Por Miguel Molina , @miguelmolinapcz,
Doctor y experto en Liderazgo
Madrid acoge la nueva Cumbre de la OTAN con la misión de dar respuesta al nuevo contexto internacional. Los días 29 y 30 de junio, la agenda viene marcada por el conflicto de Ucrania, las relaciones comerciales, el conflicto de intereses, la seguridad humanitaria y el mapa territorial. Todo ello hace saltar por los aires lo establecido en agendas anteriores. Occidente es consciente de que marcar una nueva hoja de ruta para no verse envuelto en más problemas es una obligación.
Se está ante un momento de verdadera incertidumbre, idóneo para demostrar posicionamientos y saber de qué lado estamos. Evidentemente no se debe confundir debates. Todavía quedan voces entre diferentes partidos políticos en los que se preguntan si vale la pena pelear por una UE unida y fortalecida entre países miembros o directamente salir de ella. Otra cuestión, y no menos interesante, es la de posicionarse si ir todos a una con el abrazo americano.
El interés es mutuo, ambas partes tienen cosas en común, pero el debate conlleva riesgos y compromisos. Valga como ejemplo y como anécdota, que hace un año, en la competición de debate de la Universidad de Jaen se formulaba a los estudiantes discutir sobre la idoneidad de un ejército europeo ¡Qué visión! Ni a cosa hecha.
Aunque Madrid sea el epicentro de este acontecimiento que tiene, además, como principal reto asumir el liderazgo internacional, las miradas estarán puestas en diferentes factores y comportamientos externos. La Alianza pasa por un momento histórico donde los conflictos territoriales requieren de respuestas cristalinas. Pedro Sánchez apuesta por fortalecer relaciones en todas las direcciones. Lo que acontece en Ucrania es un serio aviso no solo para países limítrofes del suelo ruso sino para toda Europa y el modelo económico americano. La seguridad de Occidente y sus intereses comerciales se han visto obligados a modificar su discurso. Ya no es un tema menor. La agenda internacional nos preocupa, nos condiciona y nos tiene en vilo tanto a gobiernos, mercados como a ciudadanos de a pie.
El presidente Sánchez no vive ajeno a esta realidad y sabe que en menos de un año los españoles le esperan en las urnas. Querrá y necesitará algo más que salir en la foto y unos cuantos titulares favorables. El reino de la paz, la prosperidad economía, el bienestar de los suyos -que somos todos nosotros- y un plan objetivo marcarán su destino. Lo que se diga de él en el exterior puede afectarle porque sería el combustible necesario para que sus detractores, opositores y demás fauna le saquen la piel a tiras. Dijo recientemente que «Debemos desarrollar una visión común ante los nuevos desafíos, y dotarnos de las herramientas necesarias para defender esa visión». Sus palabras van encaminadas hacia una nueva etapa en la que la Alianza debe responder a sus amenazas. La advertencia tiene su justificación, pero el debate sigue siendo el mismo con o sin EEUU: ¿Y qué hacemos?
Por lo tanto, la cita es relevante, crucial. Tal es así que en la Cumbre de Madrid la sociedad civil tendrá su protagonismo en eventos varios y, de ahí que los representantes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte puedan obtener información valiosa de lo que a la ciudadanía le preocupa.
Además, Pedro Sánchez se juega ante el secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Jens Stoltenberg, su fortaleza y su liderazgo internacional. El presidente español sabe que no pasa por su mejor momento en Moncloa. Los escándalos de Pegasus, el pulso con los nacionalistas y una oposición que le acorrala a cada paso que da, le hacen pisar charcos cada vez más profundos que requieren de misión y visión. Y en ese terreno, se sabe mover mejor que nadie. Las dificultades no le cohíben sino todo lo contrario, tiene salida airosa para cualquier circunstancia.
Sánchez nos tiene acostumbrados a las sorpresas y seguramente logre rédito de alguna ocurrencia. Ante la OTAN, su mensaje debe ser contundente, es consciente de que marcará las políticas internacionales de los próximos años. Consciente de que nada será como antes, buscará marcar la tendencia de un futuro casi inmediato, tender los puentes necesarios entre aliados y frenar las temidas amenazas. España, Madrid y Pedro Sánchez no pueden defraudar en una cita que será histórica y que tendrá una carga más emocional que racional aunque lo segundo irá de la mano de la primera. La emoción es el timón del barco, pero la razón es el casco del navío que deberá chapotear mares revueltos.
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