Entrevista a Manuel Alcántara Sáez, Catedrático de Ciencia Política en la Universidad de Salamanca, ex- director del Instituto de Estudios de Iberoamérica de la universidad charra y ex-vicerrector de Relaciones Internacionales.
En la actualidad, uno de los principales problemas que identifica la ciudadanía, de acuerdo a los sondeos sociológicos, son los políticos que los gobiernan. La actividad política está desacreditada. Por este, y por otros motivos, las miradas académicas que antes se centraban en las instituciones y en su desempeño ahora lo hacen en los políticos. En este contexto se enmarca El oficio de político, una novedosa aportación para comprender quiénes son esos actores, cómo desarrollan sus carreras, cuáles son las características de la política como profesión y cómo es su evolución en los sistemas democráticos –haciendo especial énfasis en la élite parlamentaria latinoamericana-.
Por David Redoli Morchón
Alcántara Sáez analiza la profesionalización política como un ineluctable proceso ligado a la evolución de las democracias. Y aborda el estudio de los políticos profesionales definidos como individuos que desempeñan una actividad pública, que dedican su tiempo a ella, que reciben a cambio una remuneración, que poseen legítimas ambiciones y que proyectan una determinada vocación pública. Una vocación que, como en toda profesión, debería estar sujeta a un rendimiento de cuentas. En este último punto, los medios de comunicación emergen como actores fundamentales, tanto para llevar a cabo una función de control, como para intervenir directamente en la contienda política. Como señala Alcántara, los medios de comunicación “son los escenarios donde se lleva a cabo la definición de lo que ocurre mediante el framing, o enmarque, que termina convirtiéndose en lo más relevante de la liza política”.
Por eso, en el primer Molinillo de 2013 quisimos entrevistarle. Y estas son sus respuestas.
1. Su último libro El oficio de político no está dejando a nadie indiferente. En él defiende al “político profesional”, en el buen sentido del término. ¿Qué es un político profesional en el siglo XXI?
Un político profesional es alguien que se dedica habitualmente a una actividad política y que cobra por ello. Lo cual supone que hay que introducir ciertas matizaciones, las más sencillas se refieren a la acotación del adverbio “habitualmente” y a la cuestión de los ingresos. Esto último se refiere al porcentaje que suponen los emolumentos que una persona recibe procedentes de la política en el total de sus ingresos; en cuanto a lo habitual tiene que ver con el tiempo dedicado a la política en un determinado lapso. Dicho de otra manera: se establece una escala en la que en un extremo se puede situar a alguien cuyos ingresos provienen en el cien por cien de la política y que en los últimos diez años no ha hecho otra cosa que política y en el otro extremo se sitúan quien sus ingresos procedentes de la política apenas si representan una parte mínima y que en el referido periodo apenas si se ha dedicado unos meses. En cuanto a la actividad política, y de acuerdo parcialmente con Arendt, se refiere a una intervención en el ámbito público para modificarlo o preservarlo por un determinado propósito.
2. ¿Qué cualidades debe reunir un “buen político?
No hay una única receta, pues está en función de variables contextuales. Es distinta una tarea de asesor, de otra de representación o de otra más ejecutiva; es asimismo diferente encontrarse en el gobierno o en la oposición, en una época de crisis o de expansión. En términos generales y en el terreno estrictamente individual hay que referirse a un compendio de características innatas que tienen que ver con la salud, la energía vital, la empatía, la ambición y la inteligencia con otras que son adquiridas como son una carrera a nivel universitario complementada con conocimientos mínimos de la historia y de la economía así como del entramado social, jurídico y político institucional en el que se vive, idiomas, dominio del lenguaje corporal y de cierta capacidad oratoria. La experiencia desempeña igualmente un papel muy importante.
3. En España y en otros países existe una percepción negativa de los políticos profesionales y de la profesionalización de la política. Se aboga en mayor medida por políticos-ciudadanos o políticos-técnicos. ¿Qué opinión le merecen estos planteamientos, cada vez más frecuentes?
Se trata de una posición bienintencionada, pero ingenua. Únicamente es válida desde la perspectiva del origen, o si se prefiere de la entrada en la política, para distinguirse de aquellos cuyo origen es partidista. Una vez que un denominado político-técnico o ciudadano se dedica a la política se convierte en un político profesional de acuerdo con lo señalado en la primera pregunta y si las cosas se le dan bien le pedirán que se quede o él (ella) mismo(a) querrá quedarse con los que se reinicia el ciclo.
4. Autores como Tony Judt hablan de la diferencia entre la clase política que gobernó hasta el periodo inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial y la actual clase política. En términos generales, los sondeos de opinión demuestran que la ciudadanía considera que ha bajado la calidad de los políticos; que los líderes de antaño tenían una mayor sensibilidad respecto a sus responsabilidades éticas y sociales, mientras que los nuevos líderes adolecen de estas cualidades. ¿Está usted de acuerdo con estos planteamientos?, ¿cuáles cree que son las causas de ese alejamiento de los políticos respecto a las necesidades de los ciudadanos (en caso de existir)?
Me resulta muy difícil la comparación entre dos periodos de la historia por muy próximos que estén. Además, en el caso de esta comparación concreta hay que añadir que el periodo de postguerra tuvo cierto componente épico que hoy no existe. Luego está el hecho de que las sociedades también cambian y tienen otro tipo de exigencias. Finalmente hay una tendencia muy humana a mirar el pasado con cierta visión romántica o idealizada.
5. ¿Cuál es el papel de la prensa en la calidad de una democracia?
La expresión manida de “cuarto poder” es pertinente para entender su papel sobresaliente. La prensa es intermediadora, crea frames, investiga la realidad y en tanto que conglomerado empresarial tiene intereses concretos. Los cuatro factores hacen que su papel sea decisivo. Ahora bien, si se añade el término “calidad” eso supone que debe incorporar mecanismos de auto exigencia y de contraste externo de su actuación.
6. ¿Cómo afectan los nuevos canales de comunicación a la profesionalización de la política y de los políticos?
La política tiene un alto componente de espectáculo y, por otra parte, la “venta” de candidatos creíbles en procesos donde la información está muy segmentada y la audiencia apenas si presta atención unos escasos minutos requiere de un fino uso de los nuevos canales de comunicación. Sin embargo, el aspirante a político profesional no tiene un completo y preciso conocimiento de todos de ahí la necesidad de contar con asesoría. Por otro lado hay que tener en cuenta que un aspecto que a veces se desdeña del término “profesional” como es la parte que conlleva de capacidad, dedicación y de rigor requiere inequívocamente del uso de esos canales.
7. ¿Cuáles cree que son los puntos de conexión entre la profesionalización de la política y la comunicación política?
Creo que está contestado en parte en la pregunta anterior. El profesional de la política lo mismo que para entender un análisis estadístico necesita del especialista en estadística, requiere de expertos en comunicación. Pero, a diferencia del estadístico, la comunicación ha terminado por invadir la vida cotidiana del político de manera que hay una imbricación enorme entre ambos, que se acentúa en el momento en que el político tiene que transmitir algo a la audiencia, circunstancia que es casi permanente.
8. Teniendo en cuenta su experiencia en el estudio de la región latinoamericana, ¿cómo evalúa el desarrollo de la comunicación política en América Latina, es decir, la emanada desde los gobiernos y desde los partidos políticos?
La tradición en torno al caudillismo, a la personalización de la política junto con los procesos de desinstitucionalización que viven los partidos políticos ha puesto aun más si cabe el acento en la figura del candidato y en la necesidad de constante comunicación directa del político con las masas. Ambos aspectos han contribuido notablemente al desarrollo de la comunicación. Por otra parte, hay un punto que me parece verdaderamente interesante y que de momento no ha merecido estudios académicos, al menos en el ámbito latinoamericano, que es el hecho de que empiezan a darse en lugar de competencias electorales entre candidatos, lizas entre agencias de comunicación política, de manera que se empieza a hablar de que “el consultor x lleva ganadas cinco campañas frente al consultor y que solo ha ganado tres”.
9. ¿Está usted a favor de que existan “escuelas de políticos”, es decir, procesos formativos estructurados para preparar a líderes en los partidos?
Esta es una vieja tradición de los partidos que poco a poco fue debilitándose. El incremento del nivel de preparación de los militantes, así como el aumento de las fuentes de información contribuyó a que pasara a segundo lugar. En la medida en que estimo que el papel de los partidos se va a ir reduciendo y que cada vez habrá más autonomía en la (auto)formación de quienes quieran dedicarse a la política es posible que este tipo de escuelas tenga poco futuro quedando relegadas a meros espacios de “puesta al día” o de “homogeneización de contenidos”. Por otra parte suponen gastos para la maltrecha economía de los partidos que les vendrá bien recortar.
10. El politólogo Giovanni Sartori, en su libro La democracia en 30 lecciones, sostiene que en Occidente la democracia se ha deteriorado, no por el diseño de lo que él llama “la máquina” (las instituciones) sino por la poca pericia demostrada por parte de “los maquinistas” (los políticos, es decir, los conductores de las instituciones). El profesor italiano también asegura que, debido a ese problema, los sistemas poliárquicos pueden estar en riesgo, ¿está usted de acuerdo con esta afirmación?, ¿qué solución plantea a este problema?
Estoy tendiendo cada vez a dar más importancia a las personas, quizá porque al menos desde mi disciplina su papel se ha limitado enormemente en las últimas décadas. Ahora bien, no creo que se puedan dejar de contemplar las instituciones, ya que limitan, condicionan y moldean claramente las preferencias de los individuos, pero estos a su vez modifican o dan diferentes sentidos a las instituciones. Me parece que la relación es perfectamente biunívoca o, incluso más allá, es sistémica. Como estudioso de la política pienso que habrá que centrarse en la interacción de ambos y en la dinámica derivada de la misma.
Su último libro El oficio de político (Tecnos, 2012) no deja indiferente al lector. Se trata, sin lugar a dudas, de una excelente (y seria) aportación, en castellano, al debate sobre la calidad de las democracias y sobre la profesionalización de unos actores fundamentales de cualquier poliarquía: los políticos.
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