Por Silvia Rodríguez @Silvirs Directora en @EstComunicacion
Nunca dudes que un pequeño grupo de ciudadanos pensantes y comprometidos pueden cambiar el mundo. De hecho, son los únicos que lo han logrado», Margaret Mead.
Innovar, ser capaz de cuestionar los sistemas establecidos, de dejar la mente en tabla rasa y buscar nuevas soluciones a nuevos problemas o afrontar los retos de siempre con otras perspectivas, es un aspecto que desde el punto de vista corporativo se incentiva y se premia. Sin embargo, cuando traspasamos la frontera al mundo público, el concepto de innovación se vuelve más difuso ya que la capacidad de reconvertir por completo las estructuras del Estado en un algo nuevo suele ser complicado para países de larga tradición histórica. Pero ¿qué pasaría si de repente un país tuviera la posibilidad de empezar completamente desde cero y construir sus instituciones de la nada? Pues que podría hacer como lo han hecho la mayoría en los últimos tiempos y crear estructuras administrativas similares a las de sus vecinos o, por contra, mirar a sus vecinos para innovar planteando algo que le diferencie por completo. Este fue el caso de Estonia, una república exsoviética que, con la caída de la URSS, al igual que otros muchos países que la conformaban, se quedó en bancarrota y con todo por construir, pero en la que un grupo de ciudadanos se atrevieron a pensar de manera diferente y a innovar planteando el primer estado completamente digital.
A lo largo de los últimos 27 años, Estonia no solo ha conseguido que la administración del país funcione de manera digital, sino que ha convertido la innovación en parte del ADN de sus ciudadanos.
Pero no solo eso, también ha seguido apostando por abrirse al mundo buscando elementos diferenciadores con los que dinamizar su economía, fomentar el talento interno y atraer inversión hasta dar lugar al que hoy en día es su proyecto estrella: la e-residencia.
La residencia digital es un ambicioso plan con el que las fronteras físicas desaparecen y gracias al que ha conseguido poner el foco de la comunidad internacional en el país, ya que a través de este programa cualquier ciudadano del mundo puede convertirse en ciudadano digital de Estonia en las, aproximadamente, dos semanas que suele durar el proceso de solicitud.
El interés de convertirse en un ciudadano digital de Estonia radica en que, una vez validado, cualquier persona del mundo puede crear una empresa dentro de la Unión Europea y administrarla de manera completamente online. Esto implica tener acceso a los sistemas bancarios, poder realizar transacciones digitales, declarar impuestos, firmar documentos virtuales, así como encriptar y enviar documentos de manera segura.
Un programa que además está pensado para los empresarios de la era digital ya que los principales profesionales que suelen acceder a él son nómadas digitales, es decir, empresarios que viajan constantemente de un país a otro gestionando sus empresas, aunque también freelancers o startups.
Y, a juzgar por los datos, el programa está siendo un éxito ya que, aunque desde el gobierno de Estonia son conscientes de que aún quedan mejoras por implementar, esta comunidad global de empresarios que gestionan sus compañías de manera remota, en junio de 2018 ya estaba formada por 39.000 personas.
Pero, no van a quedarse ahí, este es solo el principio ya que para 2025 esperan haber reunido nada más y nada menos que diez millones de residentes digitales, una cifra similar a los habitantes de Portugal, por poner un ejemplo.
El reto es importante pero el germen ya está puesto y rodando, y desde el luego, consigan o no esa cifra, Estonia es un ejemplo de administración pública del que podemos aprender mucho en el mundo corporativo. Para triunfar en los entornos digitales debe existir, en primer lugar, una actitud decidida hacia la innovación y un grupo de personas capaz de liderar en esa dirección, una fuerte apuesta por la educación y la formación para que nuestra gente nos apoye y acompañe, así como la promoción de entornos colaborativos para que las ideas no dejen de fluir y los retos se sigan enfrentando de manera creativa.
Para terminar, el último aprendizaje que podemos extraer es la importancia de la comunicación para dar un paso adelante rompiendo las barreras físicas y abrirse al mundo.
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