Por Miljana Micovic, @MiljanaM, jefa de estudios en @nextibs, consejo directivo de @compolitica
Es tradición en muchos países que los dirigentes políticos dediquen a los ciudadanos unas palabras para felicitarles la Navidad o el Año Nuevo. Esos mensajes institucionales pueden tener diferentes objetivos, pero sirven, ante todo, para destacar la prosperidad del país y aludir a los valores y orgullo patrióticos de cada pueblo, potenciados por el ambiente festivo de las fechas. En esta ocasión, nos centramos en cuatro líderes, dos monarcas y dos presidentes de la república, procedentes de realidades políticas y sociales muy diferentes, para observar las similitudes en sus mensajes de felicitación de Navidad y Año Nuevo. Son el presidente de la Federación de Rusia, Vladimir Putin; el presidente de la República Popular China, Xi Jinping; la reina del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, Isabel II, y el rey de España, Felipe VI.
En primer lugar, en su mensaje de cuatro minutos, Putin habla de “los cambios que vive Rusia”. Encontramos la misma referencia a las transformaciones que sufren las sociedades modernas en el discurso de todos los líderes. Por su parte, la reina Isabel II, en su discurso de cinco minutos, señala que “los retos a los que se enfrenta la gente hoy pueden ser diferentes a los que afrontó mi generación”, mientras que el rey Felipe VI, en su mensaje de casi doce minutos, advierte que el mundo vive “tiempos de mucha incertidumbre, de cambios profundos, acelerados”, “una nueva era digital” y “una revolución tecnológica”. El rey de España expone los temas concretos que “provocan preocupación e inquietud”: movimientos migratorios, cambio climático, igualdad entre hombres y mujeres, la falta de empleo, crisis económica, deterioro de la confianza en las instituciones y, un problema concreto de España, Cataluña.
El presidente de China también habla de la “nueva era”, “nuevos cambios y tendencias”. Su discurso, el más largo de los cuatro, de casi catorce minutos, es el que más se asemeja a un discurso de campaña, dado que hace un balance con datos muy concretos del año 2019. Jinping destaca que los logros son “parte de la estrategia nacional” y fruto del “sudor, esfuerzo y trabajo”; ofrece cifras concretas de economía china, avances en el tema de infraestructuras, ciencia, tecnología, política territorial, economía sostenible y política exterior que “demuestran el extraordinario esplendor y la fuerza de China”. El único problema: Hong Kong, al que hace una breve referencia y felicita el año también a sus ciudadanos. Como si estuviera en campaña, Jinping habla de cómo, durante el año pasado, visitó muchas personas y pueblos en distintas áreas de China y concluye que “todo florece en nuestra patria”. No obstante, deja algo por hacer en 2020: acabar de construir una sociedad moderna y eliminar la pobreza.
Todos los discursos, también, tienen un componente emocional, que en el caso de Putin y Jinping se ve claramente en los siguientes ejemplos: “Esperando que todos nuestros sueños se cumplan”, “estas fiestas sacan lo mejor de la gente, transformando el mundo alrededor de nosotros, llenándolo de felicidad, sonrisa, alegría. Estos sentimientos de cuando éramos niños” (Putin); “Los sentimientos patrióticos trajeron lágrimas a nuestros ojos, y el espíritu patriótico es la base de la nación china” (Jinping). Por su parte, la reina Isabel II empieza con storytelling, también para causar emoción en el espectador: “Como niña, nunca pude imaginar que el hombre caminaría por la luna.
Este año es el 50 aniversario de la misión de Apolo 11”. La Reina cita la frase de Neil Armstrong, “un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad”, y añade: “Y, en efecto, para la mujeres. Es un recordatorio de que los saltos gigantes empiezan con los pasos pequeños”. La Reina basa su discurso en esos pequeños pasos (humanos o divinos) que se han dado durante la historia para conseguir la paz entre los pueblos: “Dejar atrás las diferencias y unirse en amistad y reconciliación”. Reconciliación es, precisamente, la palabra que repite varias veces en el discurso.
En relación con las lecciones del pasado, es interesante ver cómo en casi todos los discursos analizados se menciona algún aniversario importante de algún acontecimiento histórico digno de orgullo nacional. Putin destaca en su mensaje que en 2020 se va a celebrar “el 75 aniversario de la victoria en la Gran Guerra Patriótica” y recuerda a todos los que sufrieron por la guerra “para defender el futuro de nuestra gente, de nuestra patria. Tenéis nuestra gratitud eterna”. La reina Isabel II habla de la conmemoración el 75 aniversario del Día D en 2019 para señalar la importancia del “espíritu de reconciliación”, dado que “los que fueron enemigos, vinieron a esa conmemoración amistosa, dejando atrás las diferencias del pasado”. El presidente de China, por su parte, como el momento más memorable del 2019 destaca el aniversario de los 70 años desde la fundación de la Republica Popular China, que celebraron en todo el país “abrumados por la pura fuerza del patriotismo”.
La retórica del orgullo nacional está muy presente también en el discurso del rey Felipe VI, pero desde otro punto de vista. Sin grandes aniversarios por recordar, el Rey construye un discurso que se centra en los valores vertebradores que componen la sociedad española moderna, un mensaje lleno de palabras positivas como dignidad, generosidad, espíritu solidario, tolerancia, respeto, convivencia, entre otras. En sus palabras, la sociedad española es democrática, profundamente europea, abierta e integrada en la sociedad global, madura, emprendedora, con creatividad y liderazgo en muchos campos. En conclusión, el Rey se siente “orgulloso de los valores que inspiran nuestros ciudadanos”.
En definitiva, estos mensajes grandilocuentes y solemnes, acompañados con efectos audiovisuales en forma de música, imágenes y videos, decoración navideña y simbología protocolaria institucional, y grabados para ser emitidos en horarios de máxima audiencia, a pesar de las diferencias del contexto político, tienen muchas cosas en común; sobre todo, su objetivo final: ofrecer una sensación de paz y prosperidad, afirmarse (ellos y sus gobiernos) como líderes dignos del pueblo al que representan y añadir su granito de arena al ambiente festivo de las fechas navideñas de reunión amistosa y familiar.
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