Un voto estratégico con dificultades para los partidos políticos
Por Ana Salazar, @energica, Politóloga y directora de Idus3
Dentro de dos años, para la próximas elecciones generales, en España habrá aproximadamente 8,51 millones de personas con edades entre los 18 y los 34 años. Potenciales votantes de los diferentes partidos políticos, que si bien no suponen un gran peso dentro del censo electoral (poco menos del 23%), constituyen un voto estratégico tanto para los partidos nuevos como para los partidos tradicionales.
Como vemos en los gráficos 1 y 2, para los primeros (Unidas Podemos, Ciudadanos y Vox) representa el grueso de su electorado. En el caso de Podemos/UP y de Ciudadanos, desde que concurren a las elecciones generales en 2015 y hasta la última convocatoria electoral en noviembre de 2019, observamos que se han nutrido principalmente del voto joven.
Si bien en Podemos/UP vemos como las cohortes de edad de 18-24 y 25-34 han venido representando los mayores caladeros de voto, en Ciudadanos habría que añadir el segmento de 35-44 años, que junto con la población más joven, conforman el principal nicho de votantes del partido naranja.
En Vox se observa un comportamiento parecido, aunque con un punto diferente de partida marcado por su irrupción en la convocatoria de abril de 2019 con un electorado mayoritariamente entre los 35 y 44 años. Tan solo seis meses más tarde, en la convocatoria posterior son los grupos jóvenes de 18 a 34 años en los que alcanza mayor penetración.
Atendiendo a los datos que arrojan los gráficos anteriores podemos concluir que para los nuevos partidos el electorado joven ha sido un voto, hasta el momento señalado, crucial para mantener sus respectivas posiciones a nivel nacional.
Los partidos tradicionales muestran el patrón contrario al que acabamos de ver, encontrando mayor aceptación a medida que aumenta la edad.
Aunque un poco más acuciada la diferencia de los populares en las personas de 65 años en adelante, tanto el Partido Popular como el Partido Socialista no presentaban grandes distorsiones en el voto en función de la edad en el año 2011, antes de la entrada de los nuevos partidos en el espacio electoral nacional. Es en 2015 cuando ambos partidos comienzan a soportar la fuga de voto, siendo los votantes jóvenes los que menor resistencia presentan a las nuevas ofertas electorales.
Hasta el momento hemos visto cómo ha evolucionado el voto a los largo de las últimas convocatorias que concluyen en 2019 pero, ¿se mantiene dicho comportamiento en 2021?
Según el Barómetro del CIS del mes de noviembre2, aunque las fuerzas de los partidos políticos han variado sustancialmente (Ciudadanos ha pasado a la irrelevancia demoscópica y Más País no termina de consolidarse como opción), en el caso de celebrarse elecciones generales, nos encontraríamos un patrón parecido: a medida que avanza la edad la tendencia es votar bipartidismo, mientras que Unidas Podemos sigue manteniendo una base importante de voto joven y Vox alcanza una de sus cotas más altas en el voto de 25 a 34 años.
Si el voto joven se plantea estratégico para los nuevos partidos, igualmente lo hace para los tradicionales ya que les confiere una ventaja no solo cuantitativa sino también cualitativa: desproveer a estos nuevos adversarios de caladeros con los que mantener sus posiciones y dirigir la tendencia hacia un escenario bipartidista mucho más cómodo para ellos a la hora de conformar Gobiernos y mantener la estabilidad parlamentaria.
De ahí que tanto unos como otros mantengan líneas estratégicas específicas para los jóvenes, bien sea a través de medidas que les afecten directamente o bien a través de estrategias de captación. De una forma u otra el voto joven está presente en los war rooms de todos los partidos políticos para encontrar la manera de conectar con ellos, no sin dificultades, y ganarse su confianza.
Para seducirlos hay que conocerlos
La mayoría de las veces tendemos a ver a los jóvenes como un colectivo homogéneo, sin embargo en ellos influyen las mismas variables que en el resto del electorado: el género, la posición socioeconómica, el nivel cultural, la ocupación, el territorio, la ideología…, incluso la edad es motivo de diferencia.
Nos encontramos ante dos generaciones, que aunque con aspectos comunes, también muestran diferencias a tener en cuenta a la hora de diseñar las estrategias de voto: nos referimos a la Generación Y (generación del milenio o millennials) y la Generación Z (posmilénica o centennials).
No existe un consenso internacional en el ámbito demográfico sobre la fecha que establece el límite entre una generación y otra, si bien en España diversos estudios y publicaciones sitúan en la generación Z a los nacidos a partir de 1992/19933, mientras que situaríamos en la generación Y a aquellos nacidos entre 1982 hasta 1992/1993.
En resumen, podríamos llamar centennials a los menores de 28 años y millennials a los que tienen entre 29 y 39 años.
No existe un consenso internacional en el ámbito demográfico sobre la fecha que establece el límite entre una generación y otra, si bien en España diversos estudios y publicaciones sitúan en la generación Z a los nacidos a partir de 1992/19933, mientras que situaríamos en la generación Y a aquellos nacidos entre 1982 hasta 1992/1993.
En resumen, podríamos llamar centennials a los menores de 28 años y millennials a los que tienen entre 29 y 39 años. No existe un consenso internacional en el ámbito demográfico sobre la fecha que establece el límite entre una generación y otra, si bien en España diversos estudios y publicaciones sitúan en la generación Z a los nacidos a partir de 1992/19933, mientras que situaríamos en la generación Y a aquellos nacidos entre 1982 hasta 1992/1993.
En resumen, podríamos llamar centennials a los menores de 28 años y millennials a los que tienen entre 29 y 39 años. Pero, ¿cómo son estas generaciones? ¿Por qué se caracterizan? ¿Cuáles han sido los factores que las han marcado? ¿Cómo les influyen en el comportamiento político y electoral?
La generación del milenio
Según el ‘Diagnóstico de la diversidad generacional: análisis del talento intergeneracional’ del Observatorio Generación & Talento, este grupo nace y crece en una época de esplendor económico que acaba con una crisis internacional coincidiendo con el momento de su acceso al mercado laboral. Este hecho genera un sentimiento de frustración, ya que a pesar de su amplísima preparación en materias técnicas, en idiomas y en habilidades tecnológicas, sus aspiraciones se ven limitadas a la precariedad laboral, a una emancipación tardía y a retrasar sus proyectos vitales.
No es de extrañar, por tanto, que su respuesta a los principales problemas4 que les afectan sean el empleo (y la calidad del empleo) mostrando preocupación por las consecuencias económicas de la pandemia, la vivienda, la subida de las tarifas energéticas y la sanidad.
Esta generación tiene dos significados históricos: la crisis económica y los cambios tecnológicos que marcan su manera de vivir y entender el mundo permitiendo la construcción de un relato propio de confrontación con las generaciones predecesoras que “sin haber sabido adaptarse mantienen unos privilegios a los que ellos nunca podrán acceder”.
No solo se sienten protagonistas de los cambios tecnológicos, también se consideran líderes de los mismos, sin embargo existe la percepción de que ni las instituciones ni las organizaciones les conceden espacios de poder en los que desarrollar sus conocimientos y habilidades de transformación.
La tecnología marca su concepción del tiempo: son impacientes, están acostumbrados a la inmediatez que permite el golpe de click, mostrando una gran intolerancia hacia los procesos lentos. Son conscientes de la volatilidad del entorno y están entrenados para adaptarse a ella de manera inmediata.
Entienden que la vida comprende el desarrollo personal y profesional continuo, y que el trabajo es una actividad que ha de perseguir ambos objetivos, de ahí que los retos conformen para ellos el motor del movimiento.
Reclaman autonomía, confianza y un mayor reconocimiento económico por su trabajo. Son inconformistas, ambiciosos, globales y están interconectados.
La generación Z
Es muy parecida a la generación Y, con la salvedad de que su niñez y adolescencia no fue de crecimiento económico sino de crisis.
Es la generación con mayor consciencia de la velocidad vertiginosa a la que se producen los cambios, así como de que en el futuro sus trabajos serán realizados por la inteligencia artificial. Este tipo de asunciones desde una juventud temprana les permite vivir sin miedo, para ellos los cambios y las transformaciones son nuevos retos a los que adaptarse.
Desconfían de las organizaciones, incluso de las académicas, lo que les impulsa a una actitud autodidacta. Sin renegar de ellas, consideran que allí no encontrarán la preparación para un mundo dominado por la tecnología en el que no hay rutas ni caminos marcados, de ahí que busquen herramientas en otros lugares. No sorprende, por tanto, que a los problemas que les afectan a la generación anterior, además muestren su preocupación por la educación.
Es un colectivo marcado por la innovación, el desarrollo, la iniciativa y al igual que la anterior: la impaciencia.
La grieta intergeneracional
La tecnología, la adaptabilidad y la velocidad son los tres elementos que marcan por igual a estas dos generaciones y que los distancia de las otras dos, provocando una línea divisoria entre los nacidos antes y después de principios de los años 80.
A los jóvenes les cuesta valorar a las generaciones anteriores ya que piensan que estas no han sido capaces de adaptarse, presentan resistencia a los cambios y no alcanzan la velocidad que marca el siglo XXI. Es decir, carecen de mérito y capacidad, razón por la que no terminen de reconocer su posición ni su papel en las organizaciones empresariales, políticas e institucionales.
Esta línea intergeneracional se traslada a la política en una falta de credibilidad por parte de los jóvenes, falta de reconocimiento y con una especie de sensación de que no merecen comandar la sociedad.
La comunicación es otro de los vectores que afectan a la distancia intergeneracional. De este modo el lenguaje, los códigos y el uso de los canales de comunicación no terminan de establecer puentes, cuyo resultado final es la percepción de los jóvenes de que las generaciones mayores no se dirigen a ellos, nos les hablan a ellos, no les conceden un espacio en la conversación pública de la cual se ven excluidos.
En los grupos de discusión realizados en Idus3 se observa un discurso subyacente del “nosotros frente al ellos”, y aunque la línea discursiva no es puramente generacional, ya que se pueden distinguir dos variables: una variable generacional y otra variable de poder (probablemente inferida por la generación); entienden que tanto políticos, empresarios como medios de comunicación forman parte del «ellos», frente a un nosotros conformado por la edad.
Al igual que con la política, la relación con los medios de comunicación no goza de una gran credibilidad, si bien son una fuente de información, no son el referente debido a su “pleitesía hacia el poder”. Para ellos el lugar idóneo donde informarse son las redes sociales y aunque reconocen la existencia de las fake news, entienden que les afecta en menor medida debido a su capacidad crítica y analítica.
Durante los meses más duros de la pandemia mostraron mayor confianza hacia los profesionales sanitarios, por ejemplo, los cuales narraban sus vivencias a través de sus perfiles en redes sociales sirviéndoles de referencia informativa para reafirmar ideas propias ya preconcebidas.
Como comentábamos anteriormente, la velocidad es otro de los factores de la falta de conexión: mientras que estas generaciones entienden los cambios a velocidad vertiginosa, los cambios a través de la política y las instituciones requieren de un tiempo que no conciben. Dos conceptos temporales que chocan inevitablemente y que podría ser también motivo de desafección y desconfianza.
Comportamiento electoral: desafección y volatilidad
Todas las cuestiones expuestas en el apartado anterior son indicios de la existencia de una grieta generacional y podrían, a su vez, dar una explicación a la alta desafección electoral que se observa en las cohortes de votantes más jóvenes. Lo vemos en el siguiente gráfico.
Tal y como se aprecia en el gráfico 8, las personas de 18-34 años vienen siendo las más abstencionistas durante el periodo analizado. Es importante señalar que los jóvenes de entre 18-24 en 2011 pertenecen a la Generación Y, mientras que con las mismas edades en 2019 pertenecen a la Generación Z.
Como hemos visto, el cambio, la volatilidad y el emprendimiento vital son conceptos que están impregnados en estas generaciones, por eso no es de extrañar que se trasladen al comportamiento electoral, ya que se podría deducir, entienden, el cambio de voto como algo natural a lo que habría que sumarle que el voto no está integrado como un elemento de la identidad del sujeto como ocurre en otras generaciones.
La conclusión es la falta de miedo en probar respuestas, a modo betatester, dentro de toda la oferta electoral, la necesidad de buscar nuevos representantes, nuevas ideas, nuevos partidos que se asemejen y recojan su visión de la realidad, que les hagan sentir esa empatía, ese “uno de los nuestros” y que finalmente se gane su confianza. Una confianza, por supuesto volátil, a expensas de los resultados.
Partidos nuevos o liderazgos nuevos dentro de los partidos tradicionales. Si nos fijamos en las elecciones de la Comunidad de Madrid, la volatilidad se produce no solo intrabloques, sino entre bloques.
En este gráfico del artículo “¿Los jóvenes se pasan a la derecha? En Madrid la votaron bastante más que a la izquierda”, firmado por Kiko Llaneras y Fernando Peinado para El País, encontramos la plasmación de un voto joven en movimiento a lo largo de los años, entre partidos de un mismo bloque, así como a lo largo del eje ideológico, proveyendo de la victoria al Partido Popular en este segmento de edad con un 39% de voto.
Hacia una estrategia para la conquista del voto joven
Volviendo a nuestro punto de partida sobre las diferencias generacionales, una de las claves que parece más sensata a la hora de diseñar una estrategia para la captación de estos votantes es la construcción de espacios de encuentro y de diálogo entre las diferentes generaciones. Establecer retos compartidos y asumir los desafíos de las diferentes generaciones. Ver el voto a largo plazo y pasar de las promesas electorales a la generación de comunidades basadas en la diversidad generacional.
Apostar por la estrategia digital como elemento de conexión explorando nuevos canales y dedicando esfuerzos a la creación de contenidos estratégicos con el lenguaje y los códigos propios de dichas generaciones.
La incorporación de Youtube, Twich o TikTok a la comunicación política partiendo de modelos comunicativos tradicionales carece de sentido por falta de eficacia, pero probablemente en ellos encontremos la oportunidad de construir espacios de consenso donde el protagonismo sea compartido.
1 Estimación realizada a partir de los datos del Instituto Nacional de Estadística.
2 Último barómetro publicado hasta la fecha.
3 Diagnóstico de la diversidad generacional: análisis del talento intergeneracional (Observatorio Generación & Talento), ¿Evasión o expulsión?: Los mecanismos de la deserción universitaria (María del Carmen Parrino), Teletrabajo y Neurotecnología (Viviana Laura Díaz) El talento está en la red (Amparo Díaz-Llairó).
4 Barómetro del CIS mes de noviembre.
5 En dichos barómetros no se encuentra la opción “no votó porque no tenía la edad”, se deduce que las personas entrevistadas tenían la edad para votar y que la abstención se debe a otro tipo de motivos.
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