Por Carlos Ruiz Mateos, @ruizmateos, especializado en asuntos públicos y comunicación política.
Portugal vive unos meses en los que la inestabilidad política será la palabra más repetida. Las elecciones legislativas del pasado 4 de octubre dieron la victoria a la coalición de centro-derecha del aún primer ministro, Pedro Passos Coelho, y a su socio de gobierno del CDS/PP, Paulo Portas. Fue una victoria con mayoría simple, con 102 escaños, lejos de los 116 que necesitaba para obtener la mayoría absoluta.
Por contra, los socialistas (PS) lograron 86 escaños, lo que supone un resultado muy por debajo de las expectativas que hace menos de un año, despertó su nuevo secretario general, hasta ese momento alcalde de Lisboa, António Costa. Los votantes históricos del PS, desencantados, creyeron que Costa sería el viento fresco que se llevaría por la ventana los recortes de la derecha, que estos habían aprobado por presión de la troika. Sin embargo, a medida que se acercaba la campaña, los socialistas demostraron poca habilidad para desembarazarse de las trampas que la derecha les tendió. Además, fueron poco astutos en materia económica: a pocas semanas del comienzo de la campaña, presentaron un informe con las principales medidas que tomarían si llegaban al poder. Muchas de ellas restablecían algunos de los recortes ejecutados por la derecha, pero unas simples cuentas dejaban en evidencia que, de ejecutar tales medidas, el Gobierno incurriría en un grave déficit, tal y como sucedió en la etapa inmediatamente anterior y que provocó la intervención de Europa y el FMI.
Pese a todo, ya se han puesto las bases para un Gobierno de coalición de izquierdas que lograría mayoría absoluta en el Parlamento con el apoyo de los comunistas (PCP) y el Bloco de Esquerda (BE). La sorpresa en Portugal, lo que muy pocos pensaban, ha sucedido: comunistas y socialistas parecen haberse puesto de acuerdo. Aunque no parezca extraordinariamente complicado, lo cierto es que en Portugal nunca se han entendido y defienden posiciones ideológicas y políticas realmente diferentes. Sólo como ejemplo, el PCP sigue defendiendo la salida del euro de Portugal. Sin embargo, los comunistas han ido aflojando en estas semanas sus reivindicaciones y aparcando esos asuntos con el fin de acercar posturas.
Por otro lado, la opción que ha tomado Costa de intentar un gobierno de coalición es vista por muchos portugueses como una traición de la voluntad mayoritaria que dio la victoria en votos al centro-derecha. Incluso, se ha escuchado la palabra ‘traidor’ entre las filas socialistas. Y en el PSD de Passos Coelho comentan estos días que manejan encuestas internas, realizadas tras el anuncio de Costa de un entendimiento con el resto de fuerzas de izquierdas, que les darían ahora la mayoría absoluta puesto que muchos socialistas preferirían apoyar un gobierno de centro-derecha que ver a los comunistas en el poder.
El escenario es de inestabilidad total empezando porque, aunque el socialista Costa tenga ahora más opciones de generar mayorías parlamentarias, el presidente de la República ordenará a Passos Coelho que forme un gobierno como ganador de las elecciones. Por tanto, Costa sólo recibirá el encargo del presidente tras caer el gobierno de Passos Coelho, fruto de una moción de censura en la Asamblea en la presentación del programa de gobierno o bien si le tumban en la votación de los presupuestos generales de Estado.
Portugal ha demostrado en las últimas décadas que no sabe sobrevivir con mayorías simples. Prefiere una mayoría absoluta por muchos recortes que le traigan. Los tripartitos, como el que se prepara en estas semanas, simplemente le son desconocidos, lo que abre un enorme interrogante sobre el futuro político en el país.
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