Por Alberta Pérez, @alberta_pv
En el año 1840 se celebró en Londres “The World Anti-Slavery Convention”, un lugar que congregaría grupos abolicionistas americanos y europeos para discutir acerca del problema de la esclavitud y potenciar así el impacto internacional del movimiento. Un cruce de caminos en la vida de dos mujeres hizo que en la actualidad, se recuerde esta convención como una pieza clave de la historia del feminismo, pues fue donde se conocieron Elizabeth Cadi Stanton y Lucrettia Mott, que formaron parte de los inicios del movimiento por los derechos de las mujeres americanas. Lucrettia Mott nació, seguramente con frío, el 3 de enero de 1793 en Nantucket, Massachusetts. En el seno de una familia cuáquera, muy pronto comenzó a darse cuenta de que el hecho de ser mujer la desfavorecía en muchas situaciones. No le salían las cuentas cuando empezó a dar clases en un internado como alumni, y se dio cuenta de que a la hora de ser remuneradas, por gestionar la misma carga de trabajo las mujeres estaban cobrando menos que los hombres. Unos 200 años después, Global Gap Gender Report publicaba un informe en 2022 afirmando que la brecha salarial de género global asciende al 68.1% y preveía que harían falta unos 130 años para alcanzar la paridad. Lo que parece indicar que Lucrettia se estaba dando de bruces con un problema que no nos viene de lejos, sino que va para largo.
Con 47 años, Lucrettia Mott conocería a Elizabeth Cady Stanton, una chica de bien, lista y muy educada, hasta donde se le permitió, pues en aquella época las mujeres tenían vetado el acceso a las universidades. Aunque había cierta diferencia de edad entre ellas pronto entablaron buena relación. Mott, que tenía una carrera formada y era públicamente reconocida como abolicionista, se convertiría en los inicios en el referente de Cady y juntas desarrollarían la primera convención por los derechos de las mujeres en Seneca Falls, Nueva York. Recordemos que el Día Internacional de la mujer no empezaría a conmemorarse el 8 de marzo por la ONU hasta 1975, lo que significa que, desde que Mott y Cady firmaron la Declaración de los Sentimientos en 1848, pasarían 50 años hasta que a comienzos del s.XX América y Europa se movilizasen lo suficiente para que se instaurase una conmemoración, apoyando las protestas que exigían del derecho de las mujeres al voto, a la formación profesional o el derecho a ocupar cargos públicos.
Alejamos el plano, ¿y qué vemos? Un problema de raíces muy profundas que nos perjudica casi sin que nos demos cuenta, y que además necesita tiempo para ser corregido, lo que implica que, dada su corta trayectoria histórica, la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres es todavía un tema sobre el que nos queda mucho por hacer. Todo indica que quedan muchas capas por sacarle a nuestra sociedad y maneras de mejorarla. Por lo que no caigamos en el “ni feminismi ni machismi”, tampoco en la politización de las causas. A veces se nos olvida que el hecho de que un movimiento social necesite de la política para llevar a cabo sus causas, no significa que pueda pertenecer a un único partido político y convertirse en un vagón al que te subes o no.
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