Por Gabriel Cortina. Consultor de comunicación especializado en sector público e industrias fuertemente reguladas
Los acontecimientos que ha producido el COVID-19 han supuesto la puesta en marcha de una comunicación gubernamental e institucional sin precedentes a nivel global. El síntoma más destacado es que ha sido la primera vez que se ha confinado a la población, se ha paralizado toda la actividad comercial y se han cerrado las fronteras. La vulnerabilidad generada por la pandemia no solo ha puesto en jaque a la globalización, sino que en la gran mayoría de países ha afectado profundamente a los sistemas sanitarios y la coordinación de emergencias. La comunicación de los Estados se ha convertido en una de las acciones más significativas. El objetivo de este análisis es abordar el caso de la región Asia-Pacífico y ver qué aspectos han sido los más característicos.
Hacer frente a una pandemia implica centrar todos los esfuerzos en la labor sanitaria y la activación de protocolos de seguridad nacional. Un nivel de alarma de estas características supone poner en marcha una estructura que haga posible la transmisión de mensajes, razón por la cual los Gobiernos asumen la comunicación como una parte fundamental de la resolución del conflicto. En cierta medida, lo ocurrido con el COVID-19 es similar a un ataque cibernético, pues la amenaza se manifiesta de forma inesperada, muta, se transforma y hace estragos sin posibilidad de contener al atacante. La diferencia es que, en lugar de afectar a equipos y sistemas, las víctimas son un creciente número de población, llegando en ciertos casos a colapsar los sistemas de salud y de emergencia.
Aunque la amenaza por guerra química o bacteriológica -denominada NRBQ- está presente en las fuerzas armadas y los cuerpos de seguridad, nunca se había vivido una situación similar, razón por la cual la comunicación de los Gobiernos ha partido de difundir las recomendaciones sanitarias de los organismos internacionales, asimilar las lecciones aprendidas de países vecinos y establecer protocolos de actuación de obligado cumplimiento, incluso bajo pena o sanción. Un aspecto muy importante ha sido el cierre de fronteras, lo que implica consecuencias muy serias para la actividad económica. Este aspecto, unido a la creciente incertidumbre y a los casos de enfermedad y defunción, hacen que la credibilidad de los mensajes sea uno de los aspectos más delicados.
Voluntad política, un Estado bien organizado y una población obediente ha sido la característica común para librarse de los peores efectos del coronavirus
Una de las características de la región Asia-Pacífico es la conciencia social de amenaza, fruto de la situación de inestabilidad causada por los conflictos pasados o latentes, lo que posibilita una mejor gestión de las emergencias. El caso más comentado es el de Corea del Sur, pero también habría que mencionar el de Vietnam. Desde mi punto de vista es el más interesante. En el mes de abril, este país no registró ningún muerto pese a compartir 1.400 km de frontera con China, y desarrolló una campaña creativa y persistente, como si el virus se tratara como un invasor del que protegerse y reaccionar unidos, de forma heroica, como recordando los tiempos de la guerra contra Estados Unidos.
No ha sido una mejor comunicación institucional o un sistema sanitario más eficiente lo que ha facilitado la labor para hacer frente a la pandemia, sino la disciplina social. Ofrecer información relevante, transmitir normas y recomendaciones es mucho más fácil si hay una población que asume con diligencia lo que se indica desde las autoridades sanitarias o de seguridad. China, Corea del Sur, la isla de Taiwán, la ciudad de Hong Kong o el mismo z han afrontado de forma diferente la crisis. No son comparables ni sus infraestructuras, ni sus capacidades sanitarias ni de logística militar o de emergencias; y no es lo mismo que se trate de sistemas democráticos y de Estados de derecho, o de regímenes totalitarios o autoritarios, como es el caso de Pekín o Hanói. Pero todos tienen en común la respuesta social, en cuanto a manifestación de disciplina o responsabilidad, y eso afecta de forma definitiva a la estrategia de comunicación. Voluntad política, un Estado bien organizado y una población obediente ha sido la característica común que ha permitido poner en marcha todas las medidas posibles para librarse de los peores efectos del coronavirus. De la comunicación desarrollada por China ya se ha hablado mucho y el lector podrá encontrar numerosas referencias, así que en el presente análisis me centraré en otros escenarios que me parecen de interés.
En Vietnam, ningún muerto pese a compartir frontera con China. Desarrolló una campaña creativa y persistente, como si el virus se tratara como un invasor del que protegerse
El caso de Japón es singular pues su conciencia de amenaza se comprende por las catástrofes de los últimos terremotos y tsunamis (2017, 2010, 2011) o las crisis causadas por el accidente nuclear de Fukushima. Al ser las campañas de comunicación y prevención periódicas, resulta una ayuda imprescindible para afrontar los efectos del virus. El aislamiento de los primeros positivos, la difusión de las medidas de higiene, la distribución de mascarillas y el cierre de las escuelas fueron el eje de la comunicación por parte de las autoridades. Un factor para tener en cuenta es el alto porcentaje de densidad de población; asimismo, el que se trate de una isla favorece el control sobre los desplazamientos internacionales. El Gobierno manifestó estar orgulloso por haber superado la pandemia sin confinamiento obligatorio gracias a la responsabilidad personal.
Uno de los aspectos más llamativos, desde el punto de vista de la comunicación institucional, ha sido el referido a los Juegos Olímpicos y Paralímpicos Tokio 2020 que debían celebrarse en verano. Al tratarse de un evento estratégico, de enormes consecuencias a nivel nacional e internacional, como marca-país, los efectos de la pandemia han estado siempre amenazando su celebración, al igual que ha ocurrido con la cancelación de las ferias comerciales e industriales, y los eventos artísticos y culturales a nivel mundial. Finalmente, el Comité Olímpico Internacional (COI) decidió aplazar los próximos Juegos a 2021 tras llegar a un acuerdo con el gobierno japonés. Se trata del primer aplazamiento de unos Juegos Olímpicos en toda su historia, que sí vivió las cancelaciones de 1916, 1940 y 1944 a causa de las guerras mundiales.
El Gobierno japonés manifestó estar orgulloso por haber superado la pandemia sin confinamiento obligatorio gracias a la responsabilidad personal
La situación de Filipinas es singular porque el presidente Duterte ordenó públicamente a la Policía y al Ejército “disparar a matar” a quienes violen la cuarentena por el coronavirus, especialmente en aquellas circunstancias donde se produzcan desórdenes públicos, y si la vida de los agentes estaba en juego. El origen eran las protestas por la falta de comida y ayudas durante el confinamiento. Conviene tener en cuenta que se trata de un país formado por más de 7.000 islas, siendo en la de Luzón donde se concentra más de la mitad de la población filipina y que fue declarada en confinamiento.
El caso que los expertos más han comentado ha sido el de Corea del Sur. La conclusión es que se trató de ofrecer un mensaje transparente y claro, siempre acompañado por una buena gestión de los hechos. Como afirma la analista Laura Moussa, en la República de Corea hubo una gran campaña de prevención e información que permitió concienciar a la población de la situación que les sobrevenía. Cuando el virus fue inevitablemente avanzando, se llevó a cabo un proceso de geolocalización de los afectados: se rastreaban los movimientos de los ciudadanos que daban positivo y el Gobierno informaba por mensaje a aquellos que podrían haber entrado en contacto con esa persona. De modo que la pandemia estaba perfectamente localizada por barrios, universidades, iglesias, etc. Posteriormente, se llevó a cabo un plan de actuación donde se extremaban las medidas de higiene y de desinfección.
En el país asiático existe una Ley de Salud Pública que otorga el poder a las autoridades competentes para recolectar datos privados. En referencia al debate entre seguridad y libertad puede parecer una violación del derecho a la privacidad, pero es el precio que la sociedad surcoreana está dispuesta a pagar por una mayor seguridad en el ámbito de la salud. Lo mismo sucede en otros ámbitos de la vida cotidiana coreana y en las calles se asume con normalidad el que haya cámaras de vigilancia. Teniendo en cuenta estas características, se comprende el enfoque de los mensajes gubernamentales de Seúl.
En Filipinas, el presidente Duterte ordenó públicamente a la Policía y al Ejército “disparar a matar” a quienes violen la cuarentena por el coronavirus
La capacidad de liderazgo y resiliencia social son los dos elementos necesarios para llevar a cabo una adecuada administración para resolver conflictos como el producido por el COVID-19. La comunicación gubernamental es reflejo de esta realidad, que no es posible comparar con otras Administraciones, pues a pesar de que es una democracia occidental, el compartir frontera con Corea del Norte, una potencia nuclear fruto de un conflicto armado en la década de los años 50, configura una dirección política y una respuesta social de compromiso. Recordemos también la crisis sanitaria de 2015, del virus llamado MERS, que también fue abordada con una campaña de comunicación significativa, aunque con un perfil mucho menos transparente que el caso que nos ocupa.
Hay que tener en cuenta que Asia-Pacífico es hoy en día “la fábrica del mundo” y que cerrarlas por causa del confinamiento, ha tenido como efecto una tensión extrema en las principales economías y finanzas. Por primera vez en la historia, se ha producido un cierre global del mercado, nunca logrado antes ni con las dos grandes guerras del siglo XX. La región concentra al 60 % de la población mundial, es decir, unos 4.300 millones de personas, lo que podría implicar un efecto devastador teniendo a la ciudad de Wuhan como epicentro de la expansión del virus.
En Corea del Sur, la conclusión es que se trató de ofrecer un mensaje transparente y claro, siempre acompañado por una buena gestión de los hechos
La comunicación institucional en la región ha seguido los protocolos de las situaciones de emergencias, como cuando se producen catástrofes, pero con una proyección mucho mayor, pues éstas no implican ni el confinamiento, ni el cierre de fronteras ni la parálisis económica nacional. La comunicación ha tenido como protagonistas a los jefes de Estado, tanto en declaraciones como en visitas institucionales, y al factor de la seguridad, lo que implica una narrativa que no se queda únicamente en el aspecto humanitario o asistencial. Aspectos como la parálisis económica o la preocupación por la salud pública se suman a los efectos de la seguridad y el orden social, por el hacinamiento, las revueltas y los asaltos a comercios, la situación de los centros penitenciarios o los campamentos de desplazados densamente poblados. El enfoque y el criterio estratégico ha sido más profundo y, por lo general, sigue abierto, ya que se temen posibles brotes.
Deja un comentario