Por Luis López Latorre, @luislopezlatorre, responsable de comunicación digital y fotógrafo de Ciudadanos Aragón.
Hace unos días leí en la bio de Instagram de un importante fotoperiodista de Aragón la siguiente cita: “Lo bueno de nuestra profesión es que cualquier error solo dura hasta que se imprime la siguiente edición”, unas palabras que me hicieron reflexionar sobre la situación actual de la fotografía política, actividad a la que me dedico.
En plena generación digital como la que vivimos, la fotografía política se encuentra ante la oportunidad (y obligación) de posicionarse como un contenido informativo tanto o más relevante que la propia información escrita, al menos, en lo que a reclamo de la atención del lector se refiere, y huir de la posición meramente “decorativa” que, en la mayoría de las ocasiones, se le atribuye.
Según un estudio de Hootsuite y We Are Social, 29 millones de españoles utilizan las redes sociales y pasan en ellas una media de seis horas diarias. Otro estudio elaborado por la Asociación para la Investigación de Medios de Comunicación (AIMC) titulado «Internet en medio de los medios», concluyó que los periódicos impresos son todavía la principal fuente para informarse de temas en profundidad (50,6 %), si bien la inmediatez gana en los medios digitales (43,8 %). Digital News Report anunció las redes sociales son el medio preferido para informarse en los menores de 35 años. Por último, según un estudio sobre consumo digital entre 50.000 usuarios de 16 a 60 años de edad en 46 países, el 61 % del total señaló que accede a diario a internet para informarse, el 54 % consume televisión, el 36 % escucha la radio, y el 32 % lee periódicos.
Estas cifras reflejan un cambio en la tendencia de las personas a la hora de consumir información, marcada, principalmente, por dos factores relacionados: inmediatez y sobreexposición. La inmensidad de información a la que cualquier usuario está expuesto en internet, bien en redes sociales o medios digitales, provoca que captar su atención sea una tarea mucho más complicada y solo se disponga de un instante para que esta persona decida leer la información que se le ofrece. ¿Cómo imponerse a todos los contenidos que bombardean la atención de los lectores digitales? Con la mejor fotografía.
Pero la fotografía política no debe conformarse con servir únicamente de reclamo para acceder a la información que la acompaña. Debe ser informativa por sí misma, como afirma Fran Carrillo, en su artículo “La fotografía en política” de El Confidencial (22 de agosto de 2016), “el fotógrafo debe captar las imágenes que mejor cuenten el mensaje que se quiera comunicar, porque la mente es más proclive a aceptar y recordar sensaciones visuales que palabras”. Una buena fotografía tiene la capacidad no solo de llamar la atención, sino también de permanecer en la memoria de quien la ve.
Para que la fotografía política alcance el reconocimiento que merece, debe transmitir y resumir el mensaje que se quiere comunicar y tener una esencia emotiva que conquiste al lector, pero, al mismo tiempo, cumplir sus principales y más importantes propósitos: dar más veracidad a la información que la propia explicación y aportar valor diferencial a la marca personal del político.
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