Estratega político especialista en psicología política.

“La decisión de voto meramente racional no pasa de ser pura ficción teórica”

Por Ignacio Martín Granados, @imgranados Director de La Revista de ACOP

Daniel Eskibel @danieleskibel es el fundador de Maquiavelo & Freud, referencia mundial en español en psicología política. Su blog es leído por cientos de miles de profesionales de la política de un centenar de países y ha sido premiado con el Victory Award como Mejor Blog Político por su Impacto Educativo.

Psicólogo y estratega político uruguayo, aplica la psicología política al diseño de estrategias políticas y comunicacionales de candidatos, partidos políticos y gobiernos. Es miembro de la Asociación Latinoamericana de Consultores Políticos (ALaCoP), de la American Association of Political Constultants (AAPC) y de ACOP. Ha trabajado en diez países y es docente en numerosos masters y programas académicos sobre comunicación política, así como coordinador internacional del Máster en Consultoría Política de la Universidad Camilo José Cela de Madrid.

Integrante de la International Society of Political Psychology (ISPP), evangelista de la psicología política y conferenciante internacional, Daniel Eskibel es autor de más de 400 artículos y de 23 libros, entre ellos Maquiavelo & Freud: Psicología Política para Ganar Elecciones.

Hace unos días visitaba Sevilla, en un nuevo encuentro de la delegación territorial de ACOP Andalucía, para impartir la conferencia ‘Psicología para cambiar la política’ y aprovechábamos para entrevistarle.

Su especialización es la psicología política, ¿cómo la definiría?

La psicología política es el estudio científico de los aspectos psicológicos de la vida política. Toda la política pasa por el filtro del cerebro humano, de sus leyes de funcionamiento, de la dinámica mental y emocional, de la vida psíquica consciente e inconsciente. Todo pasa por allí: la decisión de voto, las simpatías y antipatías políticas, los liderazgos, las decisiones de gobierno, la comunicación política… absolutamente todo. Lo vemos con claridad si analizamos la comunicación política de Donald Trump y Hillary Clinton. La psicología como disciplina tiene sus primeros antecedentes 2500 años atrás. Su constitución como ciencia se produce sobre el último tercio del siglo diecinueve. Y la psicología política como una de sus ramas específicas, con su propio objeto de estudio y su propia metodología, surge ya en el siglo veinte. Autores como Gustave Le Bon, Charles Merriam, Harold Lasswell y Theodor Adorno marcaron algunos de sus pilares fundacionales. Hoy en día ya contamos con una vasta investigación, numerosas publicaciones, una organización internacional de especialistas y una presencia sólida en programas académicos formales de numerosas universidades. De lo que se trata ahora es de seguir investigando, difundiendo y además aportando a la práctica política del mismo modo que lo hacen otras ciencias sociales.

Hablando de psicología, parece que las últimas citas con las urnas a nivel mundial se han resuelto más votando con las tripas o el corazón que con el cerebro. ¿Somos menos racionales de lo que creemos?

Sí. Somos mucho menos racionales de lo que creemos. La decisión de voto meramente racional no pasa de ser pura ficción teórica. Nadie decide nada solo con la razón. Nadie. En ningún ámbito. De hecho las decisiones humanas, incluyendo las decisiones políticas, son esencialmente irracionales y emocionales. La razón viene luego a justificar y clarificar lo ya decidido. La dinámica psicológica es 95% inconsciente y no más de 5% consciente. La paradoja es que la comunicación política prioriza ese 5% consciente y olvida al decisivo 95% inconsciente. Considerando esto, entonces, no debería sorprender que ocurran tantas sorpresas.

Ante los últimos acontecimientos políticos (brexit, referéndum colombiano, victoria de Donald Trump…), ¿asistimos al triunfo del “cerebro de reptil” (comportamientos primitivos) sobre el cerebro humano (racional)?

Lo que llamamos cerebro de reptil es una estructura muy primitiva que opera en todos los procesos políticos y no solo en los que mencionas. Si consideramos que gobierna, por ejemplo, las conductas territoriales…entonces es claro que se activa con facilidad cuando están en juego conceptos de fronteras, de extranjeros, de salidas o entradas al territorio. Pero en los procesos que citas seguramente estuvieron en juego por lo menos otros 3 aspectos además de ese:

1. El cerebro necesita mensajes simples.
2. Las ideas necesitan emociones para ser más potentes.
3. Amplios segmentos sociales se sienten desplazados y atemorizados por los cambios sociales, económicos y tecnológicos que ocurren en nuestro tiempo.

Cuando todo esto se conjuga surgen resultados que las encuestas no pueden prever porque básicamente miden la autoconciencia humana pero no las pulsiones irracionales. En gran medida las encuestas miden ese 5% del que te hablaba antes, mientras el decisivo 95% queda en la sombra porque es inconsciente hasta para los propios ciudadanos que responden a la encuesta.

¿El avance en neurociencia deja a los ciudadanos en manos de una manipulación política más sofisticada y sutil?

Es un riesgo, sí. Casi cualquier avance científico puede ser utilizado de manera maravillosa para expandir las fronteras humanas y para hacernos cada día más humanos. Pero también puede ser utilizado de manera devastadora, manipuladora y destructiva. Vivimos tiempos complejos, por cierto. Internet, los ordenadores, las nuevas tecnologías son avances extraordinarios que pueden favorecer la vida humana… pero al mismo tiempo, ¿acaso no nos ponen al alcance de una sofisticada manipulación política? La adicción al smartphone, la consulta a su pantalla cada pocos minutos, las apps coloridas y brillantes que incitan al clic, el culto a la velocidad, la novedad y la instantaneidad, las respuestas casi automáticas de ‘me gusta’, la fragilidad de la atención, la fragmentación de los vínculos sociales, el narcisismo extremo, la frágil construcción de las identidades… y podría seguir. ¿Acaso todo eso no nos está colocando en una especie de caja de Skinner, como ratitas en pleno proceso de condicionamiento? Tenemos que pensar mucho estas cosas.

Posverdad ha sido elegida palabra del año por el diccionario de Oxford. Sin embargo, la mentira, apelaciones a la emoción y manipulación de la realidad no son nuevas en política.

La naturaleza humana continúa siendo la misma, claro está. Tal vez en estos tiempos la verdad no la tiene fácil. Para nada fácil. Nunca la tuvo fácil, nunca. La ignorancia y la inquisición han sido en todos los tiempos tan ominosas como ahora. En este tiempo que vivimos, a veces parece que un tuit o un comentario en Facebook es más importante que una obra documentada, investigada y pensada. A veces parece que la elaboración y el pensamiento quieren ser llevados por delante por el grito o la frase sensacionalista. Es una batalla permanente. Una batalla por las verdades, por los hechos, por las construcciones a largo plazo en todos los órdenes.

En los tiempos actuales de posverdad, infoxicación de las redes sociales y economía de la atención, ¿cómo se percibe y procesa la información política? Háblenos de la psicología del votante.

Los partidos políticos emiten mensajes, pero no están solos. Otros mensajes múltiples y contradictorios surgen desde otros lugares de la sociedad. El cerebro del votante recibe solo algunos de estos mensajes. Y los recibe filtrados por los medios de comunicación, las redes sociales, los vínculos con otros, la tecnología, la vida cotidiana y muchas otras capas que tamizan esos mensajes. Es un proceso continuo, que no comienza con la campaña electoral ni finaliza el día de la elección. Y dentro del votante es también un proceso continuo de elaboración, archivo, evocación y re-elaboración. Un proceso donde reinan los mecanismos irracionales, inconscientes y emocionales. A ese respecto, por ejemplo, investigué (y expliqué luego en la Cumbre Mundial de Comunicación Política de junio de 2016) cómo es la psicología del votante de Donald Trump. Y lo que aparece en primer plano es el peso de la emoción y de la ira como motivadores. Todo ello se vive, además, mientras existe una verdadera guerra por la atención, porque la atención es el bien más escaso y más preciado de hoy. Todo se complejiza aún más porque estamos siendo empujados hacia las percepciones fragmentarias y los juicios rápidos y superficiales. Si los electores se volvieran distraídos, superficiales, impulsivos y apurados…pues sus decisiones políticas serían de muy baja calidad.

¿Puede darnos alguna explicación psicológica al auge de los populismos?

Simplicidad extrema. Emociones primarias a flor de piel. Pensamiento rápido. Multitudes solitarias que necesitan el supuesto amor y la supuesta protección de la masa y del líder. Pensamiento mágico. Ahí tienes algunos de los ingredientes psicológicos esenciales para la receta populista.

En Sevilla acaba de impartir la conferencia ‘Psicología para cambiar la política’, ¿cuál es la hipótesis central de esta idea?

La hipótesis central es que la psicología es una herramienta muy potente para ayudar a cambiar la política en un sentido positivo. Cambiar para mejorar la comunicación política, los liderazgos políticos, la toma de decisiones, las negociaciones y los acuerdos políticos. Esos son aspectos sobre los que la psicología ha construido mucho conocimiento aplicable. Pongamos pues a la psicología a trabajar para mejorar la política.

¿Cómo prevé que pueda ser el 2017 con Trump instalado en la Casa Blanca y las importantísimas citas electorales en Francia y Alemania?

Imprevisible, casi inescrutable. Trump no es solo Trump: es un síntoma. Algo está ocurriendo en la sociedad, algo complejo y contradictorio. Tal vez vinculado con la globalización, las fracturas sociales, la fragmentación de la vida cotidiana, el paso arrasador de la tecnología, los cambios en los vínculos humanos…Eso que está pasando en las entrañas de las sociedades actuales seguirá emergiendo y sorprendiendo, seguramente.

¿Cuál es el mejor consejo que le han dado como consultor y cuál daría usted a los jóvenes que empiezan?

El mejor consejo me lo dio Aristóteles. Lo dijo hace cerca de 2500 años pero obviamente me llegó mucho después. Es aquello de que «Somos lo que hacemos repetidamente. La excelencia, entonces, no es un acto; es un hábito». De ahí se desprende todo un programa de vida y de trabajo. Si yo no luchara todo el tiempo para construir y sostener el hábito de estudiar y escribir cada día, pues jamás lograría nada como consultor. Daría el mismo consejo a los jóvenes: estudiar, investigar, escribir, profundizar. Nada se logra a golpe de tuit.

Algo más que quiera añadir…

Los lectores que llegaron hasta el final de esta entrevista es porque están verdaderamente interesados en la psicología política. A ellos les ofrezco otros contenidos gratuitos (artículos y libros digitales) para comenzar a profundizar en estos temas. Para ello solo tienen que ingresar en maquiaveloyfreud.com/vip.

 

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