Por Alejandro Espí @AlejandrEspi Politólogo, investigador y formador
India afronta en el presente mes de mayo el que será el mayor ejercicio de democracia electoral del mundo. Alrededor de 850 millones de personas podrán votar en las elecciones generales con el propósito de elegir representantes para las dos cámaras de representación nacional: el Lok Sabha (cámara baja) y el Rajya Sabha (cámara alta). La primera de ellas, traducida literalmente como “La casa del pueblo” está compuesta por 543 escaños (272 la mayoría), frente a un máximo de 250 de la segunda cámara, conocida también como “Consejo de los Estados”. India se caracteriza por ser un sistema multipartidista, llegando a sumar alrededor de 350 formaciones políticas registradas para los comicios. Esta circunstancia, no obstante, no ha reñido con la consecución de mayorías absolutas. De hecho, el actual presidente Narendra Modi goza de ella desde 2014, siendo reforzada posteriormente con mayorías en parlamentos de los estados más grandes del país.
Entre los principales candidatos en la carrera electoral por alcanzar la presidencia, en la que será la decimoséptima legislatura, se encuentra el actual presidente Narendra Modi, del partido derechista Bharatiya Janata Party (BJP), actualmente con 282 escaños en la cámara baja y con una amplia simpatía entre la ciudadanía. Frente a él se sitúa el progresista Rahul Gandhi, nombrado en 2017 líder del partido Indian National Congress (INC), actualmente con 44 escaños. A los comicios legislativos ambos partidos concurren bajo dos grandes bloques o familias ideológicas: la Alianza Nacional Democrática (AND) agrupa, desde 1998, a nueve formaciones de derecha sumando actualmente 336 escaños; y la Alianza Progresista Unida (UPA), coalición de diez partidos formada tras las elecciones generales de 2004 con tan solo 60 escaños en el presente mandato. Los sondeos pronostican nuevamente una victoria del bloque derechista, que podría reducir ligeramente su resultado actual. Por el contrario, el bloque de izquierdas vería aumentada su representación, incluso doblada.
La campaña del presidente y candidato a la reelección Modi, se proyecta en lograr una mayoría absoluta más amplia a base de “vender” gestión de gobierno. De hecho, él mismo ha asegurado que logrará “romper todos los récords” cosechando un segundo mandato con mayoría más holgada. No obstante, su partido perdió en 2018 tres parlamentos estatales cruciales en el norte de India: Chhattisgarh, Madhya Pradesh y Rajasthan, que fueron ganados por el partido opositor. En India los partidos políticos construyen campañas muy diferentes dependiendo del Estado, si bien no podemos olvidar que el país se distribuye en una amplia extensión de 3,2 millones de kilómetros cuadrados de superficie con una subdivisión administrativa de 29 estados más siete territorios.
El progresista Gandhi se presenta como un aire de renovación para la política del país, pero su partido (INC) viene de cosechar en 2014 el peor resultado de la historia, pasando de 206 a 44 escaños, circunstancia que le dificulta una rápida escalada hacia la victoria. La campaña electoral en un país con un índice tan elevado de analfabetismo, donde parte del electorado identifica todavía las candidaturas por los dibujos y colores, hace que los procesos giren en torno a fuertes liderazgos. Es el caso de Modi y Gandhi, sobre quienes gira ya toda la precampaña electoral, pese a no ser los únicos candidatos en liza. El primero centrando su campaña en comunicar experiencia, gestión y eficacia; frente a un joven Gandhi que aspira a introducir un aire renovado a la política del país asiático. En mayo conoceremos la decisión del pueblo hindú.
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