Jordi Sarrión-Carbonell
Periodista, politólogo y consultor en comunicación. Especialista en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Salamanca.
Santiago García Cornejo y Santana
Comunicólogo y mercadólogo político.
El próximo 2 de junio México se enfrenta a una de las citas electorales más importantes de los últimos años. Tras múltiples sexenios en los que la hegemonía del heredero de la Revolución Mexicana, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), fue indiscutible, como bien refleja el director de cine Luis Estrada en películas como La Ley de Herodes o La dictadura perfecta, una nueva fuerza política se ha propuesto asentarse como mayoritaria entre los mexicanos. Hablamos del Movimiento de Renovación Nacional (Morrena), al frente del cual se encuentra Andrés Manuel López Obrador, ex miembro del PRI y del socialdemócrata Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Conocido por su gran capacidad de generar memorabilidad en el electorado con frases como “abrazos, no balazos” y por sus largas mañaneras, en las que comenta cuestiones que tienen que ver con la política y la sociedad mexicana en un tono cercano, Obrador acaba su legislatura (2018-2024) con un índice de popularidad del 68% y un promedio que oscila entre el 64 y el 72%, según datos de la consultora Oraculus. El único presidente de los últimos 30 años que contó con un índice de popularidad similar fue el priísta Ernesto Zedillo, quien ocupó la presidencia en el sexenio 1994-2000 con índices de popularidad de entre el 60 y el 71%. Lejos quedan otros presidentes como Felipe Calderón o el también priísta Enrique Peña Nieto, que se configura como el presidente con menores índices de popularidad en México en los últimos 6 sexenios de gobierno, superando, a duras penas, el 30%.
La próxima presidenta de México será una mujer
Claudia Sheinbaum, garante de la continuidad
Si bien todavía es pronto para hablar de resultados electorales, lo cierto es que, salvo sorpresa mayúscula, la próxima presidenta de México será una mujer. La representante del continuismo político es la candidata de Morena y aliada de Andres Manuel López Obrador, Claudia Sheinbaum, que se presenta junto al Partido del Trabajo y el Partido Verde, en la coalición Sigamos Haciendo Historia. Un nombre que es toda una declaración de intenciones y que remite a la continuidad del Movimiento de Renovación Nacional, que tiene por fin la consolidación de lo que el propio Obrador definió como la ‘Cuarta Transformación’ (4T) del país. En palabras del presidente AMLO: “ya hablé de la independencia, de la reforma, de la revolución y ahora estamos comprometidos en llevar a cabo la Cuarta Transformación de la vida pública del país, sin violencia y de manera pacífica”.
Física y doctora, esta científica de 62 años se crió en el seno de una familia judía de origen lituano y búlgaro. Fue una de las fundadoras de Morrena junto a López Obrador y ha ostentado el gobierno de la Ciudad de México entre 2018 y 2023, año en que dimitió para poder centrarse en su precampaña como aspirante a primera presidenta de México. El eje de su campaña es la continuidad y mantener el mayor número posible de los 16 millones de votos duros que consiguió Obrador, que representan en torno al 30% del electorado mexicano. Asimismo, todo apunta a que desde el equipo de Sheinbaum apuestan por la desmovilización de los partidarios de la oposición mexicana. Esta desmovilización les permitiría ganar cómodamente con los votantes duros y reformar el Instituto Nacional Electoral (INE) y la Constitución Mexicana, en consonancia con su discurso anti-establishment de la Cuarta Transformación (4T).
Con ventaja en la práctica totalidad de las encuestas que se han publicado en México durante el 2024, Sheinbaum sacaría entre 8 y 45 puntos a su competidora Xóchitl Gálvez, representante de la coalición Fuerza y Corazón por México, compuesta por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), el tradicionalmente derechista Partido Acción Nacional (PAN) y el socialdemócrata PRD, en una campaña marcada por la alargada sombra de López Obrador y su particular estilo de liderazgo personalista.
Rodeada de escándalos, tanto del gobierno como propios, que la oposición no parece saber aprovechar, Sheinbaum lucha por convencer al electorado de la continuidad de la llamada Cuarta Transformación mediante la reivindicación de los logros del presidente y de los suyos propios en Ciudad de México. Su campaña tiene un marcado perfil bajo: evita ser cuestionada en los debates, asistir a algunos lugares que pueden ser comprometedores, como las universidades, y confrontar directamente con su rival Xóchitl Gálvez, a quien acusa de ser parte del establishment mexicano. Este lo etiqueta con la denominación PRIAN (unión del PRI y el PAN, partidos que se han repartido el poder en las diferentes contiendas en México durante las últimas décadas).
Xóchitl Gálvez, una campaña marcada por las contradicciones
Una persona “disruptiva, rebelde e irreverente” que “acepta ser candidata presidencial en condiciones adversas”. Así define a Xóchitl Gálvez la periodista salvadoreña Ivonne Melgar, autora de Xingona. Una mexicana contra el autoritarismo, un libro que se ha presentado recientemente sobre la candidata de la coalición Fuerza y Corazón por México. Gálvez se vio aupada a la candidatura por ser una de las máximas representantes de la marea rosa, que clama contra algunas de las propuestas de la Cuarta Transformación de López Obrador, como la reforma del Instituto Nacional Electoral (INE), y que acusa al presidente de conducir a México a un giro autoritario y de tratar de socavar la independencia del poder judicial.
Lo cierto es que Xóchitl Gálvez, ingeniera en computación con raíces otomíes (el quinto pueblo indígena más numeroso del país) y un año menor que su oponente Claudia Sheinbaum, plantea una campaña atravesada por una profunda contradicción discursiva y estratégica. Pese a haber ocupado un cargo como senadora entre 2018 y 2023 por el derechista Partido de Acción Nacional (PAN), existe cierto recelo mutuo entre los partidos que la han hecho candidata (PAN, PRI y PRD) y Gálvez, quien llegó a afirmar en el primer debate que nunca había militado en un partido político. Estas palabras aumentaron las tensiones existentes entre la candidata y los partidos que forman parte de la coalición y evidenciaron el choque entre su discurso anti-establishment y la realidad política del país: los partidos son un lastre para ella como candidata, pero, al mismo tiempo, necesita valerse de las poderosas redes de apoyo con las que todavía cuentan el PRI y el PAN.
Si bien la campaña de Gálvez tuvo un arranque fuerte y poderoso, presentándose como una buena oradora, con reflejos y que siempre contestaba a las preguntas de la prensa, no ha terminado de despuntar en las encuestas y muy pocas le dan opciones de competir contra Sheinbaum. Otro de los principales hándicaps de su campaña pasa porque, al unir a dos partidos tan diferentes como el PRI y el PAN —que tienen tradiciones políticas antagónicas—, muchas cuestiones como el aborto o el combate contra el narcotráfico generan enormes discusiones internas y, por ende, la campaña acaba por plantearse más bien como un plebiscito contra la Cuarta Transformación que como un proyecto propositivo y capaz de generar ilusión en el electorado. A favor tienen los diferentes escándalos que rodean la excéntrica personalidad de López Obrador, las sospechas de corrupción que pesan sobre Morena, el factor oposición y la oportunidad de plantear las elecciones como un plebiscito entre democracia (Gálvez) y autoritarismo (Sheinbaum). ¿Será suficiente?
El tercero en discordia: la estrategia de Máynez y el Movimiento Ciudadano
Si bien parece que estas elecciones se juegan a dos bandas, hay un tercero en discordia que puede ser importante para determinar quién gana y con cuántos votos de diferencia: el Movimiento Ciudadano. ¿Recuerdan aquella cancioncita pegadiza que rezaba aquello de “movimiento naranja, movimiento ciudadano”? Fue la canción con la que se dio a conocer este partido centrista mexicano refundado en el año 2011, que actualmente concentra su poder en los Estados de Jalisco y Nuevo León. Fundado por un ex priísta, Dante Delgado —bien relacionado con Obrador—, el partido comienza a presentarse en solitario y a tener resultados satisfactorios en 2018, año en que empieza a jugar la carta de la nueva política y a tratar de desmarcarse del eje izquierda-derecha, con el fin de fundar así una teórica Tercera Vía mexicana.
Si bien todo apuntaba a que sería el gobernador de Nuevo León, Samuel García, el candidato del Movimiento Naranja, con una intención de voto superior al 15% en las encuestas (y animado por el propio AMLO en sus mañaneras), decidió no presentarse al no poder imponer a su gobernador sustituto. Así, llegó la oportunidad de Jorge Álvarez Máynez, líder de la bancada de diputados del Movimiento Ciudadano. El gran manejo de las redes de la pareja que forman la influencer Mariana Rodríguez y su marido, Samuel García, es una marca personal de la comunicación y la campaña de Máynez y su Movimiento Ciudadano: cercana, digital y joven. La relevancia de Máynez en esta campaña no reside en sus posibilidades de ganar (que son nimias), sino en el 4-6% de intención de voto que le dan las encuestas y de cuál de las otras dos coaliciones que se presentan provendrán sus votos.
Una campaña política disruptiva en las formas, pero no en los mensajes
Como hemos comentado, la campaña está siendo bastante llana y sin grandes sobresaltos discursivos. No obstante, sí se está evidenciando de nuevo que México es una de las vanguardias en la comunicación política en español y uno de los lugares de Iberoamérica en los que más inversión hay en el sector. Desde el ‘jingle’ del candidato Máynez hasta la creación de perfiles de la red de citas Bumble para invitar a conversar a los electores, pasando por la creación de listas de reproducción de Spotify o de filtros de Tik Tok, estamos viendo cómo los equipos de ambos candidatos están echando toda la carne en el asador para que la campaña sea lo más disruptiva posible, al menos en las formas y en el estilo.
De Máynez cabe destacar sus constantes guiños al electorado joven mexicano, uno de sus principales targets de campaña, como muestra el anuncio de su candidatura tomando cervezas junto a Samuel y su esposa influencer Mariana Rodríguez, también precandidata a gobernadora por el Movimiento Ciudadano. De nuevo, uno de los momentos más comentados de la precampaña y la campaña lo ha protagonizado el Movimiento Ciudadano con este jingle tan pegadizo que pide el voto para Máynez y con un spot en que se usa la metáfora de un partido de fútbol en el que entra un nuevo jugador para marcar un gol y dar la victoria a México. Un partido de fútbol cuyos resultados, además, Máynez actualiza en Tik Tok, enviando mensajes pensados para animar a los suyos en cada momento.
La campaña de Sheinbaum ha adoptado un tono y una lógica discursiva marcadamente populista. Desde el eslogan ‘honestidad, resultados y amor al pueblo’ hasta la cuidada fotografía que acompaña siempre a Sheinbaum de diferentes sectores sociales, todo está pensado en una lógica populista, siguiendo la estela de su antecesor AMLO y tratando de humanizar lo máximo posible a la candidata. Entre baños de masas y una campaña bien segmentada territorialmente, la larga y pesada sombra de Obrador (un experto generando conversación y memorabilidad) y la contraposición entre el neoliberalismo que representa la oposición y el humanismo mexicano que representa Morena, transcurre una campaña en la que Sheinbaum ya se ve presidenta.
La de Xóchitl Gálvez está marcada por la combinación entre un tono duro contra Sheinbaum —a la que acusa de irresponsable sacando a relucir las polémicas en las que está involucrada— y un tono propositivo y en positivo con la ciudadanía —que se refleja claramente con el eslogan ‘México sin miedo’, presentado en una combinación de letras blancas y rosas. A pesar de integrar una coalición donde está presente el derechista PAN, Gálvez ha defendido que “Morena se va, pero los programas sociales se quedan”, proponiendo una ampliación de estos y su blindaje constitucional. Otra de las protagonistas de la campaña de Gálvez es la Inteligencia Artificial, presente en vídeos como este responsabilizando a Sheinbaum de las víctimas de la pandemia de la COVID-19.
Tampoco han faltado las frases memorables para tratar de asociar a su rival Sheinbaum con la corrupción, como aquella que pronunció en el primer debate, donde le dijo a Sheinbaum que era “más falsa que su acento tabasqueño”. A estas se une una mayor contundencia en las últimas semanas, en las que acusó a AMLO durante la Convención Bancaria de intentar meterla a la cárcel y de querer convertir a México en un Estado autoritario “como Venezuela, Cuba o Nicaragua”. Estas acusaciones realizadas tienen por objeto cambiar el marco de la discusión política y pasar del eje izquierda/derecha al eje democracia/autoritarismo que, a priori, beneficiaría a la candidata opositora. Por suerte, no huele a Napalm por las mañanas en la Plaza del Zócalo de Ciudad de México, pero a lo que sí huele (y muy bien, por cierto) es a campaña electoral. Alea iacta est!
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