Por Pedro Marfil , @jpedromarfil
El uso de palabras malsonantes en discursos o intervenciones políticas no es nada nuevo ni aislado. A las palabras de Pedro Sánchez tras la crecida del río Ebro con su célebre “¿Qué coño tiene que pasar para que Rajoy salga de la Moncloa?» se suman otras muchas intervenciones. En numerosas ocasiones el político no es consciente de que se le está grabando o de que hay un micrófono cerca. Así fue el caso de Esperanza Aguirre cuando se refirió a otro político como “hijo puta” durante una conversación; o de Federico Trillo al exclamar en las tribunas del congreso su ya célebre “manda huevos”. En otras ocasiones el político es bien consciente de que un periodista puede recoger sus declaraciones. Así Soraya Sáez de Santamaría, al ser preguntada por si había recibido alguna vez un sobre del ex tesorero del Partido Popular, Luis Bárcenas, respondió no haberlo hecho “en su puta vida”. Otros como Antonio Basagoiti, hace años, declaró que los terroristas de ETA eran “mierda” y un poco más alejado en el tiempo, José Antonio Labordeta no dudo en mandar allí mismo a la bancada popular durante una de sus intervenciones en el Congreso de los Diputados harto de sus descalificaciones.
Pero, ¿es correcto hacer empleo de este tipo de palabras? ¿Deberían ser omitidas por los medios? El uso de palabras malsonantes añade cierta contundencia al mensaje. En ocasiones una palabrota, puede ser el camino más preciso para expresar un estado de ánimo. Como contraparte el empleo de dicha solución puede aportar vulgaridad a aquello que se quiere decir, desvirtuando el mensaje y dejándolo en un segundo plano.
Algunos consideran que el uso de este tipo de palabras acerca a la realidad y establece ciertos vínculos con los ciudadanos. Al fin y al cabo las palabrotas no están desterradas del lenguaje común de la sociedad. Por otro lado, existen quienes piensan que son impropias de ciudadanos como los políticos que deberían dar ejemplo en sus intervenciones. Así pues, el debate está abierto.
Respecto al tratamiento mediático de este tipo de declaraciones, se puede decir que es muy variable en función de un medio u otro. Así observamos casos en los que una declaración aparentemente insulsa puede ser recogida por los medios por contener una de estas palabras. De igual modo se han dado ocasiones en las que este tipo de palabras han sido omitidas por el medio al publicar la noticia pertinente.
Lo que es indudable es que el uso de palabrotas en política añade cierta salsa a un debate que para muchos, en ocasiones, puede resultar tedioso y aburrido. g
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