Manuel Alonso
Consejero delegado de Desarrollo Multilateral
Joan Navarro
Socio y vicepresidente de Asuntos Públicos de Llorente y Cuenca
Lina Cabezas
Consultora de Asuntos Públicos de Atrevia
Manuel de la Fuente
Director de Asuntos Públicos de Kreab
Laura Casado
Consultora de Asuntos Públicos de MAS Consulting
Por José Luis Izaguirre @jl_izaguirre92 y Gabriela Ortega @gabrielaortegaj
1. En el escenario electoral, ¿cómo evoluciona vuestro trabajo en los asuntos públicos sin instituciones completamente formadas y en funciones? ¿Afecta este escenario incierto?
Manuel Alonso (Desarrollo Multilateral):
Totalmente. No se toman decisiones en procesos de evaluación técnica y los presupuestos se paralizan. Finalmente, los pagos sobre procesos ya iniciados se retrasan.
Joan Navarro (Llorente y Cuenca):
La falta de estabilidad política o de normalidad institucional afecta a las empresas de formas muy diversas. Cuando se acabe el ciclo electoral, tras las elecciones del 10N llevaremos prácticamente un año de gobierno en funciones o casi en funciones –desde la disolución de las Cortes, en marzo de 2019, hasta que se puede formar gobierno, no antes de enero de 2020-.
En nuestro caso, detectamos un cierto parón en el área de relaciones institucionales debido a que algunos proyectos quedan a la espera de la evolución del panorama electoral. En cambio, tenemos mayor actividad en los departamentos de Inteligencia Política y Contexto Económico derivada de la necesidad de nuestro actuales y potenciales clientes de anticipar escenarios ante decisiones que no pueden esperar.
Lina Cabezas (Atrevia):
Afecta a determinados proyectos. Iniciativas legislativas que se estaban adelantando y que vuelven a la casilla de salida al disolverse las Cortes. No obstante, hay diversos niveles en los cuales una organización debe actuar para defender sus intereses o ganar relevancia. Hay mucho por hacer: la Unión Europea comienza un nuevo ciclo, nuevas iniciativas por presentar, nuevos actores por conocer. A ello hay que sumarle los procedimientos derivados de la normativa ya aprobada y que se está transponiendo. Asimismo, gran parte de las comunidades autónomas y municipios españoles están arrancando una nueva legislatura. Además, desde una perspectiva amplia, los asuntos públicos no solo afectan al político y a las instituciones políticas, se trabaja con entornos de interés que siguen funcionando pese al contexto electoral. En el plano menos regulatorio y más político, los partidos se convierten en los principales articuladores de las instituciones en España, porque son los únicos que las permean en su totalidad. De esta manera, la continuidad de los partidos de ámbito nacional es una garantía de la continuidad de las políticas de las instituciones.
Manuel de la Fuente (Kreab):
Afecta de lleno. Como punto de partida, hay que señalar que la parálisis institucional no es positiva en términos de interés general: redunda en incertidumbre y en incapacidad para abordar reformas serias. La producción legislativa de las dos últimas legislaturas es bastante pobre. Sin embargo, también hay que decir que sí hay instituciones funcionando. Es más, hay un alto elemento de contraste en la facilidad y la naturalidad con la que las instituciones locales y autonómicas han sido capaces de pactar para formar gobiernos, a izquierda y derecha, y la incapacidad para hacer lo mismo a nivel estatal. En cuanto a las estrategias institucionales, en general, los escenarios de interinidad obligan a dos cosas: a agudizar la creatividad y a redirigir los esfuerzos a aquellos ámbitos públicos que sí están operativos.
Laura Casado (MAS Consulting):
Efectivamente, esta situación de interinidad del Gobierno afecta a nuestro trabajo con las instituciones nacionales. A nivel autonómico y local, los ejecutivos y las comisiones parlamentarias están constituidas casi en su totalidad, así como los organismos asociados a ellos, por tanto, el trabajo de asuntos públicos, en lo que concierne a los decisores, se desarrolla con bastante normalidad.
En cambio, la inestabilidad del escenario político nacional y la falta de competencias reales del Ejecutivo, al estar en funciones, se traduce en la falta de interlocutores en la Administración nacional. Pero como en la mayoría de las situaciones convulsas, las nuevas elecciones son también una oportunidad. Suponen otra posibilidad para aportar ideas a los partidos políticos y, por tanto, a los futuros decisores, para compartir el mensaje de nuestros clientes y proporcionarles información sobre temas a los que se deberán enfrentar en un futuro próximo.
Por otra parte, gana más importancia, si cabe, el análisis y la inteligencia. Si las formaciones políticas cambian de estrategia en temas concretos, que afecten a nuestros clientes, es una ocasión estupenda para dibujar escenarios y adelantarnos a futuras decisiones.
A efectos prácticos, también supone mucho trabajo de campo, pues los mapas de públicos pueden verse alterados por cambios, cambios que habrá que detectar con celeridad y traducir en información que aporte valor y nuevas soluciones al cliente. Además, no se ha de olvidar que las comunidades autónomas siguen su propio ritmo, afectadas claramente por la coyuntura nacional, especialmente en relación con sus presupuestos, pero con mucha capacidad de decisión independiente.
2. En una valoración de la gestión de la negociación para formar Gobierno, ¿cuáles han sido las claves para no haberlo conseguido? ¿Qué ha fallado en la negociación?
Manuel Alonso (Desarrollo Multilateral):
Básicamente, la falta de un programa de gobierno para los cuatro próximos años que pudiera negociarse. Tampoco se planteó un marco de negociación presupuestaria; los esfuerzos se centraron en lograr votos para superar la investidura.
Joan Navarro (Llorente y Cuenca):
La primera razón para no lograr el objetivo ha sido el ritmo de las negociaciones. Se empezó discutiendo mucho sobre el cómo y poco sobre el qué. Todo el debate, público y privado, se centró en la reclamación de Podemos de entrar en el Gobierno y en la posición inalterable del PSOE de no permitirlo. Cuando se empezó a hablar de programas, ya era demasiado tarde.
El segundo obstáculo ha sido la incapacidad del PSOE de encontrar alternativas a la negociación principal con Podemos. Ciudadanos, y especialmente Albert Rivera, no se lo pusieron fácil, pero Sánchez tampoco parece que haya hecho todo lo posible.
La tercera clave tiene que ver con las dos anteriores y creo que ha sido el principal motivo del fracaso. La creciente mala relación de algunos líderes políticos entre ellos está provocando una distancia entre las fuerzas políticas que ya parece insalvable. Pero es puramente personal y no tanto ideológica.
Lina Cabezas (Atrevia):
Creo que ha habido dos elementos clave en el fracaso de las negociaciones. El primero, la desconfianza entre las élites de las fuerzas políticas. Dicha desconfianza no es nueva, más bien ha sido una constante desde la aparición de Podemos en la escena política, y puede explicarse por el hecho de ser dos formaciones que disputan un mismo espacio; sin embargo, esta explicación se queda corta. Hay factores históricos, la mala relación del PSOE con las fuerzas a su izquierda a lo largo de los años, y otros más emocionales, como la mala relación entre los dos líderes, pero también factores más racionales como la distancia de las posiciones en temas de Estado. El segundo elemento que me parece más interesante es que en España, en una coalición de gobierno, el socio minoritario se ubicaría en los extremos, pasa con el PSOE y Podemos, pero también con PP y Ciudadanos cuando necesitan del apoyo o la abstención de VOX. Este factor es problemático, las negociaciones para conformar gobiernos de coalición suelen prosperar más fácilmente cuando el socio de la minoría mayoritaria tiene posiciones más centradas.
Manuel de la Fuente (Kreab):
Creo que hay tres claves principales. La primera tiene que ver con los partidos políticos, que viven un proceso de reconfiguración inconcluso y, eso, les hace miopes ante escenarios que exigen un elevado grado de visión a medio y largo plazo. La segunda, con sus dirigentes, más preparados para la competición que para la cooperación, incluso entre bloques ideológicos compuestos por formaciones que beben de fuentes comunes. Creo, también, que los factores personales y la desconfianza entre los dirigentes, si bien no son el factor determinante, no han ayudado al acercamiento. Por último, es justo reconocer que sociológicamente estamos poco preparados para valorar positivamente la cultura del acuerdo. Un pacto, si es real, exige renuncias y, por tanto, una elevada capacidad de liderazgo en quien lo ejerce, que ha de ser suficiente, al menos, como para hacer entender a los tuyos las renuncias y como para estar preparado para defraudarles, si fracasas. Esta situación no es exclusiva de nuestro país y retrata los raros tiempos que atraviesa la política contemporánea.
Laura Casado (MAS Consulting):
Toda negociación implica una cesión por ambas partes y en este caso era una cesión de poder que ha carecido en el fondo de voluntad política y ha parecido más una táctica electoral de las distintas opciones para abocar la situación a nuevas elecciones.
Las exigencias del socio preferente del PSOE, Unidas Podemos, se han antojado inasumibles y poco realistas. Esto, unido a las discrepancias en temas cruciales, en los que Unidas Podemos no cedía, ha hecho imposible la formación de un gobierno.
Al Gobierno en funciones le ha venido bien esta situación, puesto que Unidas Podemos ha rechazado hasta en cuatro ocasiones sus propuestas y ha quedado en evidencia su falta de flexibilidad para llegar a un acuerdo, lo que se traduce en un buen argumento electoral para el partido socialista. Además de ello, las reuniones con los diferentes actores sociales este verano por parte del Ejecutivo en funciones y la oportunidad del discurso desde el Palacio de la Moncloa de Pedro Sánchez, dibuja una estrategia electoral para el PSOE bastante eficaz.
3. Si se repite un escenario de dispersión, ¿es posible un Gobierno de pactos puntuales y Gobierno en minoría? ¿Está preparada la sociedad española para este tipo de Gobierno?
Manuel Alonso (Desarrollo Multilateral):
Es difícil que en noviembre se repita un escenario así. En todo caso, la tendencia será diferente. Se buscarán pactos de legislatura o grandes coaliciones desde la primera semana poselectoral. Intuimos que los resultados serán una sorpresa.
Joan Navarro (Llorente y Cuenca):
Desde el principio de la democracia en España, nunca ha habido gobiernos de coalición; y las mayorías relativas se han gestionado con gobiernos en minoría en muchos casos con geometrías variables, por lo que ese escenario no sería una novedad. El problema es que se lee demasiado la política en clave aritmética y para lograr pactos más importantes que los números es la actitud.
Si la sociedad española ha demostrado estar preparada para cuatro elecciones en cuatro años, también lo estará para gobiernos minoritarios.
Lina Cabezas (Atrevia):
La sociedad española está acostumbrada a los gobiernos en minoría: Adolfo Suárez en 1979, González en 1993, Aznar en 1996, los dos mandatos de Rodríguez Zapatero (2004 y 2008) y Rajoy en 2016. A lo que no está acostumbrada, ni tampoco los políticos, es a gobernar con una minoría tan exigua y con un tablero de juego tan fragmentado, lo que hace necesario gobernar con el apoyo de dos o más fuerzas en el mejor de los casos. El único precedente es el último mandato de Mariano Rajoy y fue cuando por primera vez salió adelante una moción de censura. En resumen, es posible, pero probablemente sea un gobierno muy débil al que le costaría mucho asegurar un mínimo de estabilidad.
Manuel de la Fuente (Kreab):
Es posible un gobierno en minoría y lo atestigua la experiencia, no tan lejana, de nuestro propio Parlamento. También la experiencia de otros países como Portugal o Dinamarca. Sin embargo, no hay que obviar que, si la situación nos llevase a la necesidad de alcanzar pactos puntuales, en un Parlamento tan fragmentado, la gobernabilidad sería muy difícil si no hay un cambio en la interacción entre las distintas fuerzas políticas.
En cuanto la sociedad española, en realidad ha demostrado en los últimos años estar más preparada que sus dirigentes para asumir gobiernos en minoría que obliguen a pactos. En las últimas tres convocatorias a elecciones generales los ciudadanos votaron por un escenario de fragmentación parlamentaria y lo volverán a hacer el 10 de noviembre. La duda, que resolveremos después de ese día, será si saltará o no por los aires la actual configuración de los bloques existentes a izquierda (PSOE, Podemos, Más País) y derecha (PP, Ciudadanos, Vox).
Laura Casado (MAS Consulting):
Lo que es cierto es que las futuras formaciones políticas se enfrentan a un gran reto: al hartazgo del ciudadano y, por tanto, del votante. Los españoles no van a perdonar que España siga más tiempo con un gobierno en funciones y que los políticos no sean capaces de hacer su trabajo y llegar a un acuerdo en un plazo razonable de tiempo. Las formaciones políticas, si no lo han hecho ya, deben tomar el pulso a la calle y actuar en consecuencia, deben ser capaces de llegar a una solución que permita la formación de un gobierno estable y con cierta visión a largo plazo. Por tanto, en un escenario de dispersión, las diferentes opciones deberán ser capaces de ceder, estén preparadas o no, si no quieren aumentar todavía más el desencanto del ciudadano.
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