Por Ignacio Martín Granados, @imgranados
El pasado 10 de abril tuvo lugar en Madrid la primera manifestación de hologramas celebrada en el mundo. El objetivo era protestar contra la Ley de Protección de la Seguridad Ciudadana, la denominada “Ley Mordaza”. Esta llamativa protesta virtual consistió en la proyección de imágenes tridimensionales en una pantalla, durante más de una hora, de personas con carteles y lemas frente al Congreso de los Diputados. Los participantes no estaban físicamente en las calles, pero sí sus imágenes, cánticos y gritos de protesta.
Una vez más, la tecnología puesta al servicio de la reivindicación y el activismo político. La iniciativa partió de la plataforma ‘No somos delito’, que recogió durante dos semanas a través de la web www.hologramasporlalibertad.org las imágenes escaneadas de miles de personas de todo el mundo (España, Rusia, México, Argentina, Chile, Francia, Reino Unido, Francia, Holanda, Alemania…) que quisieran sumarse a este acto de protesta.
El holograma fue inventado en 1947 por el húngaro Dennis Gabor, que recibió por este desarrollo el Premio Nobel de Física y, hasta la fecha, su uso había estado vinculado a ciertas tareas tecnológicas y películas de ciencia ficción (¿quién no recuerda las apariciones de la princesa Leia en La Guerra de las Galaxias?). La holografía es una técnica avanzada de fotografía que consiste en crear imágenes tridimensionales, creando la ilusión óptica de presencia real. Para obtener un holograma dinámico y en alta definición, se captura la información 3D mediante la filmación de un objeto desde múltiples ángulos, con 16 cámaras que toman una imagen del objeto cada segundo. Los 16 puntos de vista son procesados en un píxel holográfico por un ordenador, que envía una señal a dos haces de láser pulsado que graban los datos en el material de registro. Para generar una imagen que cambie prácticamente en tiempo real es necesario hacer los píxeles mucho más pequeños, tan diminutos como para meter unos 2.000 en un milímetro cuadrado.
Aunque esta era la primera manifestación en hologramas, esta técnica ya se había utilizado para el activismo político. El político hindú Narendra Modi lo utilizó inicialmente en 2012 –y luego repetiría en la elecciones presidenciales de 2014- como parte de su campaña para la reelección como gobernador de Gujarat para llegar a más potenciales votantes. Según su equipo, llegó a dar un mitin simultáneo en 140 escenarios repartidos por toda la India y, en total, fueron 1.400 los mítines en 3D con los que pudo llegar a más de 50 millones de personas.
En Turquía, a principios de 2014, el primer ministro Erdogan también utilizó una imagen tridimensional de tres metros para “asistir” a un mitin de su partido (AKP), proyectando su holograma sobre un escenario. Y ya se habla de que esta tecnología tendrá un papel protagonista en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016.
La holografía puede aportar ventajas a la política y, sin duda, abre un nuevo espacio en la comunicación política. Más allá del impacto inicial, ofrece el don de la ubicuidad de los líderes políticos en campaña, que podrán asistir a reuniones o pronunciar el mismo discurso en distintos lugares y a la misma hora llegando a cualquier rincón del país y mayores audiencias, evitándoles muchos viajes, aunque su coste es todavía elevado. Incluso puede “revivir” a grandes figuras políticas y hacerlas convivir con el candidato en el mismo escenario. Sin embargo, también tiene desventajas como la perdida de contacto con los votantes, levantando la barrera de la interacción directa, cuando, precisamente, una de las críticas que reciben los políticos es el escaso contacto con la realidad y los ciudadanos.
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