Por Paola Cannata @PaolaCannata Politóloga
El pasado 4 de marzo tuvieron lugar las elecciones legislativas italianas y los resultados han dejado un complejo escenario electoral.
Italia se enfrenta a uno de los Parlamentos más fragmentados de su historia y tiene serias dificultades, no ya de formar un gobierno estable, sino de formar un ejecutivo para que no se repitan elecciones. El electorado ha castigado con severidad las ofertas políticas clásicas, que formaron la Gran Coalición en 2013. No sería muy atrevido pensar que el escenario político actual es consecuencia de aquella, cuanto menos, curiosa alianza.
Por una parte, el Partido Democrático (PD) de Matteo Renzi ha sido el gran perdedor de estas elecciones, sacando un ajustado 18 %, su peor resultado desde 1947. Ante esta situación Renzi presentó su dimisión como secretario general del partido.
Y por otra el partido de derecha Forza Italia, de Silvio Berlusconi, ha visto como sus votos se han reducido a un 14 % y la Liga, de extrema derecha liderada por Salvini, le ha superado con un 17,4 %, arrebatándole el ser la primera fuerza de la derecha. Aunque ambos partidos se han presentado a las elecciones como aliados este hecho no deja de ser significativo.
En un contexto donde el debate electoral ha girado en torno a la inmigración suben con fuerza opciones de corte populista que han ofrecido respuestas a los que las pedían y han canalizado el descontento con la política tradicional.
Italia se ha convertido en el primer país europeo en el que el voto protesta ha obtenido mayoría absoluta. Los datos son muy significativos, uno de cada dos italianos se decantó por penalizar la política tradicional votando opciones políticas nuevas, opciones que irrumpen de lleno en el centro del tablero político y se convierten en los protagonistas que marcan la actualidad política italiana. Estas nuevas fuerzas han canalizado el descontento con las ofertas políticas clásicas, pero han ofrecido respuestas bien distintas, encontrándose en frentes opuestos.
En un lado encontramos la oferta política de la alianza de extrema derecha y xenófoba, liderada por Matteo Salvini, que ha visto como la Liga ha cuadruplicado sus votos. En el otro lado se encuentra el Movimiento Cinco Estrellas, que afronta una nueva etapa capitaneado por Luigi di Maio, con una oferta progresista que se ha metido en el bolsillo una de cada tres papeletas y ha obtenido el 32,6 % de los votos, convirtiéndose en la primera fuerza política en Italia. A pesar de los buenos resultados que estas nuevas fuerzas políticas obtienen, lo cierto es que ninguna de las dos ha alcanzado el 40 % de los votos que les posibilitaría formar gobierno.
Cosa può succedere adesso? Es lo que se debe estar preguntando toda Italia, ya que los números que han salido de las urnas dicen que a ninguna fuerza política le dan las cifras para tener mayoría absoluta y, por tanto, poder formar gobierno. La alternativa para no repetir elecciones es que los partidos afronten una larga y difícil etapa de negociaciones que permita una coalición. Por tanto, se perfilan dos posibles alternativas: una progresista, si el PD le da su apoyo al Movimiento de Di Maio, algo difícil por ahora dada la negativa del primero; y otra peligrosamente escorada hacia la ultraderecha que, aunque lo tiene complicado, seguirá buscando apoyos.
Sin duda se admiten apuestas, incluida la de nuevas elecciones.
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