Sandra Bravo @sandra_BI Asesora de comunicación
Para este número de La Revista de ACOP me piden un breve sobre mujeres y política. No es la primera vez que abordo el tema, así que intento buscar un enfoque original y sobre el que no haya hablado antes… Pienso y lo primero que me viene a la mente es: ¿por qué nadie jamás me ha pedido un artículo sobre “hombres y política” y, en cambio, cuando se trata de nosotras, se suele utilizar el concepto así, en abstracto?
A continuación, hago lo que cualquier persona hace hoy en día cuando quiere documentarse sobre un tema: ver qué dice el señor don Google. Y, ¡tachán!, lo que me temía: no dejamos de ser una cifra o un tópico. Se habla de nosotras en porcentajes, en comparación con (los hombres). Somos víctimas, cuotas o clichés. Los hombres están en política; las mujeres pasan por ella. Las mujeres cobran menos, pero engordan más las listas del paro. Y, salvo contadas excepciones, seguimos siendo anécdotas en los puestos de responsabilidad.
Sí, quizá no estoy siendo muy original con mi enfoque, pero es que precisamente quería hablar de eso: nos hemos convertido en un tema de conversación políticamente correcto. Cada 8 de marzo se debe hablar de lo injusto que continúa siendo el mundo con nosotras, así como recordar todas las estadísticas que avalan esta postura.
Siempre existen ejemplos de superwoman que han llegado donde nuestros homólogos, por méritos propios y dejando el pabellón muy alto. Son esas excepciones que confirman la regla. En la otra cara de la moneda se habla de las mujeres-víctima: de maltratos, de una sociedad con una educación machista, de una moral que nos niega la igualdad frente a los hombres… ¿Y en medio? ¿Qué queda? Porque el debate público olvida generalmente a las mujeres que van abriendo camino, pero que no han llegado aún a la meta (y tampoco han perecido en el intento).
Me gustaría que algún día se apostara por una reforma educativa real, no de esas que se realizan a cada cambio de silla en el Ministerio. Una reforma amplia en la que se tuviera en cuenta la voz de muchas personas y colectivos, no sólo de un partido en el poder. Una reforma que aportara a nuestras aulas una igualdad real, rompiendo clichés, tabúes, abordando emociones… Donde se nos enseñara que, aunque diferentes, hombres y mujeres tenemos los mismos derechos y que la realización de una mujer va mucho más allá de su maternidad (otro gran tema de debate).
No somos una cifra. No somos un cliché. No somos víctimas ni somos heroínas. Somos mujeres. Tenemos las mismas capacidades que los hombres, con matices diferentes que hace que nos complementemos y enriquezcamos mutuamente. Así que vayamos al meollo del asunto (la educación) mientras realizamos otros cambios en el tejado (listas cremallera, cuotas, ayudas…) No nos conformemos con una compensación por un trato injusto. Hagamos que entre todos la política y la sociedad sea cosa de personas.
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