Carmen Torres
Profesora de Desinformación en Campañas electorales y Fake News en el Máster en Comunicación Política y Gestión de Crisis y Emergencias de @nebrija
La desinformación ha dejado de ser un fenómeno marginal para convertirse en un desafío estructural que amenaza directamente la estabilidad democrática y la seguridad de la ciudadanía. En la era digital, donde las fronteras entre la verdad y la mentira se han difuminado, la manipulación informativa se ha vuelto una herramienta poderosa que no solo influye en la percepción pública, sino que también socava la legitimidad de las instituciones y fomenta la violencia. Con eventos recientes como las últimas elecciones presidenciales de Estados Unidos y la DANA que ha afectado a la provincia de Valencia este mes de noviembre, la lucha contra la desinformación se sitúa nuevamente en el centro del debate político y social global.
Desde 2016, las elecciones estadounidenses han sido un terreno fértil para la propagación de fake news y teorías de la conspiración que erosionan la confianza pública en los procesos electorales. El asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021 fue el punto álgido de esta manipulación informativa, demostrando cómo las mentiras repetidas y amplificadas pueden movilizar a sectores enteros de la población en contra del orden democrático. En este contexto, la cita electoral del 5 de noviembre se ha desarrollado bajo la sombra de una polarización extrema, donde algunos de los principales actores políticos han recurrido nuevamente a la desinformación como arma estratégica. La narrativa del fraude electoral, que ya en 2020 provocó caos y violencia, sigue siendo una amenaza latente para la estabilidad institucional y la cohesión social en Estados Unidos.
El caso de la DANA en Valencia es otro claro ejemplo de cómo las crisis pueden convertirse en terreno fértil para la propagación de desinformación y narrativas tóxicas. Esta tragedia, que ha causado numerosos daños personales y materiales, ha generado una avalancha de falsedades y teorías conspirativas que han exacerbado el impacto emocional y político de la tragedia. Entre las narrativas más difundidas destacan las que promovían la desconfianza en las instituciones, acusándolas de ineficiencia o corrupción, y los videos e imágenes descontextualizados y manipulados que provocaron una gran proliferación de teorías conspirativas.
La desinformación está teniendo consecuencias muy profundas durante esta crisis. Ha amplificado el miedo y la incertidumbre entre la población, lo que contribuye a generar un estado de ánimo negativo que podría obstaculizar los esfuerzos de recuperación. Por ejemplo, puede desalentar la colaboración ciudadana y las donaciones al hacer creer que organizaciones como Cruz Roja o Cáritas desaprovechan o derrochan sus recursos.
El caso de la DANA en Valencia subraya la necesidad urgente de mejorar las estrategias de comunicación de crisis para contrarrestar la desinformación en momentos de vulnerabilidad social. Es fundamental que las administraciones públicas desarrollen sistemas más ágiles y proactivos para informar a la población y frenar la propagación de bulos, especialmente en contextos de incertidumbre, en los que la información es escasa y la sociedad reclama una actualización constante.
El caso de la DANA en Valencia subraya la necesidad urgente de mejorar las estrategias de comunicación de crisis para contrarrestar la desinformación en momentos de vulnerabilidad social
Este auge de las noticias falsas se entrelaza con una dependencia creciente de la ciudadanía hacia las plataformas digitales para consumir noticias. Según el Pew Research Center (2024), el 86% de los adultos estadounidenses obtiene noticias de dispositivos digitales, el 66% se informa a través de sitios web o aplicaciones de noticias, y el 54% utiliza redes sociales para este fin. Sin embargo, solo el 23% de los usuarios expresa preferencia por sitios web informativos y un 18% prefiere redes sociales, lo que sugiere una confianza decreciente en las fuentes tradicionales y un incremento de la exposición a contenidos no verificados. Además, los estudios indican que las diferencias de edad, nivel educativo y afiliación política influyen notablemente en cómo se consume y percibe la información, mostrando la manera en que los distintos perfiles de audiencia enfrentan la desinformación en grados desiguales.
La manipulación informativa no solo debilita la confianza en los procesos democráticos, sino que también genera desafección política. La exposición constante a noticias falsas y teorías conspirativas distorsiona la realidad hasta el punto de que muchos ciudadanos pierden la confianza en su capacidad para influir en el sistema político. Esta desafección afecta directamente la participación electoral y debilita la legitimidad de las instituciones, que se ven cuestionadas por una ciudadanía cada vez más escéptica. Así, la apatía y el escepticismo generalizado se convierten en un caldo de cultivo para la polarización y la pérdida de cohesión social, amenazando los fundamentos mismos de la democracia.
La manipulación informativa no solo debilita la confianza en los procesos democráticos, sino que también genera desafección política
En este contexto, la desinformación se ha convertido en una herramienta utilizada no solo para manipular la opinión pública, sino también para atacar directamente a instituciones clave como el poder judicial, los cuerpos legislativos y las fuerzas de seguridad. Estas campañas buscan socavar la confianza en los pilares del Estado, debilitando su capacidad para actuar como garantes de la democracia.
En respuesta a estas amenazas, algunos gobiernos han implementado políticas de resistencia institucional. La Unión Europea, por ejemplo, establece el Código de Buenas Prácticas en materia de Desinformación, que obliga a las plataformas digitales a monitorear y limitar la difusión de noticias falsas. Este enfoque de colaboración público-privada es fundamental para frenar la propagación de desinformación, especialmente en períodos electorales, cuando la manipulación informativa tiende a intensificarse. Sin embargo, el combate contra la desinformación necesita de medidas más estructurales que incluyan campañas de educación pública y la promoción de la alfabetización mediática, para dotar a los ciudadanos de herramientas que les permitan evaluar críticamente la información que consumen.
El combate contra la desinformación necesita de medidas más estructurales que incluyan campañas de educación pública y promoción de la alfabetización mediática
En el contexto nacional, España también ha respondido a la creciente preocupación por el impacto de la desinformación. En septiembre de 2024 se implementó el Plan de Acción por la Democracia, un conjunto de reformas diseñadas para fortalecer la transparencia y la seguridad institucional. El Plan introduce reformas significativas en leyes clave como el Código Penal y la llamada ‘Ley mordaza’ para atender el amparo de ciudadanos e instituciones frente a la influencia dañina de las fake news. Entre sus innovaciones más destacadas se encuentra el establecimiento de un observatorio de medios y un sistema de alertas rápidas, diseñado para detectar y contrarrestar en tiempo real las campañas desinformativas que amenazan con desestabilizar procesos electorales o socavar la confianza pública.
A su vez, la seguridad personal de figuras públicas ha cobrado mayor relevancia dentro del Plan, el cual incluye una protección reforzada contra el acoso digital. Este tipo de violencia, que a menudo acompaña a las campañas de desinformación, afecta principalmente a periodistas, activistas y políticos. La reforma del Código Penal endurece las sanciones para aquellos que promueven o participen en estas campañas de odio, ofreciendo así un mayor resguardo a quienes son blanco de ataques y evitando que el miedo y la autocensura limiten el debate público.
En algunos casos, la propagación de rumores falsos ha desencadenado episodios de violencia física. En India, un rumor difundido en WhatsApp sobre secuestradores de niños resultó en linchamientos en diversas regiones del país, subrayando cómo las fake news pueden incitar al caos y poner en riesgo vidas, especialmente en comunidades vulnerables. Este fenómeno de violencia física no solo genera temor en la ciudadanía, sino que también contribuye a consolidar una imagen de las redes sociales como espacios peligrosos para la convivencia pacífica.
Otro ejemplo destacado de esta violencia digital es el caso de la periodista brasileña Patrícia Campos Mello, que sufrió ataques y amenazas coordinadas tras investigar la desinformación en el marco de las elecciones de 2018 en Brasil y cuya experiencia plasmó en el magnífico libro A maquina do ódio. Casos como este no solo buscan silenciar a figuras críticas, sino que pretenden enviar un mensaje intimidante que disuade a otros de cuestionar el orden establecido.
La seguridad digital se ha vuelto una prioridad en un contexto donde la desinformación puede tener un impacto devastador en la vida de quienes están en el ojo público. Los ataques digitales no solo buscan destruir reputaciones; también pueden comprometer datos personales y exponer a las víctimas a riesgos físicos y emocionales. La necesidad de proteger la identidad y la seguridad digital es esencial en la lucha contra la desinformación. Esta protección no solo requiere medidas tecnológicas avanzadas, sino también una legislación sólida que responsabilice a aquellos que emplean la tecnología para difundir odio o exponer la privacidad de las personas.
La seguridad digital se ha vuelto una prioridad en un contexto donde la desinformación puede tener un impacto devastador en la vida de quienes están en el ojo público
Ante estas amenazas, la alfabetización digital emerge como una de las herramientas más efectivas para combatir la desinformación. Un estudio en España con adultos mayores de 50 años reveló que una acción formativa puede mejorar significativamente esta capacidad. Los resultados de este estudio, en el que participaron 1.029 personas, mostraron que quienes realizaron un curso de 10 días tuvieron más acierto al identificar noticias verdaderas o falsas. Este hallazgo refuerza la importancia de integrar programas de alfabetización mediática, especialmente dirigidos a adultos mayores, un grupo responsable del 80% de la difusión de noticias falsas en redes sociales como Twitter y Facebook, según investigaciones de la Universidad de Harvard.
La educación mediática no solo es esencial para construir resiliencia frente a la desinformación, sino que también permite fortalecer la cohesión social y la confianza en las instituciones democráticas. La UNESCO ha enfatizado la alfabetización mediática como una solución a largo plazo, con el fin de capacitar a los ciudadanos para consumir información críticamente y entender el papel de los algoritmos y las plataformas en la difusión de noticias falsas. De esta manera, la alfabetización digital debería ser una competencia clave en el sistema educativo, fundamental para crear una ciudadanía capaz de resistir la manipulación informativa y contribuir a la protección de la democracia.
La alfabetización digital debería ser una competencia clave en el sistema educativo, fundamental para crear una ciudadanía capaz de resistir la manipulación informativa
La desinformación es un enemigo insidioso que socava las democracias desde dentro, lo que afecta a la confianza en las instituciones y pone en riesgo la seguridad de los ciudadanos. Las respuestas institucionales son pasos significativos en la mitigación de su impacto, pero el reto de la desinformación no puede ser enfrentado únicamente por las instituciones. Esta batalla es una responsabilidad colectiva y requiere de un esfuerzo concertado entre gobiernos, plataformas digitales, instituciones educativas y ciudadanos.
En este contexto, la alfabetización mediática se presenta no solo como una solución a largo plazo, sino como una inversión esencial en la defensa de la democracia. Promover una ciudadanía crítica, informada y capacitada para evaluar la veracidad de la información es crucial para construir una sociedad más resistente a la manipulación informativa. Este compromiso debería ser una prioridad en los sistemas educativos, pues es en las generaciones más jóvenes donde reside el poder de moldear una sociedad en la que el acceso a la información veraz sea un derecho y la manipulación, una excepción. Además, las instituciones y las plataformas digitales deben asumir un papel activo en el desarrollo de iniciativas de concienciación y en la creación de espacios seguros para el diálogo público.
Las instituciones y las plataformas digitales deben asumir un papel activo en la creación de espacios seguros para el diálogo público
Por nuestra parte, los especialistas en comunicación política, como garantes en el análisis, la transmisión y la contextualización de la información, desempeñamos un papel central en esta lucha. Nuestra labor también consiste en ser mediadores de la verdad, responsables de promover una comunicación transparente, ética y veraz.
Solo a través de la colaboración y del compromiso activo podremos salvaguardar la verdad y proteger nuestras democracias de los efectos corrosivos de la desinformación. La defensa de la verdad y la promoción de una ciudadanía crítica, proactiva y bien informada son hoy, más que nunca, obligaciones ineludibles para construir un futuro más democrático.
La desinformación no debe ser vista solo como un problema de nuestro tiempo, sino como una llamada de atención que nos impulsa a fortalecer nuestros compromisos con la verdad.
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