Por Eduardo G. Vega @eduardoglezvega Profesor UCJC, Consultor CIGMAP, Director de La Revista de ACOP
Marzo de 1993, estadio Santiago Bernabéu. Cuartos de final de la Recopa de Europa: Real Madrid – París Saint Germain (PSG). Los blancos no estaban en uno de sus mejores momentos, y los galos se estaban convirtiendo en un equipo poderoso dentro del continente. Un gran partido en el que pude ver personalmente a un jugador excepcional: George Weah. Recuerdo bien ese día, especialmente la potencia y la determinación de un delantero que años después, a finales de 2017, se convertiría en el presidente electo de Liberia.
El PSG del portugués Artur Jorge era un gran conjunto, un equipo bien armado en el que brillaban David Ginola, Valdo, Bernard Lama y el único Balón de Oro africano de la historia. Jugaron mejor que el Real Madrid, y Weah marcó el 0-1 con el que finalizaría el partido, gol a la postre decisivo para clasificar a los parisinos tras el empate en el encuentro de vuelta (1-1). El 9 marcó la diferencia. Después siguió su exitosa carrera en el AC Milán, donde llegó a lo más alto. Fue un gran delantero, potente y habilidoso, un killer, el mejor jugador africano de la historia. Al abandonar el fútbol destacó por el apoyo a su país, realizando labores humanitarias, invirtiendo en el fútbol base y participando en política. Hoy tiene otro gran desafío, dirigir a Liberia hacia la prosperidad.
El caso de Weah hace que en clave de comunicación política pensemos en arquetipos, storytelling y gestión de expectativas. El nuevo mandatario liberiano es un héroe nacional (arquetipo), vive la historia del chico humilde que ha llegado a lo más alto del fútbol mundial (relato), y se espera que sea tan buen presidente como futbolista (expectativas). El goleador debería tener en cuenta todo esto en la gestión y la comunicación de su gobierno, con un mensaje basado en la esperanza de un futuro mejor, ya que ha prometido luchar contra la corrupción, reformar la economía, combatir el analfabetismo y mejorar las condiciones de vida. Pero Liberia no es un lugar fácil de dirigir. Tiene 4,5 millones de habitantes, y ha venido ocupando portadas por su guerra civil (1989-1996 y 1999-2003, con más 150.000 víctimas e incontables desplazados y refugiados, además de haber generado 40.000 niños soldado) y por ser el país más afectado por el ébola cuando la enfermedad asoló África occidental entre 2013 y 2015 (11.000 muertos en tres países, 4.800 en Liberia). Pero hoy no todo es negativo, protagoniza noticias positivas como abanderar la lucha en favor de registrar la propiedad de la tierra en la región (más del 90% de los terrenos rurales en África está indocumentado), algo que supondría todo un logro. Y está viviendo su primera transición democrática de poder en 73 años.
George Weah accede a la presidencia tras superar en segunda vuelta al vicepresidente Joseph Boakai, quien curiosamente no ha contado con el apoyo de la expresidenta Ellen Johnson-Sirleaf (primera mujer en acceder a la jefatura de Estado de una nación africana). Bajo su mandato el país ha crecido, aumentando el PIB en un 248 % y la esperanza de vida de 56 a 62 años, recuperando exportaciones (hierro, café, cacao, oro y diamantes principalmente) y cancelando 4.000 millones de dólares de deuda externa. Aún así, sus críticos afirman que no ha luchado suficientemente contra la pobreza y que su administración está manchada por la corrupción, por lo que la opción de cambio ha sido elegir al exfutbolista. Pero la presidencia del Balón de Oro no aporta solo optimismo y esperanza, sino también cierta inquietud, ya que supone el regreso a la política liberiana del apellido Taylor. Charles Taylor cumple 50 años de condena por crímenes de guerra, y su exesposa, Jewel Howard Taylor, es la apuesta de Weah para la vicepresidencia.
Con este panorama la tarea de guiar a Liberia hacia la prosperidad es difícil para cualquiera, pero su actual presidente puede ser el encargado de hacerlo, tiene actitud y aptitudes. Ya ha logrado hitos imposibles, como mantener viva la selección nacional liberiana en plena guerra civil; también tiene la experiencia de haber sufrido fracasos, como la derrota en dos comicios electorales antes de ganar la presidencia (2005 y 2011); y uno de sus grandes valores es que mantiene vivo el relato, herramienta decisiva para pasar a la historia de su país una vez más.
Espero, sinceramente, que George Weah sea como presidente igual que aquel delantero que vi jugar en el Santiago Bernabéu en 1993, alguien diferente de los demás, todo potencia y determinación, la imagen de quien luchaba desafiando a la pobreza a base de goles y acabó venciéndola, el relato de aquel que luchó por la competitividad internacional de la selección de su país en plena guerra civil. Juega presidente, juega como sabes. Queremos verte marcar.
Deja un comentario