Por Carmen Beatriz Fernández, @carmenbeat Presidenta de DataStrategia Consultores
La vida es siempre urgente. La vida nos es disparada a quemarropa”. La frase se relaciona con la sensación de vértigo de los tiempos que vivimos, esa percepción que tenemos los urbanitas, particularmente los occidentales, de que el mundo ha empezado a girar de manera más acelerada. Tiene que ver con ciberpolítica, con big data, con ciberactivismo, y con Wikipedia. En lo cuantitativo, podría tener que ver con que cada minuto se suban 500 horas de video a YouTube. Data disparada a quemarropa, con la fuerza de un obús digital. También puede guardar relación con que hoy casi cada persona lleva encima un ordenador tan poderoso como el mainframe del MIT de hace 40 años. También la frase puede estar relacionada al hecho de que cada dos años y medio se duplica toda la información que a la fecha ha generado la humanidad.
La elección presidencial norteamericana 2016 puso muy de moda a las fake news y la post-truth, y velozmente lo tradujimos, tanto en diccionarios como en contiendas. Otras veces adoptamos a diario neologismos, sin que a veces de tiempo siquiera a traducirlos. Crowdfunding, bots, slacktivism y crosschecking son ya términos corrientes en la nueva comunicación política.
El uso de las herramientas de campaña más similares a las que hoy las conocemos, nace a los inicios de los sesenta en EE. UU., durante la campaña de John F. Kennedy. Se comenzó a trabajar formatos y spots televisivos modernos, así como a emplear modernas técnicas demoscópicas en la identificación segmentada de la opinión pública electoral. TV, polls, spots, messages y targets eran términos de entonces, y había tiempo sobrado para traducirlos. Con frecuencia se hacen la analogía del dominio comunicacional entre Kennedy y Obama, Kennedy fue muy habilidoso manejando el medio de comunicación que empezaba a ser dominante en los años sesenta: la Televisión; así como Obama lo fue manejando las redes sociales, instrumento de comunicación que empezaba a dominar en el nuevo siglo. Facebook, Twitter, Google Trends, Instagram fueron los nuevos términos en a partir de las contiendas de Obama. Sin necesidad de traducción.
Pero la analogía Kennedy-Obama estaría incompleta si no incluimos a Trump. No es exagerado afirmar que hoy Trump es presidente porque encontró la forma de liderar el espacio comunicacional dominante: el de la política 2.0, con su big data, con wikileaks, con sus fakenews y su postruth. Haya sido con la ayuda de Putin, o sin ella, el comando de Trump encontró unas vulnerabilidades en las plataformas que le hicieron situarse en posición de dominio, en un medio en el que Obama y los demócratas creían tener holgadas ventajas. Con ello se dio un quiebre histórico, a toda velocidad.
La ciberpolítica ofrecía en sus orígenes una gran promesa de democratización. La masiva penetración de la tecnología como palanca para la generación de nuevos espacios de encuentro y discusión. Hoy se asoman dudas, más que razonables, sobre sus bondades democratizadoras.
Con frecuencia el ser humano se ha sentido abrumado por el vertiginoso ritmo de los tiempos, en su propio tiempo. “¡Paren el mundo que quiero bajarme!” fue el grito revolucionario de los años sesenta que inmortalizó la gran Mafalda. En realidad la frase de marras, según la cual la vida es siempre urgente y nos es disparada a quemarropa es de Ortega y Gasset, y fue escrita hace casi cien años. Ante el vértigo, y como protección, no hay mejor recurso que volver a los valores fundamentales. Ciudadanía, democracia, compromiso, libertad y derechos humanos no son términos nuevos. No. Son términos importantes.
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