Por Teresa Sádaba. @tsadaba,
Profesora de Sistemas Políticos Contemporáneos en Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra
Es tiempo de incertidumbre, también desde la óptica electoral, y esa incertidumbre se traslada, de forma particular, en las mid terms de este 8 de noviembre en Estados Unidos. Aunque todo parecía apuntar a una victoria republicana, a partir del verano las encuestas han recogido un repunte del partido demócrata y ya no hay que dar nada por sentado.
Es cierto que la historia está de parte de los republicanos. Desde 1826, el partido en el poder nunca ha conseguido sumar escaños en la Cámara de Representantes en este tipo de elecciones (primeras de medio término para un presidente). Solo ha habido dos excepciones: en 1934, con Franklin D. Roosevelt y en 2002, tras el 11-S, con George W. Bush. Sin embargo, las ganancias del partido opositor pueden ser decisivas. Con Barack Obama en 2010 fueron 63 los escaños que dieron la gran victoria republicana y con Donald Trump, en 2018, los demócratas sumaron 40 escaños.
En esta ocasión, y según las mejores previsiones, en la Cámara de Representantes los del elefante podrían llegar a obtener hasta 233 escaños (de los 435), lo que les proporcionaría una holgada mayoría y daría un vuelco a la actual composición de la Cámara. En el Senado, donde se renuevan 35 escaños, las encuestas siguen mostrando un escenario muy reñido, sobre todo en Estados como Georgia o Arizona y en Wisconsin, Pensilvania y Nevada, donde los republicanos han mejorado sus posiciones en las últimas semanas.
Con estas previsiones, la Casa Blanca tendría que lidiar con un panorama muy distinto al actual. Una victoria republicana supondría el adiós de Nancy Pelosi como líder de la Cámara y el inicio de posibles comités de investigación sobre la apresurada retirada de Afganistán o sobre el controvertido hijo del presidente, Hunter Biden. También se cuestionaría la posible candidatura de Biden a las elecciones de 2024 porque, aunque estamos ante unas elecciones locales, siempre llevan aparejada una interpretación cuasi plebiscitaria sobre la presidencia.
Del mismo modo, y de forma más novedosa, estas elecciones también se están enmarcando como un plebiscito para Donald Trump. Su protagonismo en los procesos de primarias ha sido muy notable y hay que subrayar sus éxitos. Casi todos los candidatos que contaban con su apoyo han salido victoriosos, como el famoso dr. Mehmet Oz en Pensilvania, Don Bolduc en New Hampshire, Herschel Walker en Georgia, el Blake Masters en Arizona y J.D. Vance en Ohio. Quizás, la derrota de Liz Cheney en las primarias de Wyoming, acérrima enemiga de Trump e hija del que fuera vicepresidente, ha sido el símbolo de que, en el partido republicano, la sombra de Trump sigue siendo alargada. Y quizás también de que estas elecciones son el impulso definitivo para su vuelta como candidato a la presidencia.
En este contexto, el asesor republicano Karl Rove, en su columna habitual del Wall Street Journal, advertía a los republicanos de que se equivocarían en su estrategia si hacen que estas elecciones sean sobre Trump y no ponen el foco en la mala gestión del presidente Biden. Los datos de aprobación presidencial siguen siendo muy bajos (por debajo del 50%) y quizás es mejor para los candidatos demócratas que el presidente no aparezca demasiado en la campaña. No obstante, el repunte demócrata del verano se atribuye también a la gestión de la Casa Blanca en medidas como la cancelación de la deuda a los estudiantes o algunas propuestas de contención de la inflación, pero, sobre todo, se subraya la manera en que se han aireado las consecuencias de la sentencia del Tribunal Supremo sobre el aborto, que pasó a ser un tema relevante en la agenda pública. Las elecciones especiales en Alaska y Nueva York fueron favorables a los demócratas.
Junto a la inflación y el aborto, la seguridad ciudadana y la inmigración son los temas estrella en esta campaña. La inmigración, además, divide a los demócratas en lugares clave y los enfrenta a la administración Biden, los candidatos al Senado del Arizona, Georgia, Nevada o New Hampshire son un buen ejemplo.
Si hay que seguir la pista del dinero, los demócratas en el Senado duplican su fundraising con Warnock, el candidato en Georgia, a la cabeza con 14 millones de dólares. También los mercados de apuestas están siguiendo el proceso con fluctuaciones, que en estas semanas dan mejores pronósticos para los republicanos.
Así las cosas, se espera una noche electoral apasionante. Con contiendas muy ajustadas, mucho que elegir al mismo tiempo sobre gobernadores, autoridades locales y preguntas directas a la ciudadanía, puede que los resultados definitivos, como ya pasó en 2020, se hagan esperar. La incertidumbre será entonces de nuevo la gran protagonista.
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