Por Nadia Viounnikoff-Benet, @nadiavbenet, Publicista y Dra. en Comunicación, Consultora de Comunicación Política, especialista en Imagen Pública
Hasta hace unos meses la mayoría de la ciudadanía solo habíamos escuchado hablar de pandemias en los libros de texto. Un concepto lejano, que se ha convertido en familiar y que posiblemente cambie muchas cosas en nuestras vidas. El pasado 14 de marzo el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, decretó el estado de alarma por la alerta sanitaria provocada por el coronavirus, y algo similar ha ocurrido en otros países. Desde ese mismo momento, gabinetes y políticos se pusieron a trabajar de manera incesante en nuevos formatos y contenidos con los que conectar con una ciudadanía asustada por la incertidumbre del momento.
En este tiempo, parte de la realidad recibida y percibida llegaba a nuestras casas a través de la televisión, el ordenador o simplemente el móvil, dispositivo que sumaba audiencia a pasos agigantados. Estos canales ampliaban la influencia de las redes sociales en la mayor crisis social de nuestra historia reciente.
Los mensajes políticos contaban con un apoyo básico a través de las imágenes que se desgranaban día a día. A través de ellas, políticos en gobierno y en oposición han trabajado para hacer llegar a la ciudadanía la sensación de control, certeza, autenticidad y conexión emocional. Dentro de estas imágenes podríamos destacar tres aspectos fundamentales que paso a desarrollar: el actor político, el marco escenográfico y el contexto.
1) Los actores políticos, hasta el momento tenían a su alcance un sinfín de escenografías para trasladar su mensaje, pero el confinamiento las limitó por completo. En muchas ocasiones, sus familiares se convertían en operadores de cámara improvisados. Los propios políticos debían autogestionar las imágenes que se distribuían al exterior, especialmente si se trataba de políticos en oposición. La creatividad del equipo de asesores se convertía en indispensable y la voluntad del político por participar, en esencial.
2) El marco escenográfico de las imágenes que se distribuían decía más de los políticos que los propios mensajes. Han desvelado datos privados de cómo viven, cuáles son sus hogares, sus gustos… Perspectivas que, hasta ahora, eran totalmente desconocidas para el público en general. Ese nuevo encuadre que generaba el confinamiento se volvía más importante aún si cabe. Se trataba de impactos que se transformaban en un conector directo con el ciudadano de a pie o en un revulsivo como empuje a la desconexión completa.
Las imágenes desde sus hogares eran más una cuestión de políticos en oposición. Sin embargo, los políticos en gobierno desarrollaron escenografías más presidenciales, en las que los entornos familiares quedaban relegados en todo caso a Instagram.
La escenificación de la acción política prevalecía. En algunos casos, decidieron hacer uso de perspectivas más limitadas, como la videoconferencia o la rueda de prensa como únicas imágenes enlatadas distribuidas. Mientras, otros políticos, tomaban un papel más activo en el desarrollo de la pandemia con imágenes en el exterior, con visitas y labores concretas que intentaban demostrar acción y empatía. Las dos opciones son viables; la más correcta, posiblemente, solo la sabremos cuando los ciudadanos puedan valorarlas individualmente.
3) Por otro lado, en algunas ocasiones la obsesión por conectar con la población sin medir bien el contexto ha podido llevar a proyectar de manera desafortunada. Pudiendo confundir imágenes amenas con frivolidad, alegría desmedida e imágenes descontextualizadas que han generado el rechazo social de una población con los sentimientos a flor de piel. En ese mismo instante se volvía imprescindible que los propios actores políticos y sus gabinetes tuviesen claro el contexto en el que se encontraban y cómo una imagen fuera de lugar podía echar por tierra la mejor de las estrategias políticas.
Este confinamiento se ha convertido en un reto para los políticos y sus gabinetes de comunicación, que necesitaban más que nunca conectar con una sociedad saciada de información, incertidumbre y reticente con la clase política. En este escenario, trasladar ejemplaridad y autenticidad ha sido primordial. El buen olfato político en la transición a la nueva era que se vislumbra se ha vuelto elemental. En este escenario, posiblemente al tratarse de una situación histórica, todos los políticos del mundo, sin excepción, han jugado al ensayo/error con mayor o menor acierto.
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