Transformando espacios públicos en expresión ciudadana
Luis Morago
Director de Campañas de Avaaz y Coach
«Viendo el mundo, además de las apariencias, vemos a opresores y oprimidos en todas las sociedades, etnias, géneros, clases y castas, vemos el mundo injusto y cruel. Tenemos la obligación de inventar otro mundo porque sabemos que otro mundo es posible. Pero nos incumbe a nosotros el construirlo con nuestras manos, entrando en escena, en el escenario y en la vida»1
El 23J y el resurgimiento espectacular de las viejas lonas
La campaña electoral del 23J se recordará como un fenómeno extraordinario en la historia política española. El adelanto inesperado de las elecciones y el calor abrasador contribuyeron a reducir el número de mítines y baños de masas. Lo que pocos esperábamos era el resurgimiento espectacular de las vieja lonas publicitarias como escenario de batalla en el que partidos políticos y sociedad civil acabarían compitiendo por capturar la imaginación y el corazón del electorado español.
Los estrategas del partido de extrema derecha Vox tenían prisa por calentar la contienda y decidieron comenzar su show con la ya famosa imagen de la papelera. En ella, una mano con una pulsera con los colores nacionales de España literalmente tiraba a la basura los símbolos del feminismo y de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, así como las banderas LGTBI y trans, la del independentismo catalán y la comunista. ¿Su lema?: ‘Decide lo que importa’.
Y lo cierto es que faltó bien poco para que la bautizada como ‘Lona del Odio’ acabase decorando algún Ministerio del nuevo gobierno central. Sin embargo, en un giro casi poético, la imagen de la papelera terminó convirtiéndose en kriptonita para las aspiraciones de PP y Vox, y en revulsivo inesperado para una buena parte de la ciudadanía moderada y progresista que llegaba al verano desmotivada y algo desactivada.
¡Hora de quitarse las máscaras!
Con una base ciudadana de varios cientos de miles de personas en España, el equipo de Avaaz estaba muy atento al devenir del debate público. En otra época, quizás, el instinto hubiera sido protestar y denunciar semejante ataque a los derechos y libertades de millones de personas. Pero, esta vez, la intuición y la determinación nos llevaron a aceptar el reto e irrumpir en el enfangado escenario de las elecciones del 23J. No era cuestión de responder a la provocación con otro zasca. Había que evitar distracciones y no darle más oxígeno al incendiario mensaje de Vox.
Sentimos que era necesario contar la historia de lo que ya estaba pasando en toda España a nivel local y autonómico: la batería de concesiones y pactos entre PP y VOX que amenazaban con invisibilizar la violencia machista, recortar derechos fundamentales de la mujer y acosar a la comunidad LGTBI+.
Hasta ahí todo bien. Pero ¿cómo contarlo? El primer impulso fue claro: otra lona. No tardamos mucho en reservarla en un lugar de enorme simbolismo para la igualdad y la diversidad: la madrileña Plaza de Pedro Zerolo, en el barrio de Chueca.
Ahora tocaba lo más difícil: conectar con la energía emocional del momento a través de una imagen y un mensaje de máxima claridad y concisión. No queríamos simplemente dar carnaza a los medios de comunicación para lograr un puñado de titulares. La clave, como en el Teatro de los Oprimidos de Boal, estaba en lograr entrar en escena para inspirar y empoderar al ciudadano-espectador a convertirse en participante activo y co-creador de la acción.
«Actores somos todos, y ciudadano no es aquel que vive en sociedad. ¡Es aquel que la transforma!»2
Muy pronto, en el proceso de producción se había arraigado la convicción de que la lona debía ser, por encima de todo, obra de arte. Emoción e intención. Diálogo y conciencia. Diversidad y comunidad. Resistencia.
El enfoque artístico también nos ayudó a darnos cuenta de que no siempre hace falta explicar todo. La imagen y las palabras elegidas debían hablar por sí mismas, decir lo justo y aun así valer más que mil palabras.
Horas antes del único ‘cara a cara’ televisivo que iba a enfrentar a Pedro Sánchez contra Alberto Núñez Feijóo -y ante la atenta mirada de un grupo de periodistas y algunos vecinos que pasaban por allí-, alzamos nuestra lona de más de 400 metros cuadrados en pleno corazón de Madrid.
Fue sobrecogedor ver la maravillosa obra artística de la ilustradora Cristina Daura y el diseñador Jabier Rodríguez desplegarse.
El enorme rostro de Santiago Abascal bajo la máscara de Alberto Núñez Feijóo invitaba a la pausa y a la reflexión. Ana Gaitero, presidenta de la Asociación de Periodistas Feministas de Castilla y León, nos dijo aquel día: “Castilla y León es el proyecto piloto de las alianzas PP-Vox. Como periodistas, algunas ya sufrimos el intento de acallarnos con trabas al acceso de la actividad parlamentaria en las Cortes. Como mujeres, nos agreden con recortes de derechos como el aborto y las políticas de igualdad. Así que mi pregunta para el Sr. Feijóo esta noche es clara: ¿cómo va a garantizar en España el cumplimiento de la ley del aborto y la de violencia de género en un hipotético gobierno con Vox?”.
El ensayista, novelista y activista LGTBIQ+, Ramón Martínez, no le andó a la zaga: “Los pactos entre PP y VOX dan alas a aquellos que quieren borrar del mapa muchas de las libertades que hemos asegurado en las últimas décadas. Pretenden que la única forma correcta de ser español sea ser heterosexual, cuando nuestro país es conocido en todo el planeta por su respeto hacia la diversidad sexual y de género.”
El subtexto también nos costó lo suyo. Queríamos hablarles a los señores Abascal y Feijóo, y a los que pensaron que lo de la papelera era una idea brillante. Pero, sobre todo, a la gente que estaba allí en Pedro Zerolo, a los que pasean a diario por las calles y plazas de España y a los que saben que ‘despreciar los derechos de las mujeres no es patriotismo’ y que ‘homofobia no es libertad’.
Cada día aparecían lonas nuevas. Los unos, apelando al voto útil. Los otros, alertándonos de un posible gran retroceso. Algunas resaltaban propuestas laborales de calado, otras la falta de compromiso en la lucha contra el cambio climático. La prensa no tardó nada en hacerse eco de la ‘guerra de las lonas’. A mí me pareció más partida de ajedrez.
Poco después nos llegó la denuncia de Vox, y la decisión de la Junta Electoral de Madrid, que nos hizo llamar a operarios de la empresa responsable de la instalación para que recortasen con un cúter la palabra ‘vota’ de la lona. Pero se ve que la suerte ya estaba echada.
‘¡Hora de quitarse las máscaras!’ parecía gritar la inmensa lona.
Al final se trata de compartir historias
Como activistas y ‘campaigners’, con cada anuncio en los medios, cada pancarta y acción mediática, cada video y mensaje viral, vamos aprendiendo algo profundo: el poder de la autenticidad y la resonancia emocional como antídotos a la sobredosis de información y manipulación a la que nos enfrentamos. Eso, y el enorme valor que hay en saber adaptarnos a los cambiantes paisajes mediáticos, sin vender nuestra alma a la última moda de Internet. Al final, se trata de compartir historias, también nuestras experiencias más vulnerables, y así crear ese vínculo profundo que inspira a la acción individual y colectiva.
El verano pasado tocó la lona. En otras ocasiones es el trabajo con medios locales lo que logra más impacto que salir en El País, El Mundo o la BBC. Hay anuncios en prensa escrita que valen su peso en oro. La voz mensajera también importa.
A veces tiene uno la tentación de apostarlo todo a una carta; al momento de gloria en el telediario o a ese posible pelotazo viral en redes sociales. A nadie le amarga un dulce. La realidad, sin embargo, suele tener muchas más capas y ramificaciones: logística, permisos, estrategia de medios y redes sociales, innumerables conversaciones, borradores y feedback, asesoría legal, cuidar del equipo.
No solo había que mantener la lona en pie, en la plaza. El sueño era verla viajar, día tras día, a través de artículos, opiniones y titulares de prensa, en radio y televisión, surcando las redes sociales. Y así fue.
El coraje de trascender heridas y divisiones
Planteaba hace unos días una colega, durante un encuentro de la sociedad civil sobre las próximas elecciones europeas, si realmente estábamos abocados a la confrontación y a los discursos del miedo. ¿Es posible volver a inspirar y movilizar a la ciudadanía en modo positivo? ¿Qué fue del espíritu del ‘Yes We Can’? ¿Qué papel han de jugar las historias que contamos en estos tiempos de hiper-polarización, desinformación y atracción fatal por lo autoritario?
De siempre hemos entendido que las narrativas que destacan experiencias personales y humanas ayudan a construir puentes de empatía y entendimiento entre grupos y perspectivas diversas. Cuando compartimos sueños y desafíos, nos humanizamos. Me sigue maravillando la frase de la parlamentaria británica Jo Cox3 “es mucho más lo que nos une que lo que nos separa”. Conocí a Jo en Bruselas en 2004 y, desde entonces, me inspiró su enorme compromiso y pasión por el valor de la diversidad, por la búsqueda de aquellos elementos que permiten conectar a todas las personas.
Nuestro cínico interior ya está seguramente llamándonos al fatalismo. Pero, precisamente, ahí es donde radica el mayor potencial transformador de nuestro trabajo: en mantenernos firmes en la defensa de los derechos y libertades propios y ajenos, a su vez que tenemos el coraje de bajarnos a experimentar la realidad de los otros y, juntos, visualizar alternativas constructivas.
Los algoritmos no ayudan. Nos condenan a vivir en burbujas informativas en las que solo vemos y escuchamos los ecos de aquello que refuerza nuestras sesgadas visiones y creencias. Esa es otra.
La reconstrucción del tejido social y democrático de nuestras comunidades necesita también de una rebelión ciudadana contra la tiranía de las escuelas de odio y borreguismo que proliferan en el ciberespacio. En su libro ‘Dream Teams’, Shane Snow4 aborda una paradoja interesante sobre la diversidad en los equipos de trabajo. Por un lado, destaca que cuanto mayor es la diversidad dentro de un equipo, mayores son los desacuerdos y fricciones. Colaborar se hace más difícil cuando introducimos una variedad de puntos de vista y métodos de resolución de problemas que no siempre están alineados.
Sin embargo, Snow también argumenta que esta diversidad es crucial para que un equipo sea mucho más creativo, ingenioso e innovador. La confrontación constructiva de ideas diferentes obliga a los miembros del equipo a cuestionar supuestos, explorar nuevas posibilidades y encontrar soluciones más completas y originales a los problemas. El desafío de la diversidad se convierte en una fuente invaluable de fortaleza para el equipo.
Espero que un día nos pongamos a aplicar estas enseñanzas en nuestros variados ecosistemas de convivencia democrática. Parte de mi generación nos hicimos adultos trasnochando los viernes para ver la película y los debates de ‘La Clave’. Hay quien dice que este tipo de espacios largos y pausados no sería posible hoy en día. ¿Por qué? El bombardeo publicitario, nuestra aparente incapacidad de permitir conversaciones entre perspectivas diferentes y, en algunos temas, antagónicas. Añado la escasa humildad intelectual de quienes convierten cualquier palabra divergente en ataque personal. Más nos valdría reaprender esa capacidad de diálogo crítico y vulnerable, antes de que sea demasiado tarde.
Cierro con algo que me dejó pensando el otro día. En su libro ‘Alchemy’5, Rory Sutherland aclara que la toma de decisiones humanas no siempre es racional, también cuando se trata de votar en unas elecciones. Una compleja interacción de factores emocionales, subconscientes y aparentemente irracionales influyen tanto o más en los resultados electorales que cualquier razonamiento lógico. Y ahí es donde creo que el activismo, el teatro, el arte y la comunicación política tienen un enorme potencial como espacios de reencuentro ciudadano, de reinvención de lo político, en toda nuestra mágica diversidad e irracionalidad.
La tragedia, la comedia o las emociones son una fuente increíble de conexión, un lenguaje universal capaz de trascender profundas heridas y divisiones. Cierto que a menudo se utilizan para cabrear, enemistar y polarizar. Pero eso no nos exime de nuestra responsabilidad de seguir imaginando campañas ciudadanas apasionadas, honestas, y unificadoras.
Como bien nos recordaba Augusto Boal, estamos obligados a inventar otro mundo porque sabemos que otro mundo es posible. ¡A escena!
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1 Augusto Boal, Mensaje Internacional del Día Mundial del Teatro, 27 de marzo de 2009.
2 Augusto Boal, Mensaje Internacional del Día Mundial del Teatro, 27 de marzo de 2009.
3 Jo Cox (Reino Unido, 1974-2016) fue apuñalada y tiroteada a plena luz del día en Birstall (Inglaterra) – apuñalada y tiroteada a plena luz del día en Birstall,
4 Shane Snow, ‘Dream Teams: Working Together Without Falling Apart’, 2018 (English Edition)
5 Rory Sutherland, ‘Alchemy: The Surprising Power of Ideas That Don’t Make Sense’, 2019 (English Edition)
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