Por Estevo Sánchez, @EstevoSG, Miembro de la junta de UEF Madrid.
El nuevo consenso económico alimenta un renovado espíritu de intervención estatal en la economía, así como un esfuerzo sostenido por mejorar, aunque en ocasiones sea leve y cosméticamente, la redistribución de los beneficios económicos mediante impuestos.
En este terreno han encontrado suelo fértil las propuestas de los diferentes partidos verdes del continente. Así, en aquellos países del norte de Europa, con tradición ya arraigada, el trabajo de años comienza a dar resultado, con la habitual plaza fuerte, Alemania, teniendo por primera vez una candidata verde a la cancillería, con serias posibilidades de ser primera fuerza.
También ha sido histórica la victoria de un candidato verde, Tomislav Tomašević, primer alcalde verde de Zagreb desde el pasado mes de mayo.
Esto no hace más que reforzar a la cada vez mayor nómina de miembros verdes en distintos niveles de Gobierno de toda la Unión, con ministerios en Bélgica, Austria, Irlanda… Así como una importante presencia en el Parlamento Europeo del Grupo Verde, que alcanza el 10% de la asamblea.
Es en esta diversidad en dónde hallamos una de las características fundamentales del resurgir de la política verde europea: su capacidad de pactar Gobiernos de coalición a ambos lados de la mesa, dejando de lado tradicionales maximalismos izquierdistas que se vinculan a este movimiento.
No son, pues, sus posiciones tradicionales las que han abierto la espita de este fuerte, aunque dispar, crecimiento. Las propuestas de corte ecologista no son, ni de lejos, suficientes por sí mismas para construir mayorías amplias que subviertan la hegemonía de los partidos tradicionales. En ese proceso de ampliación de las bases electorales, los partidos verdes han complementado su tradicional discurso con un acercamiento paulatino a propuestas de la izquierda socialdemócrata, social liberal o incluso liberaldemócratas.
Abandonando maximalismos decrecentistas o anti industrias, el Green New Deal es la palanca que impulsa las nuevas propuestas.
Bajo este paraguas, se engarzan medidas de corte redistributivo, como rentas básicas o de inserción e impulsos a la reindustrialización ‘verde’, pero también otras de tipo social como mejoras del sistema educativo y sanitario.
El caso más reciente de crecimiento de la ‘ola verde’ se ha dado en la Comunidad de Madrid, donde el lema de la coalición de Verdes EQUO con Más Madrid, ‘Por lo que de verdad importa’, era la excusa para construir un nuevo imaginario en el que la política vuelve a preocuparse de las inquietudes ‘reales’ de la ciudadanía, como su acceso a mejores servicios públicos, nuevos y mejores puestos de trabajo, mejor acceso a vivienda…
Formalmente, un abrazo a la tradición socialdemócrata de fin de siglo unido a las demandas de una nueva generación millenial, víctima de ambas crisis recientes, urbanitas y con cierto grado de conciencia social.
En la actualidad, el cambio climático está considerado como ‘el mayor reto’ al que debe enfrentarse la Unión Europea en su futuro próximo, según el 45% de las respuestas al Eurobarómetro de noviembre de 2020, siendo esta preocupación la primera en 11 países europeos, en su mayoría del norte.
Pero la mayor fortaleza del movimiento no está tanto en su capacidad de crecimiento propia como en su capacidad de mover los marcos discursivos del resto de partidos. En todo el espectro político se asume la necesidad de revestir sus programas y acciones de Gobierno con una pátina verde, convirtiéndose así en parte del conglomerado ideológico de una mayoría cada vez más amplia. Paralelamente, este proceso genera también su propia némesis, empujando el negacionismo climático a posiciones cada vez más extremas, cercanas o inmersas en la extrema derecha, y en algunos pocos casos a partidos minoritarios de la ultraizquierda.
Es sin duda, un amplio camino el que le queda por recorrer a las fuerzas verdes, para homogeneizar su fuerza en los distintos territorios. Si el Partido Verde espera, algún día, alcanzar las mayores cuotas de poder en la Unión, debe, necesariamente, terminar su proceso de maduración, no renunciando a sus propuestas, por descontado, pero si envolviéndolas de tal forma que también el centro derecha político se pueda sentir atraído a sus postulados.
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