Por Alfredo A. Rodríguez Gómez, @protocolodigit Director del Máster en Políticas Públicas de Seguridad y Defensa de la UCJC

El clima de inseguridad que se vi­ve en Iberoamérica es creciente; tanto que, según el Latinobarómetro de 2016, la región, aún sin guerras, acusa violencia, corrupción y la desigualdad como los fenómenos más potentes que ponen en peligro la democracia.

Es momento de plantearse el papel que desempeñan los medios de comunicación en esta sensación de inseguridad y analizar si la información publicada contribuye a fomentar esa sensación en la región y en la percepción que el resto del mundo tiene sobre la violencia en esta zona.

OPINIÓN PÚBLICA Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN

Los ciudadanos deciden qué información es más relevante en función de las noticias y de la opinión publicada; además, los estudios sobre la comunicación de masas constatan que los medios tienen efectos significativos en la sociedad, aunque apenas hay un consenso sobre la naturaleza y alcance de tales efectos, si bien la mayor o menor capacidad de influencia depende de cada momento.

La base de la opinión pública tiene más de cognitivo que de racional; es consecuencia de representaciones, esquemas mentales e imágenes que simbolizan la realidad, pero generalmente son una representación parcial. Está, por tanto, sujeta a interpretaciones en función de cómo se le presente el hecho comunicativo: la noticia, la información y la opinión.

Autores como Jo Groebel señalan que los medios de comunicación desempeñan un importante papel en el desarrollo de las orientaciones culturales, las visiones del mundo y las creencias, como también en la distribución global de los valores imágenes, con frecuencia estereotipadas.

Por su parte, la infopolución se ha hecho presente en nuestras vidas. En la era digital, la sociedad en general genera una enorme cantidad de información, que empezó procediendo de empresas de comunicación y del llamado periodismo de fuentes, pero que hoy viene de cualquier terminal telefónica o informática y de cualquier ciudadano, sin límite ni control.

La influencia de los medios en los ciudadanos se produce a medio o largo plazo y tiene un doble efecto: ideológico y de establecimiento de agenda. Por otra parte, la seguridad ciudadana se ha convertido en un problema de orden público que establece una agenda concreta en los medios. Los ciudadanos se han transformado en blanco de la inseguridad, por lo que el consumo de las noticias sobre este asunto ya no es morbo sino consulta cotidiana para estar informado sobre el acontecer en el mundo delictivo.

Por tanto, la influencia de la opinión y la información publicadas en la sociedad es de tal importancia que convierte en real e inamovible lo que, en algunos casos, es meramente una opinión subjetiva del informante o del medio.

INSEGURIDAD Y MEDIOS EN IBEROAMÉRICA

Iberoamérica vive en una situación contradictoria. La mayoría de los países latinoamericanos tienen un crecimiento económico razonable y, sin embargo, también una buena parte de ellos se ve envuelta en un enorme clima de inseguridad. La falta de estabilidad que sufren genera un importante desequilibrio en el bienestar de los ciudadanos.

Según el Índice de Paz Global de 2015, durante 2014 el impacto económico total de violencia alcanzó una cifra de 14,3 billones de dólares, el 13,14 por ciento del PIB, lo que equivale a la suma de las economías de Canadá, Francia, Alemania, España y el Reino Unido y, tomándolo como referencia, la seguridad en Sudamérica y Centroamérica –el índice incluye en esta región a México– tiene niveles preocupantes. Por su parte, Centroamérica y Caribe salen mal parados en este índice en especial en lo que respecta a homicidios y crímenes violentos.

Según estos datos y todos los que se leen en el informe, América Latina tiene un grave problema de inseguridad.

Pese a que la región no tiene conflictos armados con otros países, el problema de enfrentamientos entre grupos de delincuencia implica innegables desafíos a la seguridad. También en seguridad ciudadana; el Latinobarómetro de 2015 reflejaba que, para la opinión pública en general, el problema más importante es la delincuencia y la seguridad pública. También, la poca confianza en las instituciones policiales.

El Barómetro de las Américas 2014 de LAPOP corroboraba que la percepción de inseguridad en la región aumentaba progresivamente. Este estudio hacía un análisis de las encuestas desde 2004 a 2014 y concluía que hay una tendencia clara: los ciudadanos de la región están más preocupados ahora por el crimen y la violencia de lo que estaban una década atrás.
Esta percepción no se distribuye uniformemente en todos los países. Perú, Ecuador, Argentina y Venezuela son los destacados en general, con inquietudes dispares entre ellos: asaltos, robos, asesinatos, extorsiones, secuestros, etc. En asuntos puntuales destacan otros. Brasil lo hace en problemas con los robos, venta de drogas, extorsión y asesinato en sus comunidades. En El Salvador preocupa la extorsión, pero no el robo, y en Nicaragua es lo contrario: la preocupación es grave con el robo, pero ninguna con la extorsión.

Se puede decir que la percepción es persistente y a ella contribuyen también las experiencias personales en las proximidades de la vivienda, el trabajo, el transporte público o los centros de estudio. De nuevo, aproximadamente un tercio de la población tiene un nivel muy alto de preocupación sobre la seguridad pública personal o de los miembros de su familia en el transporte público o sobre la de los niños en la escuela.

Cabe destacar que el estudio del LAPOP corroboraba el análisis realizado sobre los datos del Latinobarómetro en relación con la falta de confianza de los ciudadanos en las instituciones y, sobre todo, en las fuerzas de seguridad; tampoco confían en la justicia y consideran que los delitos resultan impunes en la mayoría de los casos.

De estas referencias, los barómetros de percepciones que hemos analizado, se desprende que la población latinoamericana tiene una gran preocupación por la seguridad y en casi todos ellos se revela como la más importante.

LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y LA INFORMACIÓN SOBRE VIOLENCIA EN LATINOAMÉRICA

La violencia es un mal endémico y la información periodística sobre ella cumple la función de informar al ciudadano y, además, de vender prensa escrita, digital o audiovisual ya que el consumo de este tipo de noticias es elevado.

Silvia Heguey, en un panel sobre seguridad ciudadana y medios de comunicación, señalaba, ya en 2008, que a diario, en los medios, se ve cómo se tratan los secuestros, las violaciones y los asesinatos, cuyo abordaje contribuye a construir una sensación de apatía y parálisis, haciendo énfasis en un problema de intenso debate en el territorio de la comunicación: cómo los medios deben o tienen que trasladar la información a la sociedad; ¿deben informar de forma cruda o cocinar la información para que se pueda digerir de una forma más suave?

En ese mismo panel, la periodista Susana Oviedo reconocía que en su medio nunca habían tenido un debate sobre esa pregunta. Es decir, que nunca habían analizado el modo de informar sobre seguridad e inseguridad ciudadana.

Tradicionalmente, las noticias sobre este asunto tienen una importante cobertura periodística; sin embargo, se ha constatado que los niveles de temor de los ciudadanos a ser víctima de un delito no siempre están en paralelo a la verdadera ocurrencia de crímenes y hechos delictivos violentos. Por este motivo, actores políticos y académicos han criticado intensamente a los medios de comunicación, que parecen un factor causante del aumento del temor y el miedo de los ciudadanos.

Numerosos autores consideran que los contenidos de violencia invadieron la programación televisiva en la región hasta el punto de convertirse en la principal temática de preocupación de los padres de familia y de las audiencias en general.
El Consejo Nacional de Televisión de Chile realiza cada tres años una encuesta nacional sobre este medio; se trata de una importante cartografía de las transformaciones de la industria televisiva, su consumo y socialización. La de 2014, última realizada, señala a la televisión abierta como una de las fuentes de violencia y sexo, anunciándolo como “contenido inadecuado”, e indica que el 17 por ciento de los encuestados opina que es un contenido inadecuado de excesiva violencia, en horarios impropios, que pueden generar más violencia.

En el recorrido de las encuestas entre 2005 y 2014 hay un detalle interesante: la violencia está presente en la mayoría de los programas, en casi todos los horarios y en prácticamente todos los géneros televisivos, incluidos los infantiles. Entre ellos, los noticieros o informativos, en los que la información sobre violencia ciudadana está presentada con imágenes y de forma continua.

En Argentina también se han realizado estudios sobe la presencia de violencia en los medios de difusión. El último conocido es de 2005, del extinto Comité Federal de Radiodifusión (COMFER), bajo el título “Índice de violencia en la televisión argentina” y señalaba, entre otros datos, que la violencia televisiva en programas de ficción aumenta en las emisoras que concentran la audiencia mayoritaria del prime time, que se mostraba un acto violento cada 16 minutos 23 segundos, con niveles similares de violencia en programas de entretenimiento y en informativos.

Uno de los problemas es que la cobertura al delito ya no responde a la mórbida fascinación de la gente por un hecho curioso, excepcional y distante de su realidad, sino al serio temor cotidiano a ser una víctima; temor que es mayor cuando se ha sido víctima de hechos delictivos o se vive en comunidades con gran índice de delincuencia; es el concepto de resonancia que señalaba Gerbner. El mensaje de los medios tiene una dosis doble para este tipo de espectadores, lo que aumenta el efecto del cultivo.

Los medios de comunicación de Latinoamérica trasladan a la sociedad problemas de inseguridad. Noticias como “Menor en Honduras: ¿último heredero de imperio de drogas en Latinoamérica?”, “Militarización y crimen: la peligrosa apuesta de Centroamérica”, “A pesar de los acuerdos en Colombia, surge una nueva amenaza guerrillera”, de aparición diaria en los medios de la región, necesariamente impactan en la sociedad. Las exaltaciones del sentimiento de falta de seguridad por parte de los medios de comunicación crean determinadas representaciones sociales que se convierten en identificación de la inseguridad como un problema crítico, una identificación asociada directamente con la delincuencia convencional.

CAUSA Y CONSECUENCIA

Violencia e inseguridad son causa y consecuencia. Esta es una realidad que se hace evidente aún más en América Latina. Y se hace más realidad en los medios de comunicación, que son agentes transmisores de la situación a la opinión pública.

En general, los ciudadanos deciden qué información es relevante en función de las noticias, y los medios de comunicación tienen el poder de establecer la agenda de lo importante en cada momento; por otra parte, la Teoría de la Aguja Hipodérmica muestra la enorme influencia de los medios de masas en la sociedad.

Las evidencias nos hacen considerar que, además de que la violencia es un fenómeno en auge en la región, la información que se da en los medios sirve de amplificador del clima de inseguridad ciudadana y promueve la sensación de vivir en un entorno inseguro, funcionando a modo de vaso comunicante de la situación en las distintas capas sociales, pero en especial, entre las más castigadas o proclives a serlo por la delincuencia violenta. Son los medios quienes dan a conocer el mundo a la sociedad y lo que ellos publican queda arraigado en la opinión pública.

No son los únicos que sirven a ese efecto, pero sí un instrumento importante en esa transmisión de información. En ese entorno, la suma de programas violentos y la difusión de noticias sobre violencia contribuyen a crear un clima de inseguridad, una percepción de vivir en un entorno proclive a la violencia.

Por otra parte, la sensación de inseguridad se adquiere o acentúa cuando se corrobora con hechos a nivel local focalizado; es decir, cuando el ciudadano comprueba que las noticias son ciertas porque, de alguna forma más o menos directa, se ha visto protagonizando o estando cerca del lugar de algún hecho violento.

Además, la influencia en esta percepción se convierte en un problema mundial porque el mundo no tiene límites y las noticias recorren el mundo; la información está al alcance de la mano, por lo que, la inseguridad en una parte del mundo se convierte en global en pocos instantes y contribuye a la generalización de la opinión de que Iberoamérica es una región violenta e insegura.

No se trata de responsabilizar a los medios de la existencia de una sensación de inseguridad entre los ciudadanos de la región; no al menos en exclusiva. Ellos abren las noticias con la “crónica roja”, y eso fomenta la sensación analizada, pero hay muchos otros agentes transmisores y, uno de ellos, es el “boca a oreja” de los propios ciudadanos. Unos y otros contribuyen a la sensación de inseguridad cuyo único responsable verdadero es el delincuente.

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