no es el mensaje, Joss Hand, destaca la importancia de los memes (mensajes virales transmitidos usando estrategias emocionales). Pero Joss también lanza una alerta: sin un mensaje sólido a medio plazo los movimientos o colectivos no sobrevivirán. En Brasil, se ha deconstruído la versión oficial de la realidad. Se ha desmontado la propaganda. Se ha creado una constelación de memes. Pero no se ha conseguido articular un nuevo movimiento, red de redes o sistema red para mediar entre la sociedad civil y el poder. El nuevo i­maginario, al que se pertenece más emotiva que racionalmente, está claro. Es el Brasil de los vándalos que sienten que la democracia y los servicios públicos son insuficientes y la represión policial es excesiva. Es el Brasil que se alimenta del sueño de “una vida sem ca­tracas”, de una vida sin torniquetes, sin trabas.

El imaginario del Brasil indignado derrumba el mito del pueblo “indolente, perezoso y sin carácter” del héroe nacional Macunaíma, un personaje creado por el antropófago Mário de Andrade. También derriba el mito del “hombre cordial”, que nunca dice no y negocia evitando el conflicto, metáfora acuñada por el sociólogo Sérgio Buarque de Holanda en 1936. Las jornadas de junio tumban, tal vez para siempre, la narrativa fundacional de Brasil. Y el Gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) se quedó desnudo. Los millones que invierte en marketing son insuficientes para maquillar los problemas. Sus lemas / logos, como los históricos “Un Brasil de todos” o “Un Brasil rico es un Brasil sin pobreza”, son ya claramente insuficientes para relacio­narse con la sociedad civil. En su texto Deliciosa oportunidad de cuestionar los mitos, Theoronio de Paiva afirma que las revueltas tiran por tierra todos los mitos fundadores de Brasil: “Mucho tiempo de falta de conciencia política produjo una herida abier­ta descomunal”.

¿Pero cómo han afectado las jornadas de junio a los movimientos sociales? ¿Y a su relación con el poder? ¿Existe alguna analogía con el 15M de España o Occupy Wall Street? La mayor semejanza con las denominadas globales es el flujo de las redes a las calles a partir de una indignación colectiva. La secuencia indignación – empode­ramiento de Brasil también cuajó, como en otros lugares del mundo, en unas revueltas multi-causas. Revueltas que comparten una arquitectura de la convocatoria y de la protesta más abierta, plural e indefinida. Las identidades abiertas y férreas (ideologías, pertenencia a partidos o sindicatos) ceden espacio a estructuras e imaginarios agregadores, inclusivos y no antagonistas. La autoorganización – sin líderes o portavoces nítidos – también es un gran común entre las protestas de Brasil y el resto del mundo. El “somos el 99%” (Occupy) y el “No somos mercancías en manos de políticos y banqueros” (15M) dialogarían directamente con el “No es por veinte centavos, es por derechos” de las protestas de Brasil.

Sin embargo, en Brasil las revueltas no han desembocado en un nuevo movimiento red con nombre nuevo. No existe – tal vez sea la principal diferencia – una arquitectura conectiva entre redes, colectivos y mo­vimientos tan sólida como, por ejemplo, en el 15M. No hay lugar a dudas: el paraguas #VemPraRua es confuso. En su interior hay subterritorios semánticos, políticos, sociales. El estudioso Fabio Malini ha identificado cinco grandes grupos dentro del #VemPraRua. Dos ya existían: los que quieren más Estado (izquierda) o menos Estado (neoliberales). Pero han surgido tres nuevos grupos. Los indignados (con un debate sobre los métodos de actuación social), los nihilistas (desprecio de la política) y las celebridades (fuerte capacidad de influencia y movilización). Los cinco grupos no dialogan mucho entre sí. Todos son, en palabras de Malini, “beta movimientos que se actualizan como una aplicación de móvil”.

A pesar de la falta de estructura, diálogo regional y conexión entre los diferentes grupos de indignados, el nuevo sistema red surgido a partir de las jornadas de junio ha trastocado profundamente la sociedad y política de Brasil. Las jornadas de junio y sus mutaciones han generado un sistema red de perfiles, colectivos y redes tremendamente influyente, al que se están incorporando movimientos más clásicos. Por un lado, todavía hay algunas asambleas activas, como la Assembleia Popular e Horizontal de BH (Belo Horizonte) o la Assembleia do Largo (Río de Janeiro). Por otro, el Passe Livre y todo el ecosistema tejido alrededor del transporte, como Tarifazero.org, Tarifa Zero (Belo Horizonte), el Bloco de Lutas pelo Transporte de Porto Alegre o Eu Pulo Ca­traca. De vital importancia son los colectivos que luchan por los derechos urbanos, como el movimiento Salve o Cocó (Fortaleza), el grupo Direitos Urbanos (Recife) o el Mo­vimiento Parque Augusta (São Paulo). Y el largo etcétera de medios alternativos de la multitud, como Mídia Coletiva Independente (MIC), Fotógrafos Ati­vistas, Web Rea­lidade, Mídia Negra, Olhar Independente o Moqueca Mídia.

A destacar, la relevancia y fuerza que han ganado los Comités Populares da Copa, surgidos contra las exigencias neoliberales de la FIFA, el derroche de recursos públicos y la ola de desahucios provocada por los mega eventos. Antes de las jornadas de junio, eran minoritarios. Su mensaje contra el Mundial, en el país del fútbol, no cuajaba. En estos momentos, a nadie le extraña ver varios vagones de un tren pintados con una frase: Fuck FIFA.

Puede que las revueltas de Brasil no hayan consolidado una nueva estructura social. Pero el impacto subjetivo ha sido tan fuerte, que no hay ninguna duda de que la revolución simbólica llegó para quedarse. Y teniendo el símbolo / imaginario, cualquier cosa puede ocurrir en el agitado 2014 brasileño (Mundial de fútbol y elecciones generales). El sistema red de las jornadas de junio tiene el método para deconstruir cualquier mensaje y resignificar la realidad. Difícil saber, eso sí, cuál será la próxima sorpresa de la multitud conectada.

Bernardo Gutiérrez es periodista, escritor e investigador de redes. Fundador de la red de innovación FuturaMedia.net, con sede en São Paulo, participa en la P2P Foundation y en la Global Revolution Research Network (GRRN) de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Es autor de los libros Calle Amazonas (Altaïr) y #24H (Dpr-Barcelona).

 

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