Por Alicia Martos Garrido, Psicóloga, experta en comunicación no verbal
Campañas electorales en diciembre y junio, resultados nada decisivos, debates, sesiones de investidura, negociaciones, pactos y traiciones… Todo ello conforma un panorama emocionalmente intenso capaz de modificar la conducta de los líderes políticos más estables y preparados. El estrés tiene la potestad de alterar hasta los rasgos de personalidad más arraigados. En este artículo describiremos cómo han evolucionado los principales aspirantes al poder, así como sus fortalezas y debilidades en base a su expresión no verbal.
Pero, empecemos por el principio. ¿Qué es esto del comportamiento no verbal? Nos referiremos con ello al conjunto de conductas no expresadas a través del canal oral que un ser humano puede llevar cabo en diferentes situaciones de su vida diaria. Entenderlo y analizarlo en profundidad será de gran importancia en multitud de entornos, y cómo no, en la política, ya que a través de este estudio podremos deducir los verdaderos estados emocionales y racionales de los principales líderes de nuestro panorama político.
Sabemos que un gesto, la apariencia, una mirada, o un simple apretón de manos, pueden dar lugar a un aluvión de críticas o causar una buena impresión en los demás. Muchas veces no sabemos el porqué de estas sensaciones, ni siquiera podemos ponerle nombre, pero sin duda todos somos capaces de percibir lo que es coherente o lo que nos chirría al escuchar a alguien. Y utilizamos estas pautas continuamente con nuestros políticos a los que examinamos a conciencia para intentar averiguar, sobre todo, la credibilidad o no que poseen.
Ya lo advertía Maquiavelo: “Los hombres, por lo general, juzgan más las apariencias que la realidad”. En la sociedad se asume que los votantes somos exclusivamente racionales y que nuestras elecciones estarán libres de condicionantes. Se supone que un sistema democrático debe partir de votantes razonables, ya que la elección de las personas que conduzcan el futuro de su país dependerá de su sano juicio. Pero lo que ocurre es que los votantes estamos inundados con información procedente de prensa escrita, televisión, radio e internet, rumores, entrevistas, noticias, etc. La psicología cognitiva nos enseña que cuando nos enfrentamos a una cantidad ingente de información las personas tendemos a simplificar, y es ahí donde entran en juego las emociones y la expresión corporal. Las investigaciones al respecto nos muestran cómo determinados juicios elaborados por los votantes, respecto de la conducta no verbal y la personalidad de los candidatos políticos, pueden predecir su éxito electoral. Esto sugiere que todos dependemos profundamente de las apariencias al elegir el candidato al que votaremos.
Mariano Rajoy
El canal de la apariencia es precisamente el más cuidado por el líder del Partido Popular, Mariano Rajoy. Tradicionalmente no ha sido uno de los candidatos más preocupados por su expresión corporal, pero esto ha cambiado, en el transcurso del último año se ocupa de adoptar siempre la posición más ventajosa a la hora del protocolario apretón de manos, utiliza más y mejor los gestos con las manos y brazos, pero sobre todo ha cuidado mucho más lo que proyecta su imagen. Ahora no tiene reparo en desprenderse de su corbata en ocasiones muy reveladoras, así se desvincula de la ‘vieja política’ y quiere demostrar que también puede renovarse, modernizarse y adaptarse a los nuevos tiempos.
La nueva moda de ‘menos corbata, más mangas de camisa’ tiene su precedente en Estados Unidos. En sus primeras elecciones, Barack Obama aparecía frecuentemente sin corbata y con las mangas de la camisa incluso remangadas, se trata de un estilismo muy estudiado que intensifica la cercanía con los ciudadanos, la sensación de que se está trabajando y de que el político se siente relajado. Aun así la figura de Rajoy sigue irradiando formalidad y experiencia, aspectos que le benefician, puesto que las fuentes persuasoras expertas y de cierta edad se perciben como más fiables y seguras en sus actos.
Su debilidad es la falta de energía y movilidad corporal que sí observamos en el resto de candidatos, aunque tiene una postura erguida y firme que compensa lo anterior. Podemos decir que el fuerte de Mariano Rajoy no es precisamente el enfrentamiento directo, por su personalidad más racional y analítica, necesita de un diálogo reposado para poder urdir adecuadamente su argumentación. Se pone nervioso con preguntas inesperadas o con ataques demasiado contundentes que le hacen descontrolarse fácilmente y lo que es peor, cometer errores y confusiones en sus verbalizaciones. En cuanto a su expresión facial, echamos de menos más emociones positivas, le cuesta mucho sonreír, y sobre todo mirar a su interlocutor directamente, le dignifica poco a su imagen la manía constante que tiene de leerlo todo, que le impide empatizar y conectar con el público.
Pedro Sánchez
A Pedro Sánchez siempre le ha caracterizado su atractivo y magnética sonrisa, sincera, espontánea y constante, su fuerte es el encanto natural, expresiones faciales positivas que le acercan y atraen hacia quienes las observan. El líder socialista habla con convicción sin necesidad de consultar apuntes, evoca una seguridad pasmosa. Todos ellos son rasgos muy positivos que ha ido perdiendo a lo largo de este intenso período electoral.
Sánchez comenzó estable, seguro de sí mismo para después desestabilizarse, tornándose altivo en exceso y nervioso, ejecutando más expresiones faciales de desprecio e ira que sonrisas, con una significativa tensión y represión emocional en el rostro. En este punto es en el que debería focalizar más su atención y no filtrar, en numerosas ocasiones, expresiones de desprecio, descritas por la elevación unilateral de la comisura labial (una sonrisa de medio lado). Así, deja demasiado evidente el sentimiento de superioridad ante su rival político, no es adecuado proyectar esa imagen soberbia. En la coyuntura política en la que nos encontramos inmersos, la ciudadanía busca psicológicamente la empatía, acuerdos y entendimiento entre partidos porque parece que serán necesarios para formar gobierno, y estas luchas de egos no favorecen esta declaración de intenciones. En sus apariciones más recientes se le ve inquieto, se impacienta y se torna más agresivo en sus intervenciones, esta irremediable tensión le hace descuidar las formas que al principio tan positivamente manejaba, su expresión no verbal es feroz y arrolladora. Además, ha ido perdiendo la naturalidad para pronunciar discursos más robóticos, leídos, abandonando su potente mirada que conectaba con el público atravesando la pantalla.
Pablo Iglesias
El ceño fruncido de Pablo Iglesias fue protagonista en los inicios del líder de Podemos, su discurso era siempre enérgico, vehemente, al más puro estilo americano. Este gesto se asocia con la ira, pero también con la concentración y el esfuerzo por transmitir un mensaje pasional. Después, este ademán se transformó en pura emoción y positividad, sonrisas, llantos de alegría en los mítines, gestos mediadores y apaciguadores en los debates que suavizaron su lenguaje corporal. Parece que en los últimos meses vuelve a sus orígenes con expresiones emocionales más negativas aunque sin el ímpetu del principio, su paralenguaje (velocidad, ritmo, volumen, pausas del habla) es más lento, sereno, calmado, parece que se hubiera ‘desinflado’ con el tiempo.
A grandes rasgos, Iglesias sigue fiel a su apariencia, aunque haya suavizado algunos aspectos de su imagen (se quitó los piercings, por ejemplo) se mantiene coherente con su origen. Su tono de voz es grave y bien modulado, su gestualidad, aunque no es abundante, la gestiona adecuadamente. Sin duda, lo que menos le sigue beneficiando es su postura encorvada, asociada a la fragilidad, el decaimiento y la endeblez. No dignifica su figura y hace que pierda fuerza el discurso que expresa intensamente y que sí que está en sintonía con el resto de los canales de expresión corporal.
Albert Rivera
Quizá el único aspirante que ha progresado favorablemente es el representante de Ciudadanos, Albert Rivera. Bueno, ciertamente desde el inicio cautivaron sus formas elegantes en el movimiento y la postura, su gestualidad perfectamente armoniosa con su discurso, su agudeza mental, el cuidado de su imagen… La verdad es que resultaba hasta aburrido analizarle porque todo en él era casi perfecto, pero todo cambió con los debates.
Entonces, pudimos apreciar a un Rivera muy nervioso, con un comportamiento dominante, se impacientaba cuando no era su turno de intervención, se mostró tremendamente controlador, y a veces, al no poder manejar él la situación, se frustraba y canalizaba toda esa tensión a través de su expresividad no verbal, no respetaba corporalmente los turnos de palabra, se balanceaba constantemente, sus gestos eran manipuladores (se arreglaba el traje, se retorcía o sujetaba los dedos de las manos), se movía continuamente, sudaba y cuando le daban paso, intervenía con impulsividad y tensión. Me resultó muy llamativo lo descontrolado que se le vio en los debates. Esta imagen no le favorecía ya que provoca una alta inseguridad en el observador.
Sorprendentemente todo cambió, ahora gestiona de otro modo su expresión no verbal y en el presente su cuerpo habla en total sintonía con sus palabras, sus gestos son de estilo más ilustrador, con movimientos congruentes con su mensaje, signo de credibilidad. Su mirada suele ser directa, pocas veces encontramos vistazos descendentes, lo que evoca una mayor convicción y firmeza en su argumentación. No entraremos en valorar este proceso, puede que ahora ya no sea natural, que haya perdido su esencia personal, que esté bien asesorado, que haya puesto todo su esfuerzo y energía en parecer más agradable, pero lo cierto es que su comunicación no verbal ha mejorado, y esta serenidad expresiva a la que ha logrado llegar le beneficia mucho en su proyección a través de la imagen.
Como conclusión, podemos decir que las primeras impresiones basadas en la apariencia son notablemente influyentes, difíciles de superar, y además ocurren con asombrosa velocidad. El impacto de la apariencia será especialmente importante sobre aquellos votantes que tengan un bajo nivel de información objetiva sobre los candidatos, siendo este grupo el más numeroso. Por tanto, aunque la ciencia política generalmente ha asumido que los votantes pasan por procesos de decisión sofisticados y racionales, y que no están influidos por señales superficiales, la investigación sugiere lo contrario.
La imagen rigurosa e impoluta del “traje con corbata” no es un atuendo único, y quizás en los tiempos que corren sea el menos coherente con el discurso que los candidatos están lanzando a los ciudadanos en esta nueva era política, ahora la competencia viene pisando fuerte, hay opciones, hay lucha, tienen que destacar y renovarse como sea. En la actualidad, la comunicación de un líder hay que trabajarla y ésta debe ser cercana, menos técnica y rígida, y en definitiva, más de tú a tú. En política todo cuenta.
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