Por Begoña Gozalbes,@bego_zalbes, Experta en coaching político y asesora política
La verdad es relativa. En política lo que dices al electorado es la verdad y el que tiene más dinero es el que manda, de este modo da comienzo el desnudo emocional de un desechable, Jane Bodine, protagonista en “Our Brand Is Crisis” (2015, estrenada en España como Expertos en crisis) de David Gordon Green e interpretada por Sandra Bullock.
Así es el arte cinematográfico, un cúmulo de interpretaciones de realidades. Hechos y acciones descifradas bajo el prisma de directores, guionistas, realizadores y actores que se transforman en directores de campaña, asesores de gabinetes, responsables de comunicación, estrategas, analistas, guionistas partidistas y actores principales, políticos.
La realidad en política “casi” siempre supera a la ficción. Pocas veces en el cine y en la vida pública se expresan, manifiestan y justifican, los miedos, tristezas, rabias, frustraciones y esperanzas de los políticos, y solo en casos muy concretos, se escenifica y expone la alegría. Se cree, erróneamente, que para ser político uno debe ser de otra pasta, desarrollar otros valores, habilidades y competencias que hagan el camino más transitable. Es cierto que uno requiere templanza, confianza y firmeza, así como conocimiento y enfoque. Sin embargo, todo lo que un político desee proyectar y realizar en política, irá inevitablemente unido a su parte más íntima y personal, y todo ello, estará asentado en sus emociones básicas, siendo imprescindible saber y/o aprender a gestionarlas.
En política no se puede trabajar con un político en el que no se cree. Cuando se pretende crear un candidato y éste termina siendo incoherente, inevitablemente su discurso y su lenguaje restan esperanza en la mente del votante, desvaneciendo todo esfuerzo en un efecto dominó.
Es lo que le sucede al candidato a la presidencia de Bolivia Pedro Castillo (Joaquim de Almeida) en “Expertos en crisis” donde su fuerte e implacable personalidad, unido a un equipo de confianza inexperto en estrategia y campañas, le hacen estar muy bajo en los sondeos y sin posibilidades de ganar.
Todos y cada uno de los personajes de la película, como en la vida misma, se enfrentan a sus emociones más básicas: el miedo, la alegría, la tristeza y la rabia. El candidato (Castillo), la estratega de campaña (Jane Bodine), el militante fiel (Ediee Camacho) el conductor del autobús, el director de campaña de la oposición (Pat Candy) e incluso la ciudadanía, todos necesitan saber identificarlas, cuál es su función, cuándo y cómo emergen y qué canal de expresión utilizan dichas emociones.
El miedo es el encargado de la supervivencia. Como dicen los expertos es la emoción “de repliegue”. Decide dónde está el límite entre lo seguro y el peligro, lo real o imaginario. Es instintivo y detrás de él llegan otras emociones como la angustia, la preocupación, la ansiedad, el temor, el pánico, la perturbación del ánimo o el pavor. Quien haya trabajado dentro del contexto político las habrá experimentado en algún momento. Todas ellas emergen habitualmente en la vida política de forma individual o grupal. A nivel personal sus síntomas son las palpitaciones, taquicardias, sudoración, boca seca o temblores, siendo el cuerpo quien se pone al servicio de la emoción y genera actitudes paralizantes que provocan confusión o huida. En los equipos y partidos se escenifica a través del ataque en búsqueda de responsables y no de soluciones, donde la motivación desaparece y se crea el escenario menos rentable, es decir, un equipo lleno de temores, compaginando silencios y ofensas. Es por ello, que Pedro Castillo decide contratar a un equipo de asesores norteamericanos, para ganar las elecciones contra todo pronóstico, y sin él saberlo, convertir a Jane Bodine en una asesora reutilizable, al canalizar su crisis personal en beneficio de la campaña, superando su mayor miedo y ganando a su mayor enemigo, ella misma.
Decía Jardiel Poncela (1901-1952), «el que no se atreve a ser inteligente, se hace político» y esta creencia limitante permanece, aún hoy, en el inconsciente de la ciudadanía. Sin embargo, a lo largo de la historia, hemos sido meros espectadores viendo que nadie permanece en el tiempo, cuando detrás no hay nada, ni si quiera en la política, y que cualquier atisbo de ilusión o sueño, por pequeño que sea, da paso a la posibilidad de ser, de estar y de creer. Crea una esperanza al pueblo y cambiarás el rumbo de la historia.
Hay que ser un idealista para entrar en política y permanecer en ella. Así se vislumbra en la esencia de los personajes de “Southside Wiht You” (2016, estrenada en España como Michelle y Obama) dirigida por Richard Tanne, donde los cimientos de quien ha sido el presidente de EE. UU., dejan entrever que la inteligencia unida al querer, poder y saber, dan paso a que las cosas sean posibles.
En el transcurso de un solo día, la primera cita entre Michelle y Obama, puede descubrirse la principal emoción básica que nos permite crear vínculos con los demás, la alegría. Conocida como “la emoción de apertura” es la que anima, proporciona buen humor, optimismo y energía incitando a repetir comportamientos que anteriormente han sido gratificados. Está conectada con la ilusión, el gozo, la satisfacción personal, el éxtasis, el regocijo o la esperanza. Se manifiesta a través de la ternura, el erotismo o la sensualidad. Cuando más alegre está el ser humano mayor es su creatividad, y por ello, la euforia que conlleva, hace que físicamente no podamos estar quietos, y se manifieste explícitamente a través de la palabra o expresión corporal y/o con micro gestos, sonrisa, dilatación de pupilas, etc. No importa lo que ocurre alrededor, ante la alegría no importa la opinión de los demás.
Cuando en “Southside With You” Michelle y Obama salen del cine y se encuentran con el director del bufete para el que trabajan y junto a su mujer les expresa una lectura totalmente diferente a la que ellos tienen de la película, la capacidad de reacción de ambos es totalmente diferente. La cultura influye en la forma en que se interpretan las situaciones y las experiencias personales aportan la capacidad de gestionar dichas situaciones. Mientras Michelle lo vive con más tensión, ante los prejuicios de que les vean juntos, Obama pone el foco en todo momento en el instante que está viviendo con ella, su primera cita, y sustituye de forma habilidosa, la interpretación del jefe. La buena gestión de la emoción de la alegría aporta serenidad y plenitud, además de generar la confianza necesaria para saber trasladar el mensaje adecuado en situaciones difíciles. ¿Puede imaginarse un político triste? ¿Qué le transmitiría? ¿Cómo cree que resolvería los problemas? ¿Qué capacidad de alternativas y opciones plantearía? Así es, la alegría no es banal para los objetivos personales y profesionales de la vida pública y personal.
En política hay que hacer tanto o tan poco como se pueda. Unir la admiración con la esperanza se torna imprescindible para obtener un binomio de éxito. Es la emoción de la alegría la que debe estar presente en el día a día de los políticos y en sus decisiones políticas. No solo en momentos puntuales, donde no es raro ver salir de su área de confort a candidatos y políticos expresando su euforia tras la consecución de sus objetivos o la conquista de las urnas. Situaciones inusuales que van alineadas con el momento. Mariano Rajoy no dudó en botar varias veces en Génova al ganar las elecciones generales el 26 junio de 2016 y Miquel Iceta candidato socialista que en el arranque de la campaña electoral de Cataluña 2015 se vino arriba, expresando de forma natural y espontánea su alegría, al ritmo de Freddy Mercury. El primero no proyectó naturalidad, aunque esté contento y el segundo no siente vergüenza por ser autentico, valor en alza en el contexto político.
El poder nunca sale bien parado, aunque todo el mundo lo desea. Provoca que se hagan cosas para las que nadie está preparado, ni previsto. Salir herido es inevitable si se quiere jugar a la política, y conlleva asumir la emoción básica más reflexiva de todas, la tristeza.
Su función fundamental es la de ayudar a superar perdidas, desilusiones o fracasos, permitiendo poner distancia ante dichas tesituras. Tres situaciones frecuentes en la política que de forma inconsciente ayudan a empatizar con otros, creando redes de apoyo y consuelo. Es la emoción que fortalece la gestión del cambio, ya que, a lo largo de la vida personal y política, a medida que se va creciendo, se van sucediendo de manera progresiva diferentes perdidas y todas ellas generan la oportunidad de aprendizaje.
“Detrás de cada político hay un hombre y una historia” así es la descripción del documental “Mitt” (2014) dirigido por Greg Whitteley y protagonizado por el propio Mitt Romney. En ella se detalla cómo cada uno de los esfuerzos de él mismo y de toda su familia, se ven minados por el desconocimiento de su candidatura y la proyección de quien no es, un veleta. La tristeza es una emoción que nunca está de moda. Vivimos en un momento social donde prevalece la felicidad y el estado emocional “happy” constante. Sentir pena, compasión, dolor en el alma, aflicción, desconsuelo, desesperanza o lástima no está bien visto, aunque no debemos olvidarnos de que nos permite gestionar el cambio de forma eficiente.
La familia Romney vive en primera persona el fracaso y como consecuencia la tristeza. Son conscientes que la humanidad es cruel con el que pierde y que pocos son los que entienden que cometer errores es humano. El propio candidato en la primera contienda electoral ya en la recta final de su campaña expresa “quien va a venir, si ni siquiera yo quiero ir” es precisamente en este momento donde cree que ha defraudado a la familia y eso le mata. Su mujer, Ann Davis, cuando le preguntan si quiere volver dentro de cuatro años, responde “no, es demasiado” llena de amargura, dolor y tristeza.
Mitt Romney finaliza su documental con la misma pregunta con el que lo inicia “¿Qué se dice en un discurso de derrota?”. Para reflexionar, pues es ahí donde emerge la esencia de todo.
La verdadera política no rehúye del conflicto y la discrepancia pues aquel que no tiene el valor de asumir el riesgo no tiene posibilidades de conseguir nada. Por ello, aprender a gestionar de forma eficiente la cuarta emoción básica, la rabia es clave, pues si está bien gestionada nos mueve hacia la acción. Se denominada una emoción expansiva, pues trata de sacar afuera lo que molesta, lo que se cree justo o lo que hace daño. La rabia implica una sobrecarga de energía que tiende a acumularse y su función es ayudar a adaptar y proteger lo que es nuestro. Se manifiesta a través de impulsos y no debe considerarse negativa, pues ayuda a cumplir lo que se quiere, si no se lleva su expresión al extremo. Va unida a emociones como el resentimiento, la furia, el fastidio, la indignación, el odio o la cólera y surge cuando nos sentimos víctimas de una situación que consideramos injusta.
El protagonista de la serie “Designated Survivor” (empezada a emitir en 2016 y traducida en España como Sucesor designado), Kiefer Sutherland que interpreta a un hombre sorprendido por el hecho de ser nombrado presidente de los EE. UU. lo vive en primera persona a lo largo de sus primeros cien días de mandato. Bajo la piel de Tom Kirkman debe luchar para ser respetado por todas las jerarquías de mando, al ser el miembro de menor importancia dentro del ejecutivo estadounidense, y tras el fallecimiento en un devastador atentado en el capitolio del anterior presidente.
Marcar el paso en política requiere valentía. La desconfianza, la traición y la incertidumbre están presentes en el contexto político y hacer lo correcto, no siempre nos hará sentir lo mejor. Defender valores y creencias reconociendo las emociones, no solo en el contexto de la comunicación política, sino en la esencia de las personas que integran, ejercen e implementan la política será clave para avanzar y hacer un cambio de paradigma a favor de las personas que la profesan.
«No olvidemos que las pequeñas emociones son los grandes capitanes de nuestras vidas y las obedecemos sin darnos cuenta». Vincent Van Gogh
Deja un comentario