Por Tiago Matias, Asesor en el Gobierno Regional de las Islas Azores (Portugal)
Elecciones en Portugal: ¿qué ha cambiado?
Las elecciones parlamentarias de Portugal se celebraron el pasado mes de octubre, dando lugar a una nueva Asamblea de la República (Parlamento Nacional) y el nuevo Gobierno de la República (Nacional). La Asamblea de la República Portuguesa se compone por 230 diputados. En términos de gobernanza, y en general, podemos decir que, en estas elecciones de 2019, la izquierda ganó y la derecha sufrió una fuerte derrota.
Hagamos un poco de contexto, al menos hasta 2011. En 2011, el PPD-PSD ganó las elecciones, pero tuvo que formar una coalición de derecha con el CDS-PP y ambos los partidos gobernaron Portugal durante una intervención externa del Fondo Monetario Internacional (FMI). En medio de la crisis económica, sus políticas han sido de austeridad, de aumento de impuestos y de reducción de subsidios, con el objetivo declarado de restaurar las finanzas públicas.
En las elecciones de 2015, la coalición de PPD-PSD y CDS-PP, “Portugal à Frente” ganó las elecciones por un margen mínimo, permitiendo a los partidos de izquierda (PS, PCP y BE) formar lo que llamaron Geringonça1 como solución de gobierno. Fue un proceso controvertido. Era la primera vez en la democracia portuguesa que un partido, perdiendo las elecciones, constituía un gobierno basado en una coalición postelectoral. Lo cierto es que el Gobierno de la República (solo del PS, pero con el apoyo parlamentario del PCP y BE) restableció los ingresos a los portugueses y alivió la carga fiscal entre 2015 y 2019. Por lo tanto, no fue sorprendente la victoria de PS en las elecciones del 6 de octubre de este año, aunque fue una victoria tímida.
En los próximos cuatro años no habrá un acuerdo formal sobre la gobernanza en toda la legislatura, como ha sucedido con la Geringonça, pero el BE y el PCP ya han expresado su apertura para apoyo parlamentario, aunque solo caso por caso. De este modo, Portugal seguirá siendo gobernado por la izquierda durante los próximos cuatro años, en una receta que ha producido buenos resultados, dando una nueva vida a una economía que continúa en un ciclo ascendente.
En términos de gobernanza, y en general, podemos decir que, en estas elecciones de 2019, la izquierda ganó y la derecha sufrió una fuerte derrota
¿Qué hay de los restaurantes?
Muy bien. ¿Pero qué hay de los restaurantes que prometía el titular del artículo? Vamos a ello ahora. Estas últimas elecciones confirmaron una tendencia que también está sucediendo en Portugal, pero no solo allí.
Hablamos del deterioro de los partidos tradicionales en detrimento de la aparición de nuevos partidos pequeños. O mejor. Si hasta hace aproximadamente una década íbamos al restaurante y solo teníamos cinco o seis platos para elegir nuestro menú, en las últimas elecciones los portugueses tenían 21 platos (partidos políticos) para elegir. Agreguemos a esto el hecho de que en las últimas décadas solo hemos tenido cinco o seis platos, algunos de los cuales han comenzado a agriarse, y descubrimos que los clientes (votantes) buscan probar nuevos sabores.
Es así que la situación está llevando a las personas a consumir los extremos: demasiado dulce o demasiado amargo o demasiado picante. Una carne simple con arroz, papas o pasta, que alimenta bien, ya no es suficiente para seducirnos.
De hecho, ya vimos esto en las elecciones parlamentarias portuguesas de 2015, con el PAN eligiendo un diputado por primera vez. En 2019, tuvimos tres partidos a elegir, por primera vez un diputado: Iniciativa Liberal, Libre y Chega. El recién llegado PAN en 2015 creció para cuatro miembros en 2019. Ahora tenemos, en Portugal el Parlamento más fragmentado en la historia de su democracia, después de la revolución que derrocó al Estado Novo (dictadura), el 25 de abril de 1974, en la Revolución de los Claveles.
En el período 2019-2023, la Asamblea de la República tendrá diez partidos en sesión plenaria, el mayor número de la historia. Nunca antes hubo más de siete partidos en el parlamento. Y los tres partidos novatos representan los extremos de la derecha y la izquierda. Votaron por ellos los que disfrutan con platos muy picantes, amargos o muy dulces. Porque ya estaban hartos de carne con arroz, papas o pasta.
En un mundo en constante cambio, lo que pasa es que los partidos que han asegurado el funcionamiento de las democracias en las últimas décadas están en deterioro. Están perdiendo apoyos que van al voto antisistema, que representa una alternativa al status quo.
Portugal seguirá gobernada por la izquierda, dando una nueva vida a una economía que continúa en un ciclo ascendente
Si bien esto a primera vista es seductor, da la idea de una democracia plural vibrante y funcional, a medio plazo resulta perjudicial para la gobernabilidad de los estados sociales. ¿Por qué? Porque es mucho más sencillo llegar a acuerdos parlamentarios que conduzcan a soluciones de buena gobernabilidad si sentamos a la mesa a cinco o seis intervinientes en lugar de a diez. También porque muchos de estos nuevos partidos no tienen una ideología consolidada, están apostando por la demagogia y por el populismo. Porque saben que no serán llamados a la responsabilidad de gobernar.
Son partidos de protesta, instables, organizaciones que por la mañana defienden una cosa y por la tarde defienden su contraria. Siempre y cuando eso les proporcione buenas publicaciones en Twitter, Facebook o Instagram.
Un voto “¿Y cómo sería si votáramos por…?”. Aunque eso parezca una forma de marcar una posición, de afirmación, en realidad es una votación que contribuye a la degradación de las democracias. Así llegaron al poder Donald Trump (EE. UU.), Jair Bolsonaro (Brasil) o Boris Johnson en el Reino Unido (aunque este último no fue elegido, sino que fue designado por su partido debido a la renuncia de Theresa May). Lo mismo ocurrió con el referéndum que llevó al brexit en 2016, un proceso que ha cambiado para siempre la política del Reino Unido y aún se queda lejos de completarse, planteando grandes preguntas a las entidades inglesas y europeas, con poca certeza para presentar.
Los partidos son la columna vertebral de la democracia y es por eso por lo que debemos centrarnos en fortalecer esta columna vertebral, no en romperla. Pero eso depende, en primera instancia, de los partidos tradicionales y de su voluntad de reinventarse. Sin embargo, los dados están lanzados. En un restaurante con tantas opciones, o reinventan su plato o terminan en desuso. Porque el restaurante continuará operando, con o sin ellos. A pesar de la creciente falta de clientes, la abstención fue del 51,43 % en las últimas elecciones, en política, como en los restaurantes, la emoción anula la razón. Somos conscientes de que la pizza, la hamburguesa o la lasaña no son las mejores opciones para nuestra salud, pero a menudo son lo que elegimos. ¡Y queremos Coca Cola o cerveza para acompañarlos! Terminando con un buen postre, lleno de chocolate y crema. Un plato que se presenta con toda racionalidad, con un cálculo preciso de las calorías necesarias para nuestra supervivencia diaria, lleno de fibra, lleno de vitaminas y minerales esenciales, será el más adecuado para la salud. Lo sabemos racionalmente. ¿Pero será un éxito de ventas? Bueno, puede ser así, pero debe tener una presentación muy cuidadosa y atractiva para captar clientes.
Eso es algo seguro: si no queda bien presentado, para atraer nuestra atención, no degustaremos este plato, particularmente si se acompaña de otros muchos platos más sabrosos y gratificantes.
Los partidos que han asegurado el funcionamiento de las democracias en las últimas décadas están en deterioro
¿Qué pueden hacer los partidos tradicionales entonces?
- Deben enfocarse en la calidad definiendo claramente su agenda y sus proyectos políticos.
- Deben dar prioridad al mérito de su personal político, de modo que pongan a estas personas en puestos clave, en función de sus competencias, no de relaciones políticas o amistades.
- Deberían volver a lo básico y hablar claramente con el votante. Aunque lo “políticamente correcto” parece ser una plataforma de estabilidad, una zona de confort de la que a estos partidos no les gusta irse, a veces se convierte en una barrera para comunicar el mensaje político. Si el votante no entiende lo que representan, no votará por ellos. Si el votante percibe que los partidos no dicen la verdad o disfrazan la mentira, no votará por ellos.
- En los restaurantes, los ojos también comen. Es por eso por lo que, en un menú grande, nuestro plato debe destacarse. ¿Pero cómo enfrentarse a platos más nuevos, más irreverentes y exóticos? Reinventando la receta. Haciendo algunos ajustes. Haciendo estudios de mercado. Conociendo mejor al cliente/votante, para producir un plato que atraiga a un público más amplio. Pero no puede ser un plato que permanezca inmutable, debe buscar evolucionar con los tiempos.
- Dejar la comunicación política a quienes la conocen. Al igual que los dueños de restaurantes, los partidos políticos también enfrentan un dilema: ¿promocionar sus propios productos o contratar un equipo experto? Si contratar a un equipo completo fuera del partido puede parecer algo muy radical, ¿por qué no una mezcla? Formar un equipo de comunicación con gente del partido y consultores externos para mejorar la comunicación es una buena opción.
- En el corazón del negocio de los restaurantes hay una idea muy simple: buena comida. En los partidos podemos hacer una buena oferta política con un buen equipo, con seriedad, honestidad, transparencia, con objetivos y estrategias bien definidos, que el votante perciba como algo por lo que vale la pena apostar. Como en un plato delicioso.
- No inventar. Encontramos que, a menudo, frente a los malos resultados electorales, los partidos comienzan a inventar en un esfuerzo desesperado por recuperar a los votantes. No inventar. Los partidos deberán asegurarse de estar cerca de las personas, de lo que se piensa y dice por las calles. Estudiar. Investigar. Conocer mejor al público objetivo, el electorado, para hacer mejor su oferta.
- ¿Qué busca el cliente del restaurante? El plato que más le gusta. Así es el votante. Comprender esto es fundamental para cualquier partido.
A pesar de la creciente falta de clientes (abstención) en las últimas elecciones, en política, como en los restaurantes, la emoción anula la razón
Escuchando a los grandes demócratas del pasado
Los partidos tradicionales deberán recordar lo que son y sus activos. Estos partidos han garantizado la estabilidad democrática en la mayoría de los Estados, en las últimas décadas. Han liderado las agendas de sus países, ya sea de manera más progresiva o más conservadora, reflejando la voluntad popular expresada en las urnas. Es en estos partidos donde se encuentra la esperanza de una democracia saludable, pero el camino continuará hacia abajo si no saben cómo reinventarse para complacer al público moderno. Las audiencias que tienen más de 20 opciones en la boleta electoral, que están permanentemente vinculadas a las redes sociales, que siguen las noticias. Teniendo en cuenta que una mala noticia elimina fácilmente 20 o 30 noticias positivas.
El camino para estos partidos no es bajar a debatir con los partidos pequeños emergentes, sino más bien afirmarse como partidos gobernantes, como una opción de confianza para el votante. Tampoco los partidos tradicionales deberán ignorar a los partidos pequeños. Porque cada pequeña semilla tiene el potencial de convertirse en una gran planta o árbol. Los partidos deben recordar a Abraham Lincoln, reconociendo que “la democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Y los votantes deben recordar a Winston Churchill, para quien “la democracia es la peor forma de gobierno, excepto todas las otras formas que se han inventado”.
Aquí es donde nuestro desafío radica en los próximos años. De lo contrario, corremos el riesgo de un revés histórico con el regreso a las dictaduras.
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