Presidenta de la Asociación de Comunicación Política (ACOP)
«En un mundo tan materialista, ACOP es un milagro»
Por Claudia Ortega, @claudia_chvl
Verónica Fumanal se despide de la presidencia de ACOP con la sensación del trabajo bien hecho. Al menos, todo lo bien que le ha permitido el contexto geopolítico excepcional que hemos vivido y que ha condicionado su mandato. Tomó las riendas de la organización en mayo de 2019 ajena a lo que estaba por venir: una pandemia mundial, una guerra a las puertas de Europa o las tensiones del primer gobierno de coalición de la historia de España. Y se marcha orgullosa de haberle dado a ACOP un “empuje” de presencia pública y en los territorios.
Le ha faltado “piel”, pero se la espera cobrar, y con creces, en el Congreso de València del que saldrá, el próximo mes, la nueva dirección. Mientras tanto, ella hace balance desde su nuevo despacho en Madrid, donde nos recibe y en el que ya se respira su pasión por la comunicación política. Ya ha llenado las estanterías de libros y las paredes de ilustraciones, pero todavía no tiene lámpara en el techo. No le hace falta. La sala irradia luz con la misma fuerza con la que ella espera haber iluminado a las nuevas generaciones de niñas y jóvenes, provistas ahora de las referentes que a la propia Fumanal le faltaron. A ellas espera haber animado a desarrollar una profesión que, cree sin titubeos, se nos da mejor a nosotras que a ellos.
Una pandemia, una crisis energética, la invasión de Ucrania, Pegasus, el fenómeno Isabel Díaz Ayuso, las tensiones entre socios de gobierno, el ascenso y la caída de Pablo Casado en el PP…, ha tenido usted una presidencia de ACOP intensa. ¿Qué balance hace de estos tres años al frente de ACOP?
Hago un balance muy positivo porque creo que hemos hecho algo fundamental. Durante los diez años anteriores, en ACOP se habían puesto cimientos muy sólidos para una asociación que aunaba profesionales y académicos, y nosotros le hemos dado un empuje de trascendencia pública. Actualmente somos una referencia informativa en procesos electorales y, cada vez que alguien necesita un especialista para analizar elecciones, liderazgos o debates, llama a ACOP. Tenemos una plataforma para que más profesionales y académicos estén presentes en medios de comunicación con un sello de calidad muy prestigioso.
Hemos dado un empuje de trascendencia pública a ACOP y somos una referencia informativa en procesos electorales
La pandemia nos ha cambiado la vida a todos. ¿Como ha condicionado su presidencia? ¿Qué no ha podido hacer que le hubiese gustado?
La actividad presencial de ACOP es un pilar fundamental para el networking, ya que en este sector no existen aún espacios profesionales como sí sucede en otras profesiones. Esa presencialidad, que daba la oportunidad de conocernos y que a mí personalmente me encanta, nos ha faltado. Me ha faltado piel y poder abrazar a cada uno de los socios y las socias. Pero lo vamos a hacer en julio en València.
Al menos, gracias el boom del streaming, la pandemia ha permitido que ACOP haya estado presente en muchos más foros. ¿Ha sido un salto cualitativo y de presencia pública para la organización?
Y también territorial. Para nosotros era un reto que ACOP tuviera una presencia muy importante en Madrid, pero también que pudiésemos explorar otras vías a nivel territorial. La virtualidad nos ha permitido estar presentes en más espacios. Por ejemplo, el análisis sobre las elecciones de Castilla y León lo hicimos con expertos de allí, algo que de forma presencial hubiese sido más difícil. También hemos llevado actos al territorio, como el Foro de Municipalismo y Comunicación que hicimos en Don Benito, que se quiere hacer el próximo año en León. Queremos seguir poniendo en valor que la comunicación política no se hace solo en Madrid, sino en cada ayuntamiento, diputación, consejo comarcal o autonomía.
Cuando yo empecé a trabajar en esto, tenía que explicarle a mi familia a qué me dedicaba. Ahora la gente sabe que existimos
Entonces, ¿cree que ha ayudado su presidencia a profesionalizar la figura del consultor político?
ACOP es un elemento fundamental de profesionalización de la comunicación política. Los presidentes y las ejecutivas anteriores ayudaron a que ACOP fuera más grande y, gracias a eso, han surgido necesidades que han provocado negocio. Cuando cursé mi máster en 2004 apenas había alguno en Barcelona, Santiago y Granada. Ahora, la oferta formativa es absolutamente espectacular porque hay demanda, porque cada vez los políticos y las instituciones son más conscientes de que gracias a un asesoramiento profesional se consiguen mejores resultados.
¿No estamos quizás sobrealimentando la demanda?
No. Ahora mismo la comunicación política está presente en todas las instituciones porque no solo tiene que ver con cubrir los procesos electorales, sino con los planes de marca y de ciudad, los procesos participativos, la gestión, el diseño e implementación de políticas públicas, etc. Tenemos que aspirar a una altísima especialización de la profesión.
Las fake news son un cáncer para la democracia y se está iniciando una metástasis
Una cosa es conseguir la credibilidad dentro del propio gremio, pero, ¿cómo trasladar esa percepción a la opinión pública y luchar contra el mantra del asesor que se come al político?
La opinión pública está empezando a saber de nuestra existencia y los procesos sociales son graduales. Cuando yo empecé a trabajar en esto, tenía que explicarle a mi familia a qué me dedicaba. Ahora la gente sabe que existimos. A raíz de la polémica por Iván Redondo, desde ACOP tuvimos un diálogo en El Confidencial a través de tribunas públicas con el profesor Francesc de Carreras, que hablaba de que estábamos gobernados por una ‘consultocracia’. Como organización política le explicamos que la ‘consultocracia’ no existe. Estamos en este debate y es pertinente y bueno que lo tengamos.
¿Y no cree que hay una sobrexposición del analista u opinador en los medios? ¿No corremos el riesgo de desconectar a la ciudadanía de la política?
Ahora mismo no se habla de política. Se habla de las historias de los políticos. La tarea de los consultores es hacer un proceso de decodificación de la política para que sea asequible y accesible. La política debe ser profundamente democrática. De lo contrario, esto es un campo abonado para las fake news.
¿Y cómo se adapta la comunicación política a este fenómeno? ¿Es uno de los mayores peligros?
Las fake news son un cáncer para la democracia y se está iniciando una metástasis. El debate sobre la regulación de las fake news es absolutamente complejo porque entran en colisión dos derechos fundamentales: el derecho a la información y a la libertad de expresión. ¿Qué incentivos tiene un político para ir a una campaña electoral sin fakes?
Si un deportista da positivo en dopaje, le quitan la medalla. En política esto no pasa. Donald Trump compitió dopado con mentiras contra Hillary Clinton y no ha tenido ninguna penalización. Lo mismo pasó con el Brexit, que se fraguó con mentiras con una empresa como Cambridge Analytica.
La comunicación política es un trabajo que hacemos infinitamente mejor las mujeres porque tenemos una visión 360º
Ahora la compra de Twitter por parte de Elon Musk parece otra amenaza…
¿Es Musk más peligroso que China? La red social que más está creciendo en el mundo entre los jóvenes es Tik Tok, controlada por China. A mí nunca me han censurado nada en una red social y en Tik Tok, sí.
¿Se tiene que ‘poner las pilas’ los consultores y entrar en esta red social?
Sí. Yo entré en Tik Tok en el confinamiento. Miraba y miraba y cada vez me horrorizaba más del patrón de mujer que se ofrecía, basado solamente en sus cualidades físicas y en que tuviera capacidad de compra. La red estaba transmitiendo a las mujeres que solo hay dos posibilidades de éxito. Pensé que, si las mujeres que nos ganamos la vida con la inteligencia no ofrecemos modelos alternativos, estamos hipotecando a las mujeres.
Su presidencia ha servido para visibilizar la figura de la mujer en ámbitos de poder. También cada vez se ven más analistas en tertulias de radio y televisión o columnistas en prensa, pero el liderazgo sigue siendo cosa de hombres.
El líder, el poder…, son palabras masculinas. Hay otros términos femeninos como política o democracia, pero son soft power. El hard power es todo muy masculino y creo que la comunicación política es un trabajo que hacemos infinitamente mejor las mujeres porque tenemos una visión 360, más panorámica, que a los hombres les cuesta más. Tenemos que romper el estereotipo de que la política es un tema de hombres. Las mujeres no tenemos techos de cristal, sino de cemento armado, y espero que, como dijo Hillary Clinton, gracias a mi trabajo ese techo tenga algunas grietas.
¿Tiene la sensación de que ha conseguido ser referente para las chicas jóvenes?
Lo veo en mis alumnas. En los másteres en los que doy clase cada vez hay más mujeres y todas dicen lo mismo: quiero ser como tú. Para mí, no hay nada más bonito porque cuando yo empecé había pocas mujeres y gracias a ellas yo estoy aquí. Si gracias a mí las chicas de mañana tienen esa fuerza, yo feliz.
Seguro que te están leyendo lectores desde América Latina y Estados Unidos, ¿nos estamos alejando o acercando en clave de comunicación política? ¿Hay fórmulas globales o siguen marcadas las diferencias?
Somos dos culturas políticas totalmente diferentes. Tenemos otros códigos. Se ve con la regulación de las armas. En Estados Unidos, la mayoría de los candidatos sureños aparece con armas en los spots electorales. En España es impensable. Aquí, por ejemplo, se cuestiona que el presidente vaya en avión a cualquier evento, mientras que en Estados Unidos usan el helicóptero hasta para irse de vacaciones. Otra diferencia es que en España tenemos algo muy importante, como la protección de nuestros datos personales. Allí cualquier campaña puede comprar una base de datos y hacer un pasaporte de consumo detallado de todos los electores.
En cuanto a las tendencias políticas, en España últimamente solo se habla del PP de Feijoo y de Ayuso, del proyecto de Yolanda Díaz y lo vemos también ahora en la campaña de las elecciones andaluzas, donde Juan Manuel Moreno Bonilla incluso esconde las siglas del PP en sus carteles electorales. ¿Hemos vuelto al personalismo? ¿Dónde queda el partido?
Aquel político que crea que en España se puede hacer política institucional sin organización, se equivoca. Es uno de los aprendizajes que nos ha dejado Ciudadanos. Cuando sopla fuerte el viento, se cae la casa abajo. Otro ejemplo es Íñigo Errejón: es un fenómeno mediático, pero a la hora de votar, sin organización, solo sacó un diputado. Las organizaciones políticas te permiten permear en todas las capas de la sociedad. PP y PSOE aguantaron el envite de los nuevos partidos por eso mismo. Puede haber una personalización a la hora de hacer comunicación política, pero sin una estructura sólida y presente en el territorio no es posible tener buenos resultados electorales.
Vox tampoco tiene base territorial y arrasa en las encuestas.
Es un fenómeno diferente, que compite con otras coordenadas y en otra liga: la de los partidos que están en contra de los consensos básicos. Vox juega a aglutinar todos los miedos sociales en un mundo en el cual hay gente que se está quedando atrás de los avances tecnológicos, que tiene miedo a lo que está viviendo y que quiere volver atrás. La oferta electoral de Vox es volver a un pasado mucho más cómodo para algunas personas por conocido, no porque fuera bueno. Lo que hacen es sencillo: en lugar de explicarte los tremendos retos sociales del futuro y prepararte para que no te quedes fuera, te ofrezco una máquina del tiempo ideológica en la que te llevo a un pasado que tú conoces. Eso es Vox. Del resto de partidos echo en falta que, en lugar de no afrontar el reto que supone la desconexión de mucha gente con lo que está por venir, lo expliquen. Y en ese papel estamos los consultores políticos.
Hablemos del Congreso de València. ¿Qué esperamos de esta cita?
Piel. Quiero que nos abracemos y compartamos. Vamos a tener un Beers & Politics maravilloso y las comidas, que entrarán gratuitamente con la entrada, serán oportunidades de networking, para darnos a conocer. Una más académica y otra más empresarial para poner en contacto la oferta formativa con las personas que quieren reciclarse o especializarse. Queremos recuperar las sinergias de conocimiento y oportunidades que siempre hemos tenido en ACOP.
Se puede decir que se va dejando ACOP reconectado tras la pandemia. ¿Satisfecha?
Me hace mucha ilusión. Agradezco a las instituciones Valèncianas de forma muy especial porque nos han acogido de manera maravillosa. Hacemos el congreso en el Palacio de las Comunicaciones, un lugar que no puede ser más bonito. A València este año han ido congresos de partidos, de sindicatos, los Goya… y ACOP.
Por último, ¿qué se lleva de estos tres años al frente de la organización?
Me llevo muchas cosas. Pero, sobre todo, el esfuerzo y trabajo de las personas que hacen la posible. ACOP no tiene dinero, no es un negocio. Esto funciona porque queremos que funcione. En un mundo tan materialista, ACOP es un milagro.
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