Por Daniel Rodríguez @danielrogonza Director adjunto del Instituto de Comunicación Empresarial
Es difícil alcanzar la cota de banalización del género del debate político presidencial que logró el cara a cara en las pasadas elecciones de Ucrania. Se celebró en el estadio olímpico de Kiev, con capacidad para 60.000 espectadores, y se retransmitió por televisión.
Cómo mejorar la actuación de aquel grupo de rock telonero. Cómo superar las arengas a voz en grito de los candidatos presidenciales Volodímir Zelenski y Petro Poroshenko. Cómo no fijarse en los más de 40 acompañantes situados en el escenario tras los candidatos. Asesores aplaudiendo, veteranos de guerra mutilados, y guardaespaldas con gafas de sol grabando con el móvil.
Cómo sobrepasar, en fin, los decibelios de los ensordecedores abucheos, vítores y jaleos de los millares de hinchas separados en dos zonas del estadio y controlados por 10.000 policías.
Si el debate presidencial electoral en televisión se convierte en un histriónico espectáculo de entretenimiento pierde la política, los candidatos y el país que lo organiza.
Para Manuel Campo Vidal, creador de este género informativo en España “el debate político tiene una parte de teatralización, como toda puesta en escena. Pero un debate en medio de un estadio, como en Ucrania, permite ver, pero no escuchar, por el ruido de ambiente.
En esas condiciones el poder de la palabra se diluye y da paso a un espectáculo de otro género que poco aporta al conocimiento de las propuestas políticas”.
El investigador de debates electorales en distintos países del mundo, Alan Schroeder, asegura que el debate de Ucrania es “un ejemplo extremo de cómo los debates pueden convertirse en una especie de circo, y en una atmósfera de circo, los participantes van a funcionar como payasos. Los debates presidenciales son suficientemente dramáticos por sí mismos. No requieren adornos adicionales para el espectáculo”.
El profesor Schroeder recuerda “la insatisfacción” que le produjo el antecedente norteamericano. Se celebró en el estadio de Chicago frente a 15.000 asistentes en 2007 y lo retransmitió la cadena MSNBC. Eran las elecciones primarias y participaron siete candidatos demócratas entre los que se encontraba Barack Obama, Hillary Clinton y Joe Biden. Hubo música, aplausos, silbidos y risas.
Es necesario preservar el nivel de solvencia de los formatos de los debates presidenciales televisivos en el mundo y en España.
En 1993, Campo Vidal, negociador y director de seis debates presidenciales, asentó en el primer cara a cara celebrado en nuestro país las bases de un formato de “debate de Estado” entre Felipe González y Jose María Aznar. Un modelo televisivo centrado en el protagonismo de los candidatos y diseñado para generar solvencia, sobriedad y confianza.
Desde el origen, los debates españoles lograron conjugar un formato televisivo ordenado, con una realización, iluminación y sonorización muy cuidadas. Y, al mismo tiempo, captar el interés de la audiencia que llegó a alcanzar más de trece millones de espectadores en el debate entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez en 2008.
En la búsqueda de la simbiosis de un formato televisivo solvente, y la atracción del espectador, se introdujo en España la estética retransmisión de la llegada de los candidatos al lugar en debaten. Son escenas que no se emiten en los formatos norteamericanos, en los que, además, hay público.
En los dos debates presidenciales televisados de las elecciones generales españolas de 2019 se han introducido algunas novedades que no engrandecen el género.
Fueron prescindibles los veinte minutos en los que Atresmedia retransmitió imágenes de una especie de candidatos cautivos esperando comenzar debate. Paseaban en el plató mientras diversos comentaristas observaban y narraban sus movimientos.
En el debate organizado por Televisión Española, desde el punto de vista de la realización, también aportó poco valor los planos en los que vimos cómo se limpia el suelo de un plató instantes antes de que los candidatos comenzasen a debatir.
En las pasadas elecciones generales hubo música en directo por primera vez en un debate. El de RTVE a las Elecciones Europeas comenzó con cinco músicos interpretando, frente a los candidatos y trombón en boca, la novena sinfonía de Beethoven.
Ya dijo Marshall McLuhan que “el medio es el mensaje”. El formato de un debate es un mensaje sobre la forma de concebir la política. El aspirante a la presidencia de un gobierno debe elegir si ser un candidato de Estado o de estadio.
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