El 10 de diciembre de 1513 Niccolò di Bernardo dei Machiavelli remitía una carta a su amigo Francesco Vettori, embajador de la República de Florencia ante la corte pontificia del Papa León X, en la que le comunicaba que acababa de escribir un opúsculo titulado De Principatibus. Esta fecha es la primera noticia que tenemos del texto de la literatura italiana más traducido y conocido del mundo. En consecuencia, este año celebramos su quinto centenario.
Nicolás Maquiavelo (1469-1527) fue un diplomático, funcionario, filósofo, político y escritor florentino que escribió, hace ahora 500 años, El Príncipe, considerado como primer manual de política moderna mientras se encontraba confinado en su finca de Sant’ Andrea en San Casciano en Val di Pesa, a 15 kilómetros de Florencia, acusado de haber conspirado contra los Medici.
Exiliado tras la caída de la república florentina, estaba descreído, desairado y deseoso de recobrar el favor de los Medici, no de Lorenzo el Magnífico sino de su nieto Lorenzo el Joven -Lorenzo II, duque de Urbino- a quien se lo dedicaría con el objeto de hacer las paces y recuperar su cargo de secretario de la República de Florencia.
El Príncipe es un pequeño tratado de 30.000 palabras y 26 capítulos en el que desea enseñar al gobernante el arte de conquistar el poder a la vez que define las cualidades y defectos del líder. Una obra clásica en la que se aborda el conocimiento de la cosa política desde la política y no sobre la política como objeto alejado, ajeno e independiente de la acción del hombre. Es un manual de las técnicas de poder y de cómo toda acción política debe ser evaluada en función de su capacidad para obtenerlo y conservarlo (virtud o fortuna; distinguir la ocasión y adaptación a las circunstancias) y no en función de los imperativos morales.
Maquiavelo pasaría así a la Historia como el primer realista político, contribuyendo a desvelar la naturaleza profunda del poder, desprovista de la moral y de cómo nos gustaría que fuesen las cosas frente a su verdadero y real funcionamiento.
Medio millar de años después, esta obra sigue en plena vigencia, así como sus máximas maquiavélicas, dando incluso nombre al adjetivo que define una actitud maquinada con astucia, hipocresía y engaños para conseguir sus propósitos.
El Príncipe se publicó, póstumamente, en 1531, y aunque tuvo una recepción hostil siendo incorporado por el catolicismo al Índice de Libros Prohibidos, ha llegado a nuestros días no sólo como uno de los grandes libros de la historia de la teoría política sino como un tratado que explica la naturaleza humana y cómo alcanzar el poder en cualquier ámbito.
Cinco siglos después, El Príncipe sigue siendo un documento de polémica interpretación, abierto y actual. Qué mejor ocasión, pues, que este aniversario para volver a los clásicos y releer sus páginas.
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