El rol emergente del asesor político en el mundo corporativo

Javier Sánchez Glez

 @javisanchezglez

Politólogo y consultor de comunicación política. Experto en análisis y construcción de narrativas y discurso

En un mundo cada vez más interconectado y mediado por relatos, la política ya no se limita a los parlamentos, los partidos o las campañas electorales. Hoy, lo político impregna todos los ámbitos de la vida social, desde el algoritmo que selecciona qué vemos en nuestras redes sociales hasta la marca de café que elegimos por su supuesto compromiso ético. En este nuevo entorno, la frontera entre lo político y lo empresarial se ha desdibujado. Y lo ha hecho de forma irreversible.

Esto plantea una necesidad estratégica para las organizaciones: entender que ya no basta con comunicar bien, sino que se requiere algo más profundo, más e­structural y, sobre todo, más consciente del entorno. Esto es, pensar políticamente la empresa. Y en ese proceso, una figura hasta ahora poco común en el mundo corporativo se vuelve clave: la del asesor político.

En el proceso de pensar políticamente la empresa, una figura hasta ahora poco común en el mundo corporativo se vuelve clave: el asesor político

La empresa en el centro del relato público

Vivimos en un tiempo donde las marcas no solo venden productos o servicios. Transmiten valores, proyectan visiones del mundo y, muchas veces sin quererlo, toman partido. En un contexto así, las empresas que mejor navegan la complejidad no son solo las que dominan el storytelling o invierten en reputación corporativa; son aquellas que comprenden el relato político en el que están insertas y actúan con conciencia de ello.

Porque lo político ya no está ‘afuera’; está en los algoritmos que refuerzan burbujas ideológicas, está en las decisiones de consumo que premian —o castigan— a las marcas por sus posicionamientos, está en las causas que abrazan (o evitan) los influencers con los que se asocian. En definitiva, está en los valores que una empresa transmite —o decide no transmitir— al público.

Lo político está en los valores que una empresa transmite —o decide no transmitir— al público

No se trata de hacer campaña, ni de convertirse en un actor partidista, sino de comprender que el entorno actual exige a las empresas algo más que comunicación: les exige narrativa, contexto y posicionamiento político en sentido amplio.

¿Qué hace un asesor político en una empresa?

En este nuevo paradigma, el asesor político no reemplaza al director de comunicación, ni se superpone al equipo de public affairs. Su valor reside en otro nivel: el de la lectura estratégica del entorno político, cultural y social, así como en su traducción en claves comprensibles y útiles para la toma de decisiones empresariales.

Su rol puede resumirse en tres grandes funciones:

Construcción de narrativas: no basta con decir ‘lo correcto’. Las marcas deben conectar con lo que está en juego en el plano cultural y social. El asesor político ayuda a traducir valores en relatos que resuenen en un ecosistema simbólico saturado y disputado.

Anticipación de movimientos: desde cambios regulatorios hasta tendencias sociales, el asesor político permite anticiparse a escenarios que pueden afectar directamente el negocio. La reacción tardía ya no es opción en tiempos de viralización y escrutinio público constante.

Posicionamiento estratégico: más allá del propósito o los valores declarativos, lo que importa es cómo se traducen en posicionamientos sólidos, coherentes y sostenibles. El asesor político no solo identifica riesgos, sino también oportunidades de liderazgo cultural.

Un rol sin camiseta

Un buen asesor político en una empresa no es quien toma partido, sino quien entiende los partidos. Conoce las dinámicas institucionales, pero también las culturales. Detecta clivajes, disputas, sensibilidades y, sobre todo, entiende que el poder hoy ya no está solo en los gobiernos, sino también en los públicos organizados, las redes, las agendas de medios y las coaliciones simbólicas.

Un buen asesor político en una empresa no es quien toma partido, sino quien entiende los partidos

Por eso, su mirada es integradora. No se limita a una lógica electoral, ni responde a intereses partidistas. Su función es más amplia: ayudar a que la empresa tome decisiones más informadas, más estratégicas y más conscientes del entorno en el que opera.

En un mundo donde la reputación se construye —y se destruye— a velocidad de tuit, donde las audiencias no solo exigen coherencia sino también compromiso y donde cada acción puede ser leída políticamente, pensar políticamente la empresa ya no es un lujo: es una necesidad de supervivencia.

Pensar políticamente la empresa ya no es un lujo: es una necesidad de supervivencia

El viejo paradigma separaba lo político de lo empresarial. Hoy, esa separación es insostenible. No porque todo deba politizarse, sino porque todo ya está atravesado por lo político: género, sostenibilidad, diversidad, derechos, justicia social, economía del dato, inteligencia artificial, privacidad, etc. Cada uno de estos temas es también un campo de disputa política. Y las marcas, al pronunciarse o guardar silencio, están tomando posición.

En este sentido, el asesor político ofrece una brújula. Ayuda a entender desde dónde se comunica y qué implicaciones tiene cada narrativa. Aporta contexto, sentido y perspectiva a la acción empresarial. Y, sobre todo, contribuye a que la empresa no solo reaccione a lo que sucede en su entorno, sino que lo interprete, lo habite y, en ocasiones, lo lidere.

La gran pregunta, entonces, no es si una empresa debe ‘meterse en política’. La verdadera pregunta es: ¿está tu empresa pensando políticamente su lugar en la sociedad? Porque, si no lo hace, el mercado ya lo está haciendo por ella. Y puede que no le guste el resultado.

¿Está tu empresa pensando políticamente su lugar en la sociedad? Si no lo hace, el mercado ya lo está haciendo por ella

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