Silvia Díaz Fernández, @ilheenk
Investigadora Postdoctoral en el Departamento de Ciencia Política y Administración, Facultad de Ciencias Políticas y Sociología, Universidad Complutense de Madrid
Los debates acerca de la crisis de la masculinidad están presentes en el día a día mediático. Pero ¿qué es exactamente? La crisis de la masculinidad se relaciona con el cambio socio-cultural que ha redefinido el rol de los hombres en las sociedades contemporáneas.
Tradicionalmente era el trabajo y la figura de pater familias, es decir, cabeza de familia y proveedor lo que dotaba a los hombres de su estatus masculino y moldeaba su masculinidad de acuerdo con las normas de género. Esto ha dejado de ser así desde hace décadas. Debido a una transformación en las relaciones de género y las estructuras de poder basadas en la dominación masculina promovida por el movimiento feminista y su institucionalización, las mujeres han conseguido irrumpir en el mercado de trabajo, ganando una independencia económica y un estatus profesional que las ha desligado de su rol tradicional femenino. Asimismo, el modelo de desarrollo neoliberal caracterizado por la precarización, la temporalidad y, consiguientemente, la inestabilidad laboral, también inciden en la pérdida de la autoridad social masculina.
La desestabilización del binarismo de género y con ello, la división del trabajo ha desdibujado los límites de lo que significa ser hombre y mujer, dejando atrás estereotipos, y también hombres perdidos, en crisis. O como diría Ranea (2021), resquebrajados.
En este contexto líquido (Bauman 2000) de identidades y roles, los hombres parecen no tener acceso a su lugar privilegiado de poder, el cual se piensa que ha sido invadido por mujeres y minorías. En su trabajo sobre masculinidades, Kimmel (2010) explica que en años recientes las actitudes de los hombres han cambiado y ya no muestran la caballerosidad típica de antaño, sino una ‘resistencia defensiva’, particularmente contra aquellos colectivos que han usurpado su lugar. En este sentido, el desmantelamiento de lo que una vez fue una sociedad de hombres los ha despojado de sus espacios exclusivamente masculinos y los ha dejado muy cabreados. ¿Cabreados con quién? Principalmente, con las mujeres y el feminismo.
Es esta rabia masculina la que encontramos en la denominada manosfera. La palabra ‘manosfera’ viene de la palabra inglesa manosphere, una contracción de man (hombre) y sphere (esfera). Así, cuando hablamos de manosfera nos referimos a un conglomerado de comunidades de Internet y espacios digitales como puede ser foros online, grupos de Facebook, cuentas de Twitter habitados por hombres y subculturas masculinistas que propagan ideas misóginas y antifeministas (Ging y Siapera 2018; Díaz Fernández y Mingo 2022). La manosfera es pues un espacio virtual heterogéneo donde se legitima el encabritamiento masculino contra el feminismo, el cual se ve como el enemigo de los hombres de occidente.
Pero, ¿quién forma la manosfera y cuál es su objetivo? Las subculturas con mayor visibilidad mediática son: los Incels, del inglés: InvoluntaryCelibates, en español: Celibato Involuntario, los MGTOW, del inglés: MenWhoGoTheirOwnWay, en español: Hombres Que Siguen Su Propio Camino, los Activistas por los Derechos de los Hombres, en inglés: Men’sRightsActivists y PUAs, en inglés: Pick Up Artists, en español: Artistas del Ligue o Gurús de la Seducción. A pesar de esta diversidad de comunidades manosféricas y la pluralidad de posicionamientos ideológicos en ella, hay un denominador común que atraviesa todos los grupos que la conforman: su exacerbado antifeminismo.
En los círculos manosféricos, el feminismo se entiende como una institución totalizadora, autoritaria y dictatorial, que persigue a los hombres por el mero hecho de serlo, a la vez que beneficia a las mujeres de la misma forma. Consecuentemente, desde la manosfera se lleva a cabo el cometido de deslegitimar y desprestigiar el feminismo a golpe de click mediante la producción de un conocimiento de género que ‘desmiente’ de manera objetiva y científica el feminismo. Desde compartir experiencias personales victimizadoras a manos del feminismo a publicar noticias sobre mujeres que asesinan a sus maridos e hijos (para contrarrestar la gran mediatización de violencia masculina, vista como una artimaña feminista), la manosfera tiene una gran capacidad de producción y difusión de su conocimiento de género antifeminista. Ideas como el síndrome de alienación parental, acuñado por comunidades de Activistas de los Derechos de los Hombres para combatir sentencias de maltrato hacia mujeres por parte de sus maridos, y que la violencia de género es un invento ideológico, compartido de manera transversal por las diferentes subculturas, han llegado a permear en la sociedad, como ha demostrado el último barómetro de Juventud y Género realizado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la FAD en 2021. En él se muestra que uno de cada cinco jóvenes varones entrevistados considera que la violencia de género es un ‘invento ideológico’ y no existe.
Los discursos antifeministas de la manosfera están también haciéndose eco en esferas políticas, particularmente en el partido ultraderechista VOX, quien orgullosamente lidera la batalla contra la ‘ideología de género’. Por consiguiente, la manosfera se sitúa al frente de las guerras culturales actuales que tienen como principal protagonista antagónico, el feminismo.
Además de la guerra cultural antifeminista, pero íntimamente ligado a ella, en la manosfera también se está llevando a cabo una reconfiguración de una identidad masculina basada en comportamientos violentos online, como la difusión de memes misóginos, el trolleo a figuras públicas feministas y el insulto constante a mujeres que osan habitar los espacios virtuales. Por ejemplo, en Forocoches se frecuenta el uso de TDS_PTS (Todas Putas) para referirse a mujeres en general, o el término mangina (hombre con vagina) para describir a hombres feministas. También es habitual que la masculinidad se reconfigure mediante la banalización de la violencia contra las mujeres, especialmente la violencia sexual. Por ejemplo, en comunidades de Gurús de la Seducción, se da una normalización del acoso sexual con el fin de seducir donde las mujeres se reducen a meros objetos sexuales que dotan de masculinidad a los hombres al ser forzosamente ‘seducidas’. Muchas de las prácticas empleadas en el ligue son altamente predatorias y en algunos casos se llega a hacer apología de la violación. Por ejemplo, en algunos manuales de seducción se recomienda proporcionar grandes cantidades de alcohol a las chicas que se quieren ‘ganar’ para facilitar un posible encuentro sexual.
Las masculinidades de la manosfera parecen estar enraizadas en un sentimiento no sólo de rabia masculina, sino también de venganza que encuentra su legitimidad en el victimismo. La victimización de los hombres se sustenta en dos ejes ideológicos íntimamente relacionados que atraviesan los discursos masculinistas de la manosfera: 1) la rupture del contrato sexual; 2) el concepto de hipergamia femenina y; 3) la jerarquía socio sexual. El contrato sexual patriarcal consistía en el reparto de los roles de género tradicionales y en el matrimonio precoz y duradero a través del cual los hombres adquirían derechos sexuales sobre ellas.
La hipergamia femenina se refiere a la convicción de que la sociedad actual está basada en un sistema social en el que las mujeres solamente buscan pareja sexual de alguien con un mayor estatus social que ellas, lo que da lugar a la jerarquía socio-sexual, un sistema que estratifica a los hombres en categorías arquetípicas basados en su atractivo sexual y estatus, donde sólo aquellos con buena posición salen ganando, es decir, se llevan a las mujeres. La yuxtaposición de estos ejes se llega a la conclusión de que la Sociedad Española es de corte ginocentrista, puesto que beneficia a las mujeres mientras que oprime a los hombres y les limita su acceso al sexo, visto como un derecho inherente masculino (García Mingo, Díaz Fernández y Tomás Forte, 2022).
Por ende, la creencia del feminismo como maquinaria tiránica conlleva a la convicción de que los hombres son las víctimas reales de las sociedades modernas puesto que sufren la persecución y discriminación feminista que les tilda de ‘violadores’ y ‘maltratadores’. El victimismo masculino que se construye en la manosfera sirve para justificar la venganza y la misoginia promovida. No es sorprendente encontrarse con posts en espacios manosféricos excusando los malos tratos (cuando no alentándolos) si las mujeres no se comportan como ellos consideran aceptable.
En vista de esto, cabe preguntarse, ¿qué es lo que está en crisis exactamente? ¿Es la masculinidad? ¿Los hombres? ¿O los privilegios masculinos que han empezado a cuestionarse gracias al avance de los movimientos sociales como el feminista, el LGBTQIA+ o el anti-racista? Lo cierto es que sí que hay una crisis, una de carácter misógino y antifeminista. Resulta imperativo prestar atención a la manosfera debido a la gran polinización que está teniendo en la esfera pública, estableciendo links con partidos políticos e influencia en marcos de interpretación jurídico-legal. Esto puede tener graves consecuencias para la sociedad, puesto que el antifeminismo y el reconfiguración misógina de las masculinidades no sólo está desmantelando el conocimiento crítico feminista, sino está iniciando un proceso de desdemocratización más amplio (Dietze y Roth 2020).
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