Por Gisela Rubach Lueters, @GiselaRubach. Estratega política
El mundo cambió en un parpadeo. Un organismo microscópico modificó la realidad cotidiana de nuestra especie en todo el planeta. Un nuevo virus ataca a un mundo viejo que vive en crisis desde hace años, un mundo viejo que no acaba de entender que no entiende, pero teme morir.
En una época marcada por una creciente desafección por los asuntos públicos, el universo de la política y lo público, no obstante los ciudadanos continúan desconfiando, vuelve a ocupar un rol central en nuestras vidas. Algo es seguro, los políticos no llegarán muy lejos solos, sin dar espacio la participación ciudadana.
Aún no sabemos hasta dónde nos llevarán los cambios de este cambio de época. El coronavirus aceleró nuestro proceso de adaptación e interconexión al cambio iniciado por el nacimiento del internet. En la superficie vemos crecer la incertidumbre en los mercados internacionales, la industria de la aviación colapsa y sube Zoom por las nubes, triplica su valor de mercado en unos meses y aumentan más de mil por ciento las descargas de la app. Pero eso es solo superficie.
Si bien ocurrió un repunte en la confianza en las instituciones (la esperanza muere al último), lo cierto es que prevalece una alta desconfianza, ausencia de liderazgos (aunque hay casos excepcionales como el de Angela Merkel), creciente desencanto de la democracia y marcada desafección política, un humor social cargado de indignación, incertidumbre, enojo y resentimiento. Eso es lo que brota del interior a la superficie.
Haré zoom en una zona del planeta con enormes desafíos, en la cual se agudiza la desaceleración económica mundial y ahora reaparecen dos viejas amenazas que se unen al nuevo virus: dengue y hambre. Desgraciadamente no son las únicas amenazas. La desmedida desigualdad que recorre el mundo, aquí ha dejado una estela de gran concentración de la riqueza en unos pocos y multiplicación de la pobreza en contingentes cada vez más amplios de la población. Por ello es fundamental analizar cómo están atendiendo o sobrellevando la crisis los gobiernos de esta región.
México, Centroamérica y tres tristes estrategias
Se dice con frecuencia que percepción mata realidad. Sin embargo, en una crisis sanitaria, más temprano que tarde, la realidad opaca por completo a la percepción. Por el momento, en Latinoamérica, la gran mayoría de los gobernantes ha elevado la percepción de su imagen positiva.
Sobresalen Nayib Bukele, de El Salvador, y Alejandro Giammattei, de Guatemala, quienes han alcanzado niveles históricos de aprobación
Sobresalen Nayib Bukele, de El Salvador, y Alejandro Giammattei, de Guatemala, quienes han alcanzado niveles históricos de aprobación. Por el otro lado, uno de los presidentes mejor evaluados del continente, López Obrador, de México, se percibe a la baja. Cabe señalar que frecuentemente se confunde el liderazgo con la popularidad, lo cual es un error que hay que señalar, ya que los atributos y características son diferentes.
En Nicaragua hay caos, desinformación, y ausencia de autoridad en las calles e instituciones, pero la persecución política continúa
Hemos visto en esta emergencia sanitaria usar frecuentemente la narrativa bélica, sin embargo, una crisis global como la que vivimos, demanda solidaridad e inteligencia colectivas para garantizar el orden y la protección pública, incluido el abasto de alimentos e insumos, así como la seguridad ciudadana.
Triste estrategia 1: Tapar el sol con un dedo
El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, negó la existencia del virus en su país y alentó a salir de casa, a continuar las actividades económicas, las clases en las escuelas, actividades deportivas, manifestaciones, conciertos, etc. Los datos oficiales estuvieron congelados por muchos días en 15 casos y 5 muertes por COVID-19. Al 15 de junio ya se contabilizaban 1.464 contagios y 55 muertes. Las cifras están muy lejos de la realidad. Está completamente rebasado el sistema sanitario. Hay despidos y renuncias de especialistas médicos, por quejas y temor ante la falta de protocolos y medidas de seguridad para trabajar. Países vecinos y organizaciones civiles denuncian colapso en hospitales y morgues. Los afines a Daniel Ortega que ayer se burlaban de la existencia del virus, hoy están contagiados. No obstante, además del caos y la desinformación, hay ausencia de autoridad en las calles e instituciones, pero la persecución política continúa.
Triste estrategia 2: Yo contra el mundo
Estrategia seguida por Nayib Bukele. Hasta el momento lo ha llevado a la cima de la popularidad entre los gobernantes a nivel mundial. Sin embargo, en su afán de cumplir sus objetivos, ha usurpado facultades del poder legislativo, incluso entró al Congreso rodeado por militares. Se le acusa de tomar medidas anticonstitucionales y querer someter a los otros poderes. Desde su cuenta de Twitter desafía la constitucionalidad del país y arremete contra sus adversarios políticos. Su narrativa es popular, pero sus acciones lo ponen es riesgo de convertirse en un outsider del sistema democrático.
Triste estrategia 3: Como digo una cosa digo otra
En México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), ha afrontado la emergencia sanitaria como si se tratara de un obstáculo para continuar el camino hacia la Cuarta Trasformación (4T) de la vida nacional. Si bien el presidente ha enviado mensajes contradictorios e irresponsables a la población durante la emergencia, decidió nombrar a un subsecretario de Salud para atender y ser vocero de la crisis, no obstante, este señala desde hace semanas que México está en el pico de la curva de contagios.
La narrativa oficial polariza, AMLO lanza descalificativos y los gobernadores y presidentes municipales atienden la emergencia sin apoyo del gobierno federal
Se han tomado medidas de atención insuficientes y como consecuencia, vemos un sector productivo en incertidumbre y un amplio desencanto por las decisiones del gobierno federal durante la contingencia. Mientras la narrativa oficial polariza, lanza descalificativos, promueve la desconfianza y el antagonismo, los gobernadores y presidentes municipales atienden la emergencia sin apoyo del gobierno federal y el crimen organizado reparte despensas en comunidades vulnerables. Adicionalmente, el poder Ejecutivo busca cambiar la ley para tener facultades unipersonales que le permitan modificar el presupuesto sin consultar al Legislativo y militariza el país con la aprobación legal que permite a las Fuerzas Armadas desempeñar tareas de seguridad pública. Mientras todo esto ocurre, el domingo 14 de junio AMLO comunicó un decálogo, más moral que práctico, para regresar a la nueva normalidad.
¿Qué liderazgo necesitamos para sobrevivir en un cambio de época?
Como señala Daniel Innerarity: “La principal amenaza a la democracia no es la violencia ni la corrupción o la ineficiencia, sino la simplicidad”. En ocasiones, las soluciones simples o las decisiones unipersonales, son enormemente populares, atienden debidamente a las clientelas políticas o permiten ocultar la verdad, pero esto no hace ni efectivas ni democráticas las soluciones o las decisiones.
Hemos escuchado muchas veces decir: los problemas de la democracia se resuelven con más democracia. Es prácticamente un lugar común, pero un lugar común intangible en la realidad práctica de nuestros barrios y comunidades o de nuestros países. No hay respuestas simples, pero tampoco lo complejo tiene que ser complicado o incomprensible.
Disolver un parlamento que no colabora con un presidente u ordenar a un juez que falle a conveniencia de un gobernador, parecen acciones más simples que negociar largas horas cumpliendo la ley y las reglas del juego democrático, interactuar en nuestro sistema democrático de pesos y contrapesos. Nuestras democracias no son perfectas, y nos podemos equivocar y elegir a Calígula, pero nuestro sistema de pesos y contrapesos debe evitar invariablemente que disuelva el congreso, dé órdenes a su antojo a jueces y magistrados, y termine nombrando cónsul a su caballo.
La comunicación será de ida y vuelta o no será. La resistencia al cambio puede ser la pesada piedra que ate a los servidores públicos y a las instituciones
Con relación al universo del marketing y la comunicación política, la buena comunicación por sí sola, no basta. En el caso que nos ocupa, tenemos que ser conscientes que la comunicación no es antiviral. La información precisa y clara es necesaria, pero por más llamativo y didáctico que sea un spot que comunique la técnica más adecuada para lavarnos las manos, si no tenemos acceso a agua y jabón, no podremos lavarnos las manos. Parece una obviedad, pero nos llevaríamos una sorpresa al revisar lo lejos que está el número de gobiernos que comunicó la obligatoriedad del uso de ‘cubreboca’ o ‘barbijo’ (mascarilla), de aquellos gobiernos que primero garantizaron su abasto y/o difundieron cómo hacerlos en casa antes de comunicar que era obligatorio portarlos.
Latinoamérica clama un nuevo liderazgo. Un liderazgo horizontal, transparente, que independientemente de ser mujer u hombre, siempre escuche y dialogue, integre e incluya lo diverso, enfrente problemas complejos, sea equilibrado en la toma de decisiones, reconozca sus emociones y las gobierne, tenga capacidad de negociación, creatividad, pensamiento crítico y autocrítica, sea solidario, generoso y amable, encauce la fuerza social, construya usando la inteligencia colectiva, tome decisiones analizando datos y sumando múltiples opiniones.
Las Cinco C+S
Para esta crisis, en Consultores y Marketing Político diseñamos una estrategia integral de comunicación y acción para gobiernos, con el fin de atender y satisfacer una compleja red de necesidades, demandas y responsabilidades sociales y gubernamentales.
Acordamos alejarnos de una solución simple, con el propósito de tomar en cuenta factores fundamentales para resolver la crisis y evitar que conflictos previsibles e imponderables rebasaran la propia estrategia.
De esta forma concretamos una estrategia con cinco pilares y un eje trasversal, que llamamos las Cinco C+S: Cuidados, Confianza, Cooperación, Convivencia, Comunicación más el eje transversal de la Solidaridad.
Cuidados, para poner en primer lugar la vida, la salud y la integridad de las personas, garantizar el acceso a los servicios y el abasto de insumos y alimentos. Confianza, con el fin de generar total transparencia y veracidad en la información, así como teje lazos sociales firmes y coherencia entre el decir y el hacer. Cooperación porque es vital fomentar la empatía y el compromiso con la comunidad como regla, para construir la alianza de todos los sectores y todas las personas para lograr el mismo fin.
Convivencia, porque esta emergencia nos señaló que es indispensable generar armonía y concordia entre las familias, los grupos sociales y equipos de trabajo, fomentar la actividad física, la salud mental, la recreación y las relaciones sanas. Comunicación, porque es esencial socializar permanentemente nuestro mensaje, hablar con empatía, claridad, escuchar sistemáticamente a los ciudadanos, ponernos en sus zapatos, informar y responder ¿qué?, ¿cuándo?, ¿dónde?, ¿por qué? Con optimismo y esperanza pero sin engaños ni manipulación.
Las cinco C se complementan con la S de Solidaridad, (ese) transversal o eje articulador de toda la estrategia porque es esencial para el éxito de los cuidados, para construir o fortalecer la confianza. La cooperación que no parte de la solidaridad, es oportunista o interesada. La convivencia sin solidaridad, carece de empatía. Sin duda, la solidaridad es el mayor activo de la comunicación.
Cambio de época y nueva normalidad
Conjugar conexión, confianza, cooperación, calidez y cercanía en tiempos de sana distancia, se vislumbra como un desafío complejo. Sin embargo, aplanaremos la curva de nuestro aprendizaje si logramos abrir las instituciones a la colaboración ciudadana. Innovar es necesario, pero para innovar hay que permitir que entre el aire fresco de las ideas nuevas y la confianza a organizaciones rígidas y cerradas.
Para la comunicación gubernamental resulta indispensable construir puentes para que la innovación sea abierta y pública, para que pueda transitar el ciudadano al diálogo, la interacción y la colaboración con los servidores públicos. La idea es poder conformar una red de colaboración y participación tan grande como sea posible, que nos permita resolver de mejor manera los asuntos públicos que nos competen a todos. En el esquema de comunicación del cambio de época, no hay conversación sin participación e interacción.
La comunicación será de ida y vuelta, añadiendo valor en cada interacción, o no será. La resistencia al cambio, en el contexto de la “nueva normalidad”, puede ser la pesada piedra que ate a los servidores públicos y a las instituciones, llevándolos al oscuro fondo del mar de la animadversión pública. Como diría Martin Luther King: “La oscuridad no puede expulsar a la oscuridad, solo la luz puede hacer eso”.
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