Por Jordi Prió, @Jordi_Prio Asesor de comunicación
Es innegable que el panorama político está en un momento de transformación continuo, y que ya no podemos entender la política sin las nuevas formas de vida que nos rodean.
Uno de los aspectos que mejor puede definir las tendencias de la acción política, tiene que ver con la participación política, algo ya tratado ampliamente en el mundo académico, y puesto en práctica desde el ayuntamiento más pequeño hasta la campaña electoral con más repercusión mundial.
Elementos como presupuestos participativos o activación de redes, ya son conocidos por todos. Y no solamente son elementos conocidos, sino que tanto instituciones públicas como partidos políticos y otras organizaciones van tomando conciencia de la importancia de la participación en la política actual.
Sin embargo, en un momento tan crucial en lo que a participación política se refiere, los partidos políticos ven como su reputación y su imagen caen en picado.
Resulta alarmante esta reputación de los partidos, que se demuestra no solamente con datos del CIS, sino también con la menor fidelidad actual en el voto o con los bajos registros de militancia.
Las formaciones políticas han ido desangrándose externa e internamente, hasta llegar a la fragilidad en la que viven hoy en día. Una de las causas más relevantes ha sido la desconexión y la creciente lejanía que ha venido dándose durante las últimas décadas entre las cúpulas y las bases. En este contexto, los partidos necesitan ser capaces de reconectar con los más cercanos.
El principal público de las organizaciones políticas, ahora más que nunca, debe ser el interno. Y no nos referimos al militante clásico, sino a sus afines en mayor o menor grado. En este sentido, cabe apuntar que las formas de militancia y de involucración en un partido también están dando giros en cuánto a su forma. Y no se puede olvidar a ninguno de ellos: desde el militante más veterano hasta el joven que ha hecho su pequeña aportación para financiar una campaña puntual.
Y aquí la participación pasa a ser una herramienta clave de presente y de futuro para los partidos políticos. Los ciudadanos cada vez nos involucramos más en aquellas organizaciones en las que tenemos voz y somos actores activos, y las formaciones políticas no son ni serán la excepción.
No obstante, para participar en cualquier iniciativa, tenemos que sentir cierto orgullo que nos empuje a hacerlo. Y para ello los partidos deben trabajar internamente.
Es momento para centrar nuestros esfuerzos en la reputación interna, para crear un orgullo de partido basado en el diálogo, la participación, y la escucha activa. Es una de las formas para garantizar la vida de cualquier organización política a medio y largo plazo.
Cada formación, teniendo en cuenta sus circunstancias concretas, deberá buscar formas de mejora en su reputación interna, pero la necesidad de mejorarla es transversal a todas las formaciones, para poder tener dinámicas más participativas y más acordes a los crecientes valores que encontramos en la ciudadanía. De no ser así y seguir concentrados en el cortoplacismo, al levantar la cabeza puede ser que no haya nadie a su alrededor.
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