Julio Otero

@juliooterosan

Periodista, Máster en Comunicación Política y doctorando en Análisis del Discurso

Tras unos años en segundo plano, la política vuelve este otoño a ser protagonista del panorama cinematográfico y televisivo nacional. Los estrenos de ‘Soy Nevenka’ y ‘Moncloa. Cuatro estaciones’ han marcado el regreso de la ficción política a la pequeña y gran pantalla. Se trata de dos producciones de diversa naturaleza, tanto en lo que respecta al género como al tema que abordan y, sobre todo, al objetivo de sus respectivos directores.

‘Soy Nevenka’ es un drama de 110 minutos que narra una historia real acaecida en el año 2000. A sus 24 años, Nevenka Fernández, concejala en el Ayuntamiento de Ponferrada (León), sufrió acoso sexual por parte del que era su jefe, el, a la sazón, alcalde del municipio, Ismael Álvarez. ‘Moncloa. Cuatro estaciones’, en cambio, es una serie documental de cuatro episodios con la que el director, Carlos Sánchez Varela, se propone dar a conocer el día a día de quienes trabajan en la sede de la Presidencia del Gobierno de España, incluido el propio presidente, Pedro Sánchez. La directora del largometraje, Icíar Bollaín, declaró, según recoge El Español, que la película es “un acto político” que busca denunciar “el silencio cómplice” del que con frecuencia se benefician los agresores. Por su parte, el impulsor de la serie, Andrés Varela, aseguraba en El País que “la intención era romper la barrera de la política y mostrar lo que pasa ahí dentro, en esa pequeña ciudad que es La Moncloa”.

La conexión con los valores del espectador

El propósito reivindicativo de Bollaín contrasta con el de Sánchez Varela, quien asegura que su proyecto es “meramente descriptivo sobre cómo funciona La Moncloa”. Paradójicamente, ha sido este último el que ha generado polémica. Desde los medios conservadores han criticado duramente el supuesto carácter propagandístico de una producción que se convirtió en maldita. Tras un tiempo sin encontrar plataforma para su emisión, ha tenido que estrenarse en el portal de El País. De nada sirvió que el director insistiera en que “no hay ninguna campaña encubierta” y en que productos similares han triunfado en el extranjero.

Por sorprendente que pueda parecernos, hay que tener en cuenta que el efecto provocado por las creaciones artísticas no depende únicamente de las intenciones del emisor. El factor determinante es la conexión de la obra con los valores y la forma de interpretar la realidad que comparten la mayoría de los espectadores. Así, una película como ‘Soy Nevenka’ hubiera resultado casi imposible de concebir hace dos décadas. A pesar de haber sido la primera mujer en ganar un juicio por acoso sexual contra un político en España, Fernández perdió lo que el escritor Juan José Millás llamó “el juicio social”. La por aquel entonces joven concejala del PP no encontró apenas muestras de apoyo en la sociedad española.

zLa hostilidad que sufrió en su propia localidad la llevó a cambiar completamente de vida e irse a trabajar al extranjero, donde continúa todavía. Ya en 2024, ni los sectores más machistas de la sociedad española han osado criticar la perspectiva de un filme que busca que en los casos de acoso traslademos el foco de la víctima al agresor. Esta tolerancia es, en gran medida, consecuencia de la respuesta que los españoles llevan dando en el último lustro a casos como el de Nevenka. La propia Bollaín reconoce que “ha cambiado la respuesta social”. Prueba de ello es la ovación que recibió Fernández el pasado septiembre durante el estreno internacional del largometraje en el 78º Festival de San Sebastián. La protagonista real de los hechos “se mostró emocionada y agradecida por la acogida a la salida de la proyección”.

Por el contrario, ‘Moncloa. Cuatro estaciones’ ha sido recibida con mucha suspicacia. Las causas van más allá del contenido del documental. En primer lugar, hay que buscarlas en el clima de fuerte polarización política que vive la nación desde hace años. En los medios no queda espacio para la neutralidad. Cualquier intento de retratar la labor de Sánchez y su equipo de forma objetiva está condenado a interpretarse como propaganda. Seguramente, hubiera sucedido lo mismo si el protagonista hubiera sido un Gobierno del Partido Popular. Otra razón de peso tiene que ver con los prejuicios que siguen imperando en España contra el ámbito de la asesoría y la comunicación política. El halo de misterio que lo envuelve no ayuda a la normalización de un sector profesional tan legal como legítimo, pero completamente desconocido para el común de los españoles.

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