Por Antonio Sola @AntonioSola_ Estratega político
Siete países componen América Central que, con sus 522.000 km2, se puede asemejar a la superficie total que ocupa España. De estos siete países, tres -El Salvador, Panamá y Guatemala- viven en 2019 procesos electorales presidenciales en los que se van a ratificar nuevas tendencias en la política.
Los últimos comicios del vecino país México, de Nicaragua y el reciente de El Salvador, que comentaremos en este artículo, se han tornado hacia el más puro de los populismos pragmáticos: acabar con el sistema tradicional en los casos mexicano y salvadoreño y perpetuar la autocracia en el caso nicaragüense (a Ortega ya no hay quién lo baje de autócrata y va camino de igualar a Maduro).
Con este contexto, ratifico una vez más cómo la política tradicional se agota. Centroamérica no es ajena a lo que pasa en otras partes del mundo, quizá a más velocidad o anticipadamente. Pero los movimientos “telúricos” llegan a todos los rincones del mundo: los políticos que se aferran a lo de toda la vida tienen un porvenir cuanto menos tormentoso. O se adaptan o se extinguen.
El Salvador fue la primera cita en el calendario. Celebró la votación el domingo, 3 de febrero, de cuyas urnas salió victorioso el candidato de la Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA), Nayib Bukele, con el 53,10 % de los votos, frente al 31,72 % de Carlos Calleja del partido de derecha Alianza República Nacionalista (ARENA) y el 14,41 % del candidato oficialista del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) -antigua guerrilla-, Hugo Martínez. Bukele superó el 50 % de votos válidos con lo que se proclamó presidente electo sin ser necesario acudir a segunda vuelta y acabando con casi 30 años de alternancia bipartidista.
El presidente millennial o hipster, como lo han denominado en algunos medios por la estética de sus apariciones y por el uso que da a las redes sociales, gobernará El Salvador en un periodo de cinco años que comienza el próximo 1 de junio y que durará hasta el 30 de mayo de 2024.
La política tradicional se agota. Centroamérica no es ajena a lo que pasa en otras partes del mundo, quizá a más velocidad o anticipadamente
Con 37 años, Bukele, candidato antisistema, realizó una campaña con una marcada agenda anticorrupción en la que hizo gala de sus buenos resultados gestionando el Ayuntamiento de la capital, San Salvador. Lo cierto es que en El Salvador existe un óptimo caldo de cultivo para que esta campaña pudiese triunfar, ya que la coyuntura actual se caracteriza por un gobierno desgastado, una economía con bajo crecimiento, inseguridad, altas tasas de criminalidad y corrupción, y unos partidos políticos con un nivel de apoyo muy bajo.
El presidente electo deberá afrontar en apenas un mes estos retos. De puertas para dentro, Bukele deberá trabajar para promover el crecimiento de la economía, tendrá que combatir a las bandas organizadas para bajar los índices de violencia e incrementar la seguridad. También tendrá que ponerle freno a la huida de salvadoreños que migran camino de Estados Unidos. En el ámbito internacional, deberá manejar las tensas relaciones existentes con el Gobierno estadounidense de Donald Trump, precisamente, por la llegada masiva de salvadoreños. A todo ello, hay que sumar las promesas de desarrollar un ambicioso programa de infraestructuras y hacer frente a los elevados índices de pobreza, para lo que el primer paso inevitable será fortalecer la economía.
Bukele deberá trabajar para promover el crecimiento de la economía, combatir a las bandas organizadas e incrementar la seguridad
Hasta aquí, todo está muy bien. Podemos descifrar teorías sobre el rumbo que ha de tomar el país, decorarlas con datos y dibujar escenarios. Sin embargo, la lectura que debemos hacer ya no como consultores, sino como ciudadanos, es una lectura mucho más profunda. Porque, al igual que pasa en otros países del mundo, hay una tendencia a liquidar las ideologías, sustituida por el renacer de los liderazgos fuertes. Lo vengo anunciando desde hace más de una década. Es una tendencia global y que se manifiesta hoy día en victorias que muchas veces parecen sorprendentes y que, sin embargo, dan respuesta, o al menos aparentan darla, a las necesidades ciudadanas que ya no se identifican con las opciones tradicionales que viven enfrascadas en una lucha continua de “tú dices blanco, yo digo negro”. Los ciudadanos buscan el líder que represente sus necesidades más básicas, ese metro cuadrado del que habla Pablo Knopoff (Isonomía, Argentina).
Estos líderes del futuro llegarán. Hace un tiempo hablé de la existencia de tres niveles en el liderazgo: los líderes reptiles que ya se han extinguido y que representan al político tradicional, el de toda la vida; los líderes anfibios que se mueven entre los dos mundos, el de la realidad y el de las redes sociales; y los líderes brana que serán capaces de entender y seducir a la ciudadanía, ejerciendo una clase de liderazgo hasta ahora desconocida. Son los que vienen.
Hay una tendencia a liquidar las ideologías, sustituida por el renacer de los liderazgos fuertes
Está por determinar si el ritmo de integración de Panamá en este nuevo mundo donde los liderazgos dominarán se hace efectivo en esta elección. Seguimos la campaña panameña, donde 2,7 millones de electores están llamados a las urnas para elegir presidente el 5 de mayo con expectación y observando cómo destaca por su complejidad y hostilidad.
Hoy, cada vez más, los instrumentos de medición como las encuestas fracasan debido a no poder o no saber interpretar las espirales de silencio de los votantes. Por eso, como es norma habitual en los últimos meses, la panameña será una elección abierta que se definirá en una polarización absoluta a tan solo unos días de la votación.
Este país centroamericano posee un sistema político en decadencia, donde la corrupción hace mucho daño y que estrena normativa: por primera vez en la democracia panameña, se permitirán candidatos independientes. En esta ocasión, se presentan tres por postulación libre que se suman a los cuatro de los partidos más tradicionales. Ana Matilde Gómez, Marco Ameglio y Ricardo Lombana fueron los que encabezaron la clasificación por firmas. La lectura de la irrupción de esta nueva figura apunta una evidencia más de la extinción de la política tradicional en nuestros países, pese a que, inmersos en el día a día y en las constantes luchas de poder, no seamos conscientes de los cambios. Para ello, conviene analizar la situación con algo de perspectiva.
Los siete candidatos que compiten afrontan, además, una campaña con novedades como, por ejemplo, las restricciones a la hora de realizar propaganda electoral, la prohibición de publicar o divulgar por cualquier medio de difusión los resultados de encuestas de opinión 48 horas antes de los comicios, así como la firma de un pacto ético.
Este pacto ético supone el compromiso de respetar las ideas y los valores democráticos durante la campaña electoral y se desarrolla desde 1993, aunque no en todos los procesos y no apoyado siempre por todos los agentes involucrados. A este pacto, se suma el pacto ético digital, destinado a comprometer a los usuarios de redes sociales para que publiquen o compartan información de manera responsable.
En un análisis a primera vista, todo esto que acontece en Panamá no es ajeno a lo sucedido en otros países de la región. El descontento ciudadano es tan grande como para que ninguno de los candidatos haya tenido nada seguro. Y es que, a fecha de redacción de este artículo, la elección está totalmente abierta, es decir, cualquiera de los siete candidatos que compiten pueden alzarse con la victoria.
De esta forma, vemos que la media de todas las encuestas publicadas es liderada por los No sabe / No contesta, que, a estas alturas, simbolizan el descontento de la gente sobre cuál es la opción menos mala.
En Panamá el descontento ciudadano es tan grande como para que ninguno de los candidatos haya tenido nada seguro
Son unos comicios muy interesantes que permitirán que se midan las fuerzas los partidos tradicionales y los independientes -que tienen la capacidad de crecer desde los NS/NC y pueden capitalizar el enorme descontento que genera el tradicional sistema político panameño-. Si alguno de los independientes logra polarizar con el que encabeza de los tradicionales, tendrá el triunfo garantizado. Está por ver quién lo logra.
La corrupción, el mal estado de la economía familiar y la sensación de frustración con la política serán los temas que estén en liza durante la campaña.
La siguiente cita la tenemos poco más de un mes después y a unos 2.000 km. más al norte. Guatemala celebra elecciones generales el 16 de junio y, en caso de ser necesaria, la segunda vuelta tendrá lugar dos meses después: el 11 de agosto.
El comediante y político, Jimmy Morales, preside el país chapín y se encuentra en sus horas más bajas. Ostenta el dudoso récord de bajar en su primer año de gobierno del 89 % -cuando llegaba insuflando esperanza- al 19 % de popularidad. Aquí tenemos otro ejemplo más de la potencia de los liderazgos, del hastío de la gente y del fracaso cuando no se cumplen las expectativas creadas.
Morales está cerrando su periodo con decisiones controvertidas como la no renovación del mandato de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, organismo concebido para velar por el desarrollo democrático del país. Cabe señalar que esta entidad investigaba al presidente y que, incluso, acusó a su hermano y a su hijo de fraude.
Morales, además, cuenta con un grupo de partidarios conocido como el Pacto de los Corruptos, surgido en septiembre de 2017 con el objetivo de proteger de la persecución penal a aquellos políticos que se beneficiaran de financiación ilícita en sus campañas.
Todo ello alimenta el clima de enojo y de ira de los guatemaltecos que, sumado a la fuerte recesión económica que vive Guatemala desde hace más de una década, serán claves en la elección. Los índices de inseguridad, desde luego, volverán a marcar la agenda política donde, una vez más, se presentan opciones de candidaturas independientes dispuestas a romper, nuevamente, el sistema.
Así, el 17 de marzo se cerró el plazo para la inscripción de candidatos con una veintena de binomios dispuestos a participar en la larga carrera electoral, aunque a algunos se les ha revocado la inscripción por diversos motivos, entre los que puede estar que sean considerados tránsfugas, que estén ligados a algún proceso penal u otras prohibiciones. Tan solo un día después de finalizar el plazo, comenzó la campaña con una duración de casi tres meses, y siendo una de las más abiertas de los últimos años en el país.
¿Triunfará un nuevo outsider en Guatemala? Si es así, se estará dando un nuevo paso en la extinción de la política tradicional
El actual presidente ya fue un outsider. ¿Triunfará un nuevo outsider en Guatemala? Si es así, se estará dando un nuevo paso en la extinción de la política tradicional.
Estos tres comicios presidenciales de América Central suponen un hito en el que estaremos vigilantes para ver cómo construyen la política anticorrupción en esta parte del continente y sobre cómo controlan los elevados índices de inseguridad ciudadana, entre otros temas, pero, sobre todo, marcan un ritmo a nivel mundial, ya que, hasta el momento, están siguiendo uno a uno los pasos para terminar con la política tradicional tal y como la conocemos hoy.
Cuidado. Esto no significa algo malo en sí mismo. Es simplemente que el mundo tal y como era, tal y como lo conocimos, ya no existe. Vivimos inmersos en una vorágine y, a veces, cuesta percibirlo, pero, si te detienes a reflexionar, se pueden ver estos cambios. Nuestro papel, ahora, radica en adaptarnos a ellos y en contribuir desde nuestras respectivas responsabilidades para configurar lo que viene.
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