Entrevista a Julio César Herrero, Decano en la Universidad Camilo José Cela.
Julio César Herrero, es Decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación en la Universidad Camilo José Cela. Anteriormente ha trabajado como asesor político para instituciones y fundaciones.
Por David Redoli Morchón
En un momento en el que cada vez más se están poniendo a prueba los estándares y estructuras del periodismo como profesión, El Molinillo de ACOP entrevista a un periodista convencido que ha sabido ser capaz de combinar el perfil académico con el de asesor. Aprovechamos que el suyo no es un perfil que abunde en la comunicación política para preguntarle por los desafíos y peligros de una sociedad sin periodistas, al menos el periodismo que se ha conocido hasta ahora, y por cómo pueden la academia y la consultoría avanzar juntos.
Como decano de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Camilo José Cela, ¿cuál es, en su opinión, el principal desafío que enfrenta la academia sobre la enseñanza de la comunicación política?
Encontrar una ubicación adecuada en los planes de estudio que le confiera desde un punto de vista curricular la autonomía y consistencia que ya tiene desde una perspectiva científica y profesional. Y, si es posible, desde el ámbito de las Ciencias de la Comunicación. Es cierto que en los últimos años han proliferado los másters en comunicación política -alguno de ellos francamente bueno- y que aumentan las publicaciones científicas en este área de conocimiento, aunque con escasa proyección internacional. Pero la comunicación política tiene aún poco peso en la estructura de los grados y aparece, tímidamente, como asignatura optativa.
Por otra parte, convendría no olvidar que el marketing político, que guarda una extraordinaria relación con la comunicación política aunque desde una perspectiva más práctica o profesionalizada, también debería encontrar un hueco en las enseñanzas superiores. Hoy, sin embargo, da la sensación de que es una disciplina secundaria o residual, dando la espalda a la amplia tradición académica e investigadora de un buen número de universidades extranjeras referentes, curiosamente, en la comunicación política.
¿Son las redes sociales tan centrales para la actividad política como algunos expertos sostienen?
Este mes de octubre se presenta una tesis doctoral que he dirigido precisamente sobre ‘Política 2.0 y Nativos digitales: La participación de los universitarios madrileños por medio de las TIC’. Entre las conclusiones más destacadas se observa una evidencia (que los universitarios madrileños encuestados utilizan de forma mayoritaria las redes sociales) y dos asuntos muy relevantes: la presencia de los actores políticos tradicionales en Internet no genera el interés de los universitarios madrileños y que valoran negativamente la utilización de Internet por parte de los políticos y partidos.
Es evidente que las redes permiten un mayor y mejor acceso a la información política en un momento de la historia de España en donde se constata una fuerte desafección por parte de la sociedad hacia la política. Razones no faltan. Las redes pueden influir de alguna manera en la agenda política, por ejemplo lo ocurrido con la Ley Sinde o con el 15M. Pero no hay que perder de vista que no estamos hablando, en principio y hasta donde se sabe, de iniciativas que surgen desde las estructuras de los partidos aunque sí políticas, sino marcadamente sociales.
¿En qué medida la comunicación política está profesionalizada en España?
Nos queda aún mucho camino por recorrer. Percibo, además, una notable división entre quienes se dedican al ejercicio profesional del marketing político – más que de la comunicación política- y quienes se centran en la investigación. Si por ‘profesionalizar’ se refiere a la asesoría, a la participación en campañas electorales o en la Administración, por regla general quienes están en este ámbito tienen muy poca producción científica y quienes están en la academia tienen escasa participación en la actividad profesional. La profesionalización se conseguirá cuando los profesionales se impliquen en la Universidad y cuando la academia se abra al ejercicio profesional. No es una actividad en la que los dos ámbitos puedan ir cada uno por su cuenta. De esa manera evitaremos, por ejemplo, que haya asesores en relaciones con los medios que jamás han pisado uno, o en redacción de discursos y que nunca haya escrito alguno. Y también que la Universidad esté investigando en asuntos que o ya están superados o que fomentan un debate endogámico sin mayor recorrido.
La actual crisis de los medios de comunicación, ¿cómo afecta a la calidad de una democracia?
De una forma grave y muy preocupante pero parece que lo inmediato no nos deja ver lo importante. Déjeme que le cuente algo en lo que creo que aún no se ha reparado, al menos suficientemente. En España, este año la práctica totalidad de las emisoras de radio de ámbito nacional han reducido – algunas incluso suprimido- la programación local. Los despidos de periodistas para intentar que las cuentas salgan han comenzado por las emisoras locales que tenía entre una y tres horas de desconexión; es decir, de programación local, no en cadena. Las ‘estrellas de la radio’, que hacen programas nacionales ocupan ahora esas franjas. ¿Hablando de qué? No tenga duda de que en absoluto sobre la información más inmediata, la que afecta al vecino de Aranjuez o de Ponferrada. La información local es fundamental para conocer qué ocurre en el entorno más próximo que es, por otra parte, uno de los pilares fundamentales del periodismo. Los habitantes de los pueblos dejarán de saber qué están haciendo los gobiernos locales, qué está pasando en sus comunidades… La decisión de voto será, por tanto, o más compleja o menos fundada. Creo que esto está pasando inadvertido y no se ha producido una alerta social ni tampoco por parte de los propios periodistas como cuando se cierra un periódico, cuyas consecuencias parecen más evidentes pero, sin embargo, son las mismas. En este caso no desaparece la cadena de radio – por lo que aparentemente es menos grave- pero sí la información local. Las consecuencias, a la larga, son igual de perjudiciales para la configuración de una opinión pública libre, sobre la que se asienta la democracia.
¿Cómo será el ejercicio del periodismo en el futuro y qué perfil profesional de periodista se demandará?
Resulta complicado intentar vislumbrar qué va a ocurrir en los próximos años, sobre todo en España en donde la situación de grave crisis está cambiando por completo el panorama de los medios y, por tanto, del perfil de los periodistas. En todo caso, parece evidente que la integración que están acometiendo los grupos de comunicación se traduzca también en una integración de las competencias y de los diversos perfiles de los profesionales. La necesidad empresarial de reducir costes pero, al mismo tiempo, de seguir abasteciendo todas las unidades de negocio, obliga a la contratación de profesionales con un perfil más amplio y competitivo. Las grupos de comunicación con intereses en diferentes soportes están demandando a periodistas capaces de, por ejemplo, acudir a una rueda de prensa, locutar (para la radio), montar la pieza (para la televisión) y escribir una información para el periódico – bien en soporte papel o en su versión on line-.
¿Es la comunicación política una disciplina inherente al ejercicio de la política o, por el contrario, se trata de un conjunto de herramientas orientadas más hacia el marketing público que hacia los verdaderos contenidos de la actividad de un político?
Si la ocupación o la entrega a la ‘cosa pública’ está exenta del contacto necesario con los propios destinatarios (para saber qué necesitan, cuáles son sus problemas, qué opinan de las soluciones…) deja de tener sentido. Al hablar de comunicación política no nos referimos exclusivamente – aunque sí fundamentalmente- la que se vehicula por los medios tradicionales de comunicación. Las formas son muy variadas. No es posible ejercer la labor de gobierno ni la de oposición dando la espalda a la comunicación. Quien lo hace se estrella, fundamentalmente en sociedades democráticas bien asentadas. Y ni eso, incluso. Las dictaduras saben bien cómo utilizar la comunicación para perdurar. Sin comunicación no hay relación con los electores, no hay crítica a la oposición, no hay campañas electorales, no hay manejo del clima político, no es posible cambiar percepciones. Eso es la comunicación y eso es, al fin, la política. O al revés. Esas herramientas orientadas al marketing público que usted dice forman parte de la comunicación política entendida en un sentido más amplio. En todo caso conviene dejar bien claro que la comunicación siempre está al servicio de la política y de un programa. Nunca al revés. Si los programas y las ideas no se explican, no se comparten, no se critican… no existen en una sociedad en la que los medios de comunicación lo ocupan todo.
¿En qué medida la comunicación política puede ayudar a la Unión Europea a sortear la crisis económica en la que se halla inmersa -y, muy especialmente, España?
Buena pregunta que algunos gobiernos han sido incapaces de entender hasta hace bien poco. Las duras medidas que en materia económica están desarrollando diversos Ejecutivos deben ser necesariamente explicadas a la opinión pública (de la que también forman parte los ‘mercados’), sobre todo a quienes se está pidiendo un ‘esfuerzo’. La comunicación política no hace milagros pero puede ayudar a hacer comprensibles circunstancias y medidas impopulares o que no se entienden; puede contribuir a enmarcar el contexto en el que están ocurriendo las cosas, a explicar por qué pasan y cuáles son las soluciones. Lo que la experiencia ha demostrado es que si se da la espalda a la comunicación se agrava la percepción de incertidumbre y se agudiza la sensación de falta de criterio y de dirección.
¿Existen muchas diferencias entre el modo de ejercer la consultoría política en Iberoamérica y en Estados Unidos?
Indudablemente. Son sociedades muy distintas. Pero es que, además, entre los propios países de Iberoamérica también existen muchas diferencias. Resulta llamativo que no pocos gobiernos de América Latina sigan contratando a algunos consultores norteamericanos que se limitan a aplicar las mismas fórmulas exitosas pero en un país que nada tiene que ver. Las campañas electorales son distintas, en su duración y en su forma de desarrollarse; los métodos de financiación de los partidos políticos, también; la estructura de las formaciones políticas, también; las relaciones con los medios de comunicación, también; el uso de los medios de comunicación con fines propagandísticos, también; los factores con arreglo a los cuales los electores toman su decisión de voto, también…
¿Qué recomendaría a un candidato político para hacer más eficaz su campaña electoral?
Que sea consciente de que los asesores en comunicación y marketing político no hacemos milagros pero somos de gran ayuda para traducir el discurso, adaptarlo a las situaciones, confeccionar una estrategia de comunicación… Que somos unos aliados necesarios siempre al servicio de un programa. Que sea consciente de sus limitaciones en materia de comunicación – que, a tenor de lo que uno ve, hay más casos de los deseables- y se deje asesorar por profesionales que no prometen imposibles. Y, sobre todo, que no se acuerde de los asesores en comunicación en momentos de crisis. Igual que los incendios se ‘apagan’ en invierno, las ‘crisis’ (también en materia de comunicación) se solucionan en los momentos en que todo va bien y las elecciones se ganan en el espacio de tiempo que separa las campañas.
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