Por Franco Delle Donne, @fdelledonne Consultor en comunicación. Autor del libro #FactorAfD
El resultado de las elecciones alemanas puede leerse como un verdadero castigo a la gran coalición entre conservadores de la CDU y socialdemócratas del SPD. El 32,9% del partido de Angela Merkel y el 20,5% de la fuerza de Martin Schulz se ubican entre los peores de sus respectivas historias. Juntos apenas superan el 50% y con ello dejan de manifiesto que la confianza en los partidos mayoritarios se ha erosionado a niveles extraordinarios. A esto se le suma el ingreso triunfante de los ultraderechistas (AfD) al Bundestag que lograron el tercer lugar. La primera vez en más de medio siglo. Ambos elementos dan cuenta de que algo está fallando en Alemania.
MAYORITARIOS SIN PERFIL
Una de las causas del mal resultado de la CDU y del SPD tiene mucho que ver con un proceso de eliminación de perfiles que ambos han sufrido a partir de la llegada de Angela Merkel al poder. En otras palabras, la utilización de la gran coalición como una solución política frecuente para formar gobierno ha impedido que existan proyectos diferenciados en Alemania. Al menos en la percepción del ciudadano medio, socialdemócratas y conservadores representan y articulan demandas similares.
Esto fue acompañado por una oposición casi testimonial conformada por verdes e izquierdistas de die Linke que apenas reunían cerca del 20% de las bancas. La gran coalición se hizo fuerte y gobernó durante ocho de los doce años que Merkel lleva en el poder. En dicho período los socialdemócratas instauraron políticas que gozaban un amplio consenso social (salario mínimo, jubilación a lo 63, matrimonio igualitario), especialmente en el espectro político de izquierdas. Merkel también se benefició de ello al ser parte del mismo gobierno. Sin embargo, esta política de absorción de réditos políticos del socio de coalición se convirtió en un arma de doble filo.
LA CONSOLIDACIÓN DE LA NUEVA ULTRADERECHA
Esta situación fue el caldo de cultivo que le dio la posibilidad a los ultraderechistas de legitimar su discurso. AfD aplica un frame la define como la única alternativa al «cartel de partidos políticos que no se ocupan de los problemas de la gente»11. Se trata del discurso de la antipolítica que ubica a los partidos políticos como enemigos del pueblo y con ellos a los medios de comunicación, la Unión Europea, los refugiados, el Islam y todo lo que pueda ser identificado como «el otro». En esta multitud de conceptos, que parecieran demasiado distintos como para estar en la misma lista, existe un denominador común: el descontento social.
AfD es básicamente una fuerza política que se ha vuelto experta en capitalizar el descontento. Un descontento que tiene diferentes causas y que termina determinando la transversalidad del fenómeno ultraderechista alemán. No se trata de una expresión exclusiva de la extrema derecha, sino que además de ella, incorpora a conservadores descontentos con la CDU y vulnerables de estratos sociales bajos que ven en AfD un partido para expresar su desasociego.
DESAFIOS PARA EL FIN DE LA ERA MERKEL
Alemania está frente a un desafío histórico que coincide con el fin de un período histórico: la era Merkel. La canciller deberá formar un nuevo gobierno, ya que los socialdemócratas prefieren la oposición. Esa tarea implica sentarse en la mesa con liberales y verdes para formar un tripartito. De fracasar habría que llamar nuevamente a elecciones ya que nada indica que Merkel tenga intenciones de formar un gobierno en minoría.
Mientras tanto la canciller como el resto de los partidos tendrán la posibilidad de revisar su trabajo y tratar de descubrir cuáles fueron sus errores. Aquellos errores que dieron lugar a una opción de ultraderecha que llegó a casi 6 millones de votos.
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1 Cita de la líder de AfD Beatrix von Storch en Factor AfD (2017).
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