Por Liliana Ladrón de Guevara Muñoz, @LilianaLdeG, Coordinadora de la Red Iberoamericana de Profesionales por la Comunicación Pública (IberComp)
No es sencillo situar en el calendario el momento exacto en que la comunidad internacional comenzó a hablar de lo local. Diferentes estudios indican el año 1982 como su “nacimiento oficial” con el lanzamiento del programa Iniciativas Locales de Empleo, por parte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico.
Ese mismo año el mundo celebraba la llegada de los CDs y vivía el mundial de fútbol que paseaba a “Naranjito” por las televisiones europeas, invitando a América Latina a no quedar fuera del “movimiento global” de la pelota, seguido en los barrios a través de televisiones que se veían de forma comunitaria. Inglaterra declaró a Argentina la guerra por las Malvinas, y el mundo siguió los tristes acontecimientos a través de la radio y la prensa. La escritora chilena Isabel Allende, publicó La Casa de los Espíritus y Spilberg puso en la pantalla grande ET. Todo un periodo de cambios y evidencias claras de nuestra vida globalizada.
Faltando poco para que se cumplan cuarenta años desde entonces, ya no es necesario explicar que somos “seres interconectados”, que lo que hace uno, afecta al otro y que las decisiones no pueden ser tomadas desde la cúspide porque cada territorio y cada individuo cuenta para lograr objetivos comunes.
Vivimos en lo que el filósofo canadiense Marshall McLuhan denominó “aldea global” y cada día resulta más urgente pensar solidariamente entendiendo que el planeta es uno y que frente a amenazas como el coronavirus, nadie se “salva solo”.
En este contexto, ha llegado el tiempo de entender y asumir el papel de lo local. Si queremos lograr desarrollo territorial, debemos pensar en el bienestar integral de las personas desde una visión de dinamismo coherente, de crecimiento equilibrado y equitativo en donde el territorio es la base para avanzar a naciones prósperas y a un mundo justo.
Quienes nos dedicamos al trabajo vinculado al fortalecimiento local y al papel fundamental de los municipios, hemos ido observando la evolución de la visión del desarrollo local que pugnaba por encontrar su sitio como pieza básica de la creación de riqueza de los territorios, a otra que busca su papel en un contexto de redes de ciudades, de defensa de las ventajas cooperativas y de cocreación y coparticipación ciudadana.
Ha llegado el tiempo de entender y asumir el papel de lo local
“Think global, act local”, “Pensar global y actuar local” es mucho más que una frase que se repite en foros internacionales y subyace a la idea que durante años se ha instalado en el imaginario colectivo de autoridades y personal público, de pensar el desarrollo local como marginal en comparación a las actuaciones macroeconómicas estructurales, o a políticas y prácticas de desarrollo tradicionales. En la actualidad se reconoce, cada vez más, la importancia y el valor de lo local para la transformación socioeconómica de los territorios y en la generación de actividades emprendedoras.
La tarea de los gobiernos locales y su importante articulación con las otras esferas estatales ha cobrado sentido para las políticas públicas pensadas en las personas y su bienestar. La igualdad de género, la economía naranja, el activo de los bienes inmateriales e identitarios y las políticas sociales en general, requieren del rol municipal, no solo para concienciar, sino también para actuar.
Es el municipio la escuela de la democracia y el ámbito de las transformaciones donde el vecino toca la puerta. Temas ambientales que a gran escala hablan de cambio climático, de calentamiento global, o pandemias como el COVID-19, requieren políticas locales y de la tarea municipal como vínculo de proximidad y puerta de entrada de las personas a la administración del Estado.
Es el municipio la escuela de la democracia y el ámbito de las transformaciones donde el vecino toca la puerta
Asuntos que se pensaron durante tiempo desde la actuación supramunicipal, hoy solo pueden concebirse desde la administración local. La organización del territorio, alfabetización y la realfabetización tecnológica de la población, la distribución social del conocimiento, así como la incorporación del territorio a la nueva economía necesitan la mirada local y el trabajo municipal.
Corolario de esta aceptación de lo local como pieza clave para el desarrollo, es la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible que, consensuado por los países adheridos a Naciones Unidas, es la unión de voluntades por parte de gobiernos, instit uciones y organismos internacionales, en un acuerdo que se propone “que nadie se quede atrás”.
El ODS 11 “Ciudades y Comunidades Sostenibles” pone de manifiesto el rol de las ciudades y territorios. De lo local, en un mundo en que más de la mitad de la población vive en zonas urbanas y que prevé que para 2050 la cifra aumente a más de dos tercios de la humanidad.
No es posible lograr un desarrollo sostenible sin transformar los espacios urbanos y si la gente no accede desde sus territorios a los bienes y servicios básicos para una vida digna… Es decir, sin el necesario rol de los municipios en este desafío.
Ser municipalista
Ser municipalista es pensar el mundo desde lo local. Trabajar desde el nuevo liderazgo municipal y pujar por el desarrollo territorial para “sumar” las piezas del puzle y, desde lo particular, lograr el bienestar universal.
La frase del historiador francés, precursor de la sociología clásica, Alexis de Toqueville: “El Municipio es a la libertad lo que la escuela primaria es a la ciencia”, refiere a la importancia del trabajo local y de la institucionalidad municipal para sentar las bases de democracias sólidas.
Así también, el libro La apuesta municipalista, marcó un hito en el proceso de difusión del municipalismo, actuando como catalizador de ideas, promoviendo discusiones y anticipando las debilidades de la democracia local española. Era el momento del movimiento 15M y de las manifestaciones en Madrid. El contexto que marcó el nacimiento de nuevos partidos políticos.
En los últimos dos lustros, el proyecto municipalista no solo ha avanzado en España, también lo ha hecho en Estados Unidos, Polonia, Italia y ciudades latinoamericanas como Valparaíso (Chile) o Rosario (Argentina), entre muchas otras naciones.
Ejemplo de ello se vive desde octubre de 2019 en Chile, donde el liderazgo municipal ha ido dando respuesta al complejo escenario nacional propiciado por el estallido social. Han sido las autoridades locales quienes han enfrentado las particularidades de las protestas en cada territorio, y los alcaldes y alcaldesas quienes han dado la cara ante el jaque del pueblo al gobierno central.
En Chile, el liderazgo municipal ha ido dando respuesta al complejo escenario nacional propiciado por el estallido social
La crisis sanitaria mundial del COVID-19, también ha mostrado el rol del municipalismo, evidenciando el actuar de las autoridades locales, que en muchos territorios han tomado la batuta definiendo medidas preventivas, adaptando la información y tomando las primeras medidas de control en sus territorios.
Y es que la esencia de ser municipalista está, precisamente en pensar y actuar por sobre una posición partidista o color político. Consiste en la protección y cuidado de las personas pisando en el sitio en que ocurren los problemas. En la defensa de lo local en cada momento y siempre que la ciudadanía requiere la cercanía del aparataje público.
En el ejercicio de buscar en Google el término municipalista, encontramos su utilización instrumental y el uso de la palabra con tintes partidistas. No es la realidad, y no puede ser la idea imperante ya que para la comunidad iberoamericana que trabaja desde hace 30 años bajo el paraguas del municipalismo, precisamente una de las bases está en hacer política, ¡claro que sí! Política municipal y local, pero si tener el foco en lo ideológico.
La red de municipios y la red de personas asociadas a la Unión Iberoamericana de Municipalistas (UIM), así lo demuestra. Esta asociación de personas que en palabras de su Secretario General Federico Castillo Blanco indica que “hace casi 30 años un grupo de autoridades locales iberoamericanas inició el desafío de trabajar en la construcción del espacio local de Iberoamérica y de aportar, desde una visión municipalista, sinergias a un mundo que ha de pensar en lo local como motor de muchos de los cambios y mejoras aún pendientes en nuestras sociedades. Personas que trabajan con personas para las personas ha sido nuestro lema en este caminar”.
Si algo define al desarrollo local es su ajuste a las características y singularidades de cada territorio y colectividad. No existe un modelo único, y tampoco se pueden traspasar de un territorio a otro lo acometido en alguno de ellos, por cercanos y similares que sean en apariencia sus rasgos socioeconómicos. Esta particularidad es una seña de identidad básica del desarrollo local y quehacer municipalista.
El municipalismo respeta la diversidad y heterogeneidad de cada lugar. Por ello la fuerza de organizaciones como la UIM está, precisamente en la oportunidad de compartir buenas prácticas, en territorios ubicados en muy diversas zonas del planeta, lo que permite que las mejores experiencias de desarrollo local estén constituidas desde la comprensión de que el desarrollo es mucho más que lo económico.
Desde hace décadas existen numerosos territorios que han hallado en el mantenimiento y potenciación de su idiosincrasia y tradiciones un foco de generación de riqueza y empleo. Una circunstancia que no ha pasado desapercibida para un desarrollo local que no ha dudado en situar la cultura local entre sus ámbitos preferentes de trabajo.
Se trata de la gestión de todo un mundo de intangibles que deben estar en consonancia a unos valores y a una ética
Las colectividades locales han de mantener y preservar sus valores culturales y sus pautas de identidad. Es un derecho y también una obligación. Máxime en estos tiempos de globalización, donde la amenaza de la homogeneización pesa sobre el conjunto del planeta, pudiéndose perder, o quedar reducida a meras anécdotas, esa gran riqueza de la humanidad que es la diversidad cultural.
La comunicación pública y la gestión de esta por parte de los gobiernos locales, es la pieza clave y estratégica para mostrar estos atributos diferenciados, así como para trabajar el municipalismo más allá de cada territorio, es decir con una visión internacionalista desde lo local a lo global.
Comunicar desde la visión local
Utilizar la inteligencia colectiva de la ciudadanía que vive en un territorio y desde ahí abrir paso al empoderamiento y a la participación de grupos más amplios de la sociedad, es uno de los desafíos más importantes que deben proponerse los municipios. Dicha tarea necesariamente está relacionada a la labor de comunicar.
El filósofo austriaco Peter Drucker señalaba que “lo más importante en comunicación, es escuchar lo que no se dice” y que “no hay nada tan inútil como hacer con gran eficiencia algo que no debería haberse hecho en absoluto”. Estas dos célebres citas resumen el fundamento de lo que se debe hacer desde la comunicación local y la potencialidad de los municipios en esta área.
Prestar atención a la calle, al día a día, a las preocupaciones de la gente y al pulso ciudadano es esencial para gobernar con la comunidad y para no centrar la tarea en lo que “creemos” es importante y quizá no lo sea para la gente.
La esfera local tiene esa potencialidad. Es cercana, vive la cotidianeidad, crea comunidad y conoce de forma directa lo que sienten sus vecinos. Esta característica de proximidad y sintonía puede canalizarse de forma adecuada abriendo canales de comunicación y escucha atenta.
Abrir esa ventana es parte de la labor de la comunicación pública, que definimos como el conjunto de acciones y herramientas comunicacionales disponibles en las administraciones del Estado para vincularse a la ciudadanía en un ejercicio circular de retroalimentación multidireccional y permanente, que busca el intercambio y el trabajo cooperante y cocreativo.
Su potencia está en comunicar temas contingentes y de agenda pública, pero también detectar las necesidades que la población demanda en su entorno más cotidiano, tanto de acción como de información, y que no es abordado por los medios de comunicación de masas al no contar con el interés general de la nación.
La comunicación pública es la posibilidad de servirse de herramientas y medios para que una institución genere socialización entre los habitantes de un territorio, dando importancia a la opinión que de estos se extrae a fin de generar pertenencia, identidad y participación.
La horizontalidad de la acción comunicativa permite afirmar que la importancia de la Comunicación Pública está dada por su valor como servicio público, así como por constituirse en la “amalgama” del buen hacer y del quehacer dentro de la estructura administrativa, que traspasa el mundo organizacional interno para conectarlo con lo que ocurre en la sociedad en un proceso continuo de retroalimentación.
Los profesionales de la comunicación pública gestionan más que meros mensajes. En sus manos está el escuchar y acoger las percepciones, expectativas, conocimientos y por qué no decirlo, los temores de la comunidad. Información valiosísima que, manejada adecuadamente, posibilita eficiencia en las gestiones y poner el foco en lo urgente para dar respuestas que, como resultado, tendrán el reconocimiento de la ciudadanía y, aparejado a ello, una buena reputación institucional.
Se trata de la gestión de todo un mundo de intangibles que deben estar en consonancia a unos valores y a una ética.
El capital simbólico de un lugar a la hora de comunicar desde los municipios, desde la cercanía, debe ser parte del análisis y del trabajo. Este elemento del territorio, que se obtiene de la energía social, se basa en aquellas relaciones vinculadas a las emociones y evocaciones de la gente.
Cada individuo participa de su entorno con su visión de mundo, con sus sensibilidades y experiencias. Estos atributos y formas las comparte con el grupo al que pertenece, surgiendo así anhelos comunes y colectivos.
Es probable que los habitantes de un territorio tengan aspiraciones diferentes a quienes viven al otro lado del planeta y aunque habrá aspectos similares, es natural que la forma de comprenderlos y aprehender el mundo los distancie en sus necesidades, haciendo aún más importante que la comunicación sea adaptada a esas características específicas.
No ha sido tarea simple que lo intangible sea visto dentro de la administración pública como importante, y más aún, que la gestión de temas como la comunicación sean admitidas como un servicio público.
Parte del trabajo a escala local agrupa una extensa gama de programas y actuaciones caracterizados por afectar a parámetros y elementos que, precisamente, no pueden tocarse, por más que sí tengan una incidencia directa en el grado y en la capacidad de desarrollo de las sociedades.
El término intangible como lo “que no debe o no puede tocarse”, es hoy por hoy uno de los activos más importantes de los gobiernos locales y del quehacer de los municipios, pues en esos valores descansa justamente su capacidad de diferenciarse y resaltar atributos propios de un territorio frente a otro, así como las bondades de un pueblo –sus personas- que les hacen particulares frente a otras.
A lo anterior, debemos sumar que el acceso a la información es un Derecho Humano que deben garantizar los organismos públicos y que permite cumplir con el Derecho a Saber de la ciudadanía, lo cual lógicamente incide en su posibilidad de participar y tomar decisiones sobre los asuntos que les interesan y les afectan.
Vivimos una crisis de credibilidad. La ciudadanía desconfía de los gobiernos. Recuperar la confianza desde la comunicación pública es una alternativa que pocos exploran, pero quizá sea la pieza clave para superar la desidia y el desinterés ciudadano.
Informes internacionales como Latinobarómetro, demuestran que desde el año 2010 las instituciones han ido perdiendo paulatinamente y cada vez en mayor porcentaje la confianza, lo cual supone un reto importante que necesariamente pasa por mejorar los canales de comunicación y el vínculo entre quienes lideran las administraciones y quienes son usuarios de las mismas.
El declive de la democracia se debe en gran medida a que a nivel mundial existe la percepción de que se gobierna para pocos y que las demandas no son escuchadas, o bien que los beneficios están mal repartidos ¿qué tiene que ver esto con la comunicación?
¡Pues todo!, la comunicación de gobierno, la Comunicación Pública según UNESCO debe cumplir tres objetivos fundamentales que son: aumentar la participación, facilitar la trasparencia y fortalecer la democracia.
Recuperar la confianza desde la comunicación pública es una alternativa que pocos exploran
En el actual sistema de medios, donde la interacción y la inmediatez están a un clic, las administraciones no pueden hacer oídos sordos, y quienes trabajan en ellas deben tener claro que lo que no comunican será transmitido por otros, y que no solo se perderá una oportunidad, sino que además existe el riesgo de que lo comunicado no concuerde con la realidad.
La comunicación local y la que emana de los gobiernos municipales es la base para el cambio de paradigma. Es la oportunidad de oír y de recoger lo que la gente dice, no solo para que los municipios den respuesta, sino también para que las autoridades locales cumplan el rol representativo de subir esa información local a esferas gubernamentales más centralizadas y por tanto más distantes de la cotidianeidad de la gente.
Como dijimos con anterioridad, la inexistencia de un modelo subraya la conveniencia de que el municipalismo promueva el intercambio directo de experiencias y la elaboración de catálogos de buenas prácticas que pongan al alcance de todos, los logros alcanzados en distintos ámbitos geográficos y la oportunidad de fortalecer el trabajo en Red entre gobiernos locales y profesionales de la comunicación.
Con esa finalidad, la UIM creó la Red Iberoamericana de Profesionales por la Comunicación Pública, cuyo objetivo es la unión de esfuerzos en pro de la profesionalización y actualización en materia de Comunicación Pública, compartiendo experiencias exitosas que de un territorio pueden servir de ejemplo a otras realidades.
El trabajo en Red ayuda a conocer buenas experiencias y a adaptarlas.
A eso estamos llamados quienes trabajamos en Comunicación Pública.
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